«Esta situación de crianza, en la actualidad del Estado español, necesita más reconocimiento a su implicación corporal, desde la fisicidad, y los límites y vulnerabilidad del cuerpo, así como las necesidades de apego, vínculo y contacto que desarrollan entre quien gesta y criatura, especialmente intensas durante los primeros meses. La crianza es encarnada, no puede ser de otra manera. Maternar atraviesa el cuerpo y por este motivo nos ha cuestionado muchas de las ideas que teníamos sobre la importancia de lo social y cultural como constructos». Lucas Platero

Obra cabecera: Catherine, Melanie & Sadie Rain, New York, New York (1998) de Catherine Opie.

Converso con el investigador, docente y activista heterodisidente, Lucas Platero (Madrid, 1970), el cual se erige como una de las principales voces del proceso de desmantelamiento de todo el heterosexismo implícito en cada una de las estructuras normativas que nos envuelven.

Estructuras inoculadas e invisibles que atraviesan a los cuerpos gestantes y cuerpos sostenedores que asumen las actividades propias de la reproducción social. Platero nos revela que el único futurible escenario posible para alcanzar una práctica materna emancipada pasa por un horizonte postidentitario.

Luisa- ¿Podríamos desmantelar la lógica del trabajo materno como corpomaldición o como proceso de alineamiento o como carga irreversible frente a la resignificación y redistribución de todas las actividades que configuran el trabajo materno como potencialidades para la transformación de las condiciones de vida para la generación de verdaderas condiciones de igualdad y justicia desde el origen de la vida sin que ello suponga reforzar la mitologización de lo femenino sino armar un nuevo significado del trabajo materno fuera de las narrativas históricamente asignadas de culpa-autocensura-devoción-sacrificio?

Lucas- Para mí es importante señalar que falta reconocimiento a la importancia de lo que está haciendo la persona que gesta, da a luz y hace lactancia materna (si puede y quiere). Vive una experiencia que suele generar un vínculo de apego con la criatura específico, difícilmente sustituible. Por otro lado, la criatura también tiene unas necesidades concretas que pasan por el contacto radical con esa persona que la ha gestado, buscando su cuidado y atención. Esta situación de crianza, en la actualidad del Estado español, necesita más reconocimiento a su implicación corporal, desde la fisicidad, y los límites y vulnerabilidad del cuerpo, así como las necesidades de apego, vínculo y contacto que desarrollan entre quien gesta y criatura, especialmente intensas durante los primeros meses. La crianza es encarnada, no puede ser de otra manera. Maternar atraviesa el cuerpo y por este motivo nos ha cuestionado muchas de las ideas que teníamos sobre la importancia de lo social y cultural como constructos.

Más allá de las loas electoralistas y vacías a la familia, la crianza requiere de un reconocimiento y de unos apoyos que no existen y que no parece que vayan a existir en el futuro próximo. Además, muchos de los debates actuales sobre la crianza tienen más que ver con hacerla más compatible nuestros trabajos, sin hacer un cuestionamiento del neoliberalismo, concretamente del mercado laboral y sus normas invivibles para cualquiera, pero especialmente para quienes tenemos criaturas. Nos dicen que lo importante es trabajar, y todo lo demás es secundario. También está en juego el individualismo, la falta de comunidad y colectivos donde maternar o unas ciudades pensadas para consumir donde hay lugares para que las criaturas jueguen, por ejemplo.

En este sentido, los debates sobre si las bajas por maternidad han de ser compartidas con las parejas para fomentar la implicación de los hombres… pasan por alto la implicación de quienes hace todas estas tareas de gestar, parir, amamantar y criar, que no son fácilmente intercambiables. No se apunta claramente al machismo de quienes prefieren hacerse los dormidos para no cambiar un pañal o dormir a una criatura que llora, como si esta actitud fuera una travesura en lugar de una norma base fundamental del machismo imperante. Si el cambio social necesario fuera sólo una cuestión racional, de entender algo que no sabemos, nos bastaría con los datos sobre el reparto más igualitario entre las parejas de lesbianas. O conocer las experiencias de hombres trans que gestan y que desordena la idea de maternidad como algo exclusivamente femenino. De fondo, nuestra sociedad, y en concreto los hombres, no quieren cambiar nada con respecto a la responsabilidad sobre la crianza, que recae de manera casi total sobre los cuerpos de las mujeres.

Por otra parte, a mi pareja y a mi la experiencia de criar nos produce sentimientos ambivalentes. Por una parte, estamos disfrutando mucho, viviendo experiencias preciosas y deteniéndonos en cosas cotidianas con gusto.

Al mismo tiempo, la crianza está llena de momentos repetitivos, tediosos, faltos de creatividad y también de mucho cansancio, obviarlo sería estúpido. Pero creo que tiene también que ver con que estamos criando con pocos apoyos y en un mundo lleno de compromisos laborales inmediatos, que no entiende de otros tiempos y otros ritmos. Nuestra postura crítica como progenitores no se inserta en una oda a la feminidad y a los roles femeninos tradicionales, pero tampoco queremos pasar por alto la encarnación y el peso de la crianza en algunos cuerpos y no en otros.

La crianza también supone una crisis de la identidad. En nuestro caso, no porque nos apetezca salir corriendo a trabajar más, sino por la incapacidad de tomarnos un descanso para hacer lo que te apetece y al ritmo que puedes. Todo sigue, y sin embargo, tu vida ha cambiado para hacer posible otra.

Luisa- ¿Podemos hablar de un proceso de cambio de paradigma en relación a lo que significa maternar o gestar o sostener desde cuerpos emancipados o desde cuerpos que trabajan por la emancipación?, ¿podemos articular unos nuevos ejes de coordenadas distintos a los manejados por la tercera ola del feminismo donde se incluya la maternidad de manera no-externalizada ni privatizada?

Lucas- Se están produciendo muchas realidades simultáneas. Por una parte, se abren nuevas lógicas que, como he dicho ya, hacen que entendamos la gestación, dar a luz y la crianza no sólo en cuerpos de mujeres sino desde otras corporalidades. O no sólo en las familias monógamas y heterosexuales, sino desde otras experiencias que dan un giro a cómo hemos entendido el binarismo de género y las relaciones más machistas y heterocentradas. Estos cuestionamientos me parecen importantes porque son una oportunidad para repensar las normas sociales con las que nos inscribimos en la familia, el parentesco y el cuidado.

Creo que cuesta decirlo, pero parte del problema es el privilegio de los hombres que se permiten el escaqueo y escamoteo de las tareas de crianza y cuidado en general. Es más cómodo que lo haga otra persona, que no eres tú. O pagar a alguien porque no podemos reducir nuestra jornada, no queremos o no sabemos vivir de otra manera. Y al mismo tiempo, veo la precariedad de las condiciones para la gestación, dar a luz y crianza en ciudades como Madrid, que determina cómo vamos a vivir esta experiencia. ¿Quiénes se pueden permitir tener apoyos?, ¿quién tiene en capital social y económico para acceder a escuelas, apoyos, conocimiento?. Cada día pienso, “no me extraña que la gente no pueda tener hijos e hijas”, ¿quién puede permitírselo en este mundo laboral precarizado, falto de apoyos y de acompañamientos?

Luisa- ¿Podríamos abordar la reproducción social como conjunto de actividades que aglutinan un intenso poder subversivo de de-construcción patriarcal junto a la consideración de generar otra estructuras públicas y sociales de “sostén” para las criaturas?

Lucas- Para mi familia han sido muy importantes todos los espacios que se han ido creando en nuestro entorno. Desde espacios de crianza y de sostén que parten del barrio, del centro de salud, de las amistades feministas que crían, de listas de correos de crianza, grupos heterodisidentes… Nos han posibilitado acceder a un capital social y de recursos que siento que han hecho posible cierto bienestar cuando no sabíamos qué hacer, o cómo orientar algunos problemas concretos. Este saber comunal nos hace sentir arropadas, porque sabes que otra familia te va a dar pistas sobre unas ronchas, sobre una huelga de comida de tu bebé, o que si te hace falta un porteo limpio te lo van a prestar si es que tu bebé ha vomitado en el que usa habitualmente.

Fue muy bonito el día 8 de marzo, que salimos en el BabyBlock un montón de familias con nuestros bebés en carritos para visibilizar que nuestras experiencias son necesariamente feministas y que queremos participar de estos debates sobre la emancipación de las mujeres, de los cuerpos gestantes y que crían, de reclamar más apoyos y espacios de juegos para las criaturas, más apoyo a la lactancia, a las familias con criaturas pequeñas, con diversidad funcional, visibilizar la diversidad de constelaciones familiares… Tantas cosas, que son nuestras vidas, y que creo que están cuestionando una forma patriarcal y nociva de familia.

Cuando hacemos familias desde lugares feministas, con dos mujeres, con personas trans, con varios progenitores, contribuimos a reescribir qué esto de la familia, a romper los moldes de los roles de género, a cuestionar que se sobrecargue a algunas personas con el cuidado, a cuestionar qué es el “orden familiar establecido”. Y me parece urgente que estos cuestionamientos se hagan precisamente ahora.

Ha sido muy interesante la experiencia que estamos teniendo con el grupo de Familias Heterodisidentes que lidera Paloma Calle y que comenzó con el programa Una Ciudad Muchos Mundos, de Matadero Madrid. Somos un grupo de familias heterodoxo que compartimos nuestras historias de disidencia de género y sexual, planteando estrategias de resistencia a los espacios habituales de crianza. Está siendo un proceso empoderador, muy necesario, al tiempo que un proyecto de activismo artístico. En los espacios que hemos abierto de intercambio con más familias, hemos tenido muy buena acogida; han acudido muchas personas que necesitaban compartir lo que estaban viviendo, querían conocer recursos, literatura infantil, conocer a otras criaturas… No se trata de experiencias anecdóticas de unas pocas familias que hacen cosas raras, sino que estamos generando un cuestionamiento importante demostrando que se puede cambiar el guión preestablecido de cómo cuidad, compartir, criar y vivir.