“Se vuelve fundamental para nosotras encontrar y buscar alianzas que nos permitan no entrar en las lógicas patriarcales de trabajo, sino por el contrario en espacios de hallazgos, en donde la observación y constante atención nos permite profundizar en las distintas líneas de investigación como la de la Tierra, las semillas, los ríos, las maternidades” –Colectiva TierraCíclica (Gisela Cortés e Itzel Aparicio) situadas y proyectando desde Pachuca, Hidalgo; Cholula, Puebla y Ciudad de México.
Obra cabecera: ¿Quién cuida a las maternidades? (2024) por Colectiva Tierracíclica (Itzel Aparicio y Gisela Cortés) realizada el pasado 4 mayo en el Museo Regional de Cholula (Puebla). Acción que planteaba un recorrido qué busca pensar el cuerpo materno mas allá de los estereotipos construidos. Desmontando la lógica patriarcal de control de los cuerpos maternos. ¿Cómo funciona la construcción del trabajo reproductivo y el productivo? ¿Cómo aparece la violencia reproductiva? Pensar en la construcción de una maternidad romantizada que crea identidades canceladas.
Os compartimos esta conversación como espacio de apertura de procesos en marcha entrelazados–corpo–atravesados con la Colectiva Tierracíclica creada por Gisela Cortés e Itzel Aparicio –la cual pilota desde las artes vivas y performáticas.
Según la propia colectiva: “Nuestra práctica de rastreo consiste en hacernos preguntas, en un intento por tejer y deshacer el tejido de la memoria, por desmantelar problemáticas que se sitúan en prácticas coloniales-patriarcales-capitalísticas que rigen la vida. Nuestra práctica consiste en realizar piezas escénicas, performances, intervenciones, talleres, conferencias, piezas audiovisuales, de video performance y círculos de acompañamiento, los cuales son un intento constante por la recuperación de la escucha y la percepción de la sabiduría corporal y eco-etológica para el sostén y preservación de la vida, los procesos cíclicos (entre ellos los sexuales) de los cuerpos humanos y de los cuerpos no humanos”.
Tierracíclica forma parte del ciclo que estamos armando Nuevas voces feministas: cuando la transfiguración de los cuerpos maternos abre posibilidades emancipatorias desde México (fecha por cerrar en 2025) con artistas, colectivos, pensadoras y activistas desde Guadalajara (Jalisco), Apizaco (Tlaxcala), Hidalgo, Puebla, CDMX y Capulalpam de Méndez (Oaxaca) sobre los procesos de transfiguración de los cuerpos –socializados como identidades devaluadas y con ello obligados a tener que asumir asignaciones de género como parte de su configuración identitaria– dentro de la politización de los psico-bioprocesos que atraviesan a todos los cuerpos (humanos) vivos como forma de generar y obtener conocimiento legítimo.
Nos hemos ido cruzando y vinculando en distintos espacios de reflexión feminista online desde el seminario que nos entrelazó ¿Por qué continúa el extractivismo sobre los cuerpos maternos? (MUAC/UNAM, 2022, México) como parte del programa público de la exposición Maternar. Entre el síndrome de Estocolmo y los actos de producción. Con talleres y encuentros de articulación colectiva como Feminismos, reproducción de la vida y condiciones dignas: ¿qué necesitamos identificar, desmontar y vertebrar para que maternar o sostener a cuerpos dependientes no sea equivalente a esclavitud y pobreza? (Futuridades Maternales, 2024) donde Colectiva Tierracíclica y Txirbilenea Kulturgunea desde Sestao (Bizkaia, Euskal Herria) se situaban como plataformas aliadas.
Os dejamos con la conversación. ¡Esperamos os regale muchas pistas potentes y potencialmente emancipatorias!
Luisa– ¿Cómo fue vuestro proceso de aterrizar en los cuerpos cíclicos? ¿Cuando sucedió y cómo ha ido desmontando ejes de interpretación patermachocentrados?
Itzel Aparicio: Creo que mi proceso se ha ido tejiendo desde distintos espacios y en diferentes tiempos. Sin embargo, algo que ha marcado mi vida de manera muy específica es la violencia ginecológica y la desinformación respecto a mi propia sexualidad, el no sentirme verdaderamente acompañada e informada respecto a mis propios procesos. Desde la adolescencia he transitado procesos ginecológicos, los cuales muchas veces fueron mal diagnosticados, mal tratados y sobre todo vividos con una carga de culpa moral, la cual hoy sé que era producto de un pensamiento patriarcal respecto a mi propio cuerpo y en general de todos los cuerpos mujeres.
Cuando hablo de mal tratados me refiero, tanto al tratamiento con medicamentos (que la mayoría de veces parece que el síntoma se soluciona con antibióticos, antifúngicos o anticonceptivos, todo antivida), como al tratamiento humano, sensible respecto a los procesos personales y sociales que las mujeres vivimos y por los cuales podríamos estar atravesando tales síntomas. Yo me sentí muy sola y muy juzgada en varios procesos de desequilibrio de mi salud sexual, lo cual hizo que empezara a adentrarme en el mundo del re-conocimiento y re-conexión con la ciclicidad.
“En principio desde un espacio de sanación espiritual que de alguna manera me apoyó para descolocarme de la propia rabia contra mi cuerpo patologizado; para después comenzar a adentrarme en el estudio de otras formas de tratamientos de la salud sexual a partir de plantas utilizadas en la partería tradicional mexicana y en la autogestión de la menstruación, lo cual devino después en el estudio fisiológico y eco somático de los procesos cíclicos y gestantes de los cuerpos mujeres. Esto a la par de comenzar un proceso de recuperación de los saberes en la siembra de la milpa, el resguardo de semillas criollas o nativas y el estudio de agro–ecología” –Itzel Aparicio.
Todas estas acciones en conjunto comenzaron a desmontar el discurso productivista capitalista y patriarcal ante la posibilidad de abrirle espacio al cuerpo para la escucha de sus necesidades, la posibilidad de abrir espacios de descenso para la activación mental, física y emocional; la posibilidad de sentirme acompañada y acompañar bioprocesos, la posibilidad de encontrar otros ritmos, otras formas de vinculación con lo humano y lo no humano, de sentir el propio gozo, fuera de las lógicas macho-falo-capital-céntricas.
Gisela Cortés: Para mi un punto de partida fue el embarazo, al entrar en el tercer mes, me sentí fuera de mi cuerpo, con mucha rabia, todas mis emociones estaban disparadas, no entendía lo que me estaba pasando. Empecé terapia y allí recordé que viví un abuso en la infancia. En el primer seminario que tomé contigo Luisa, supe que eso que me pasó se llama transparencia psíquica, que durante los primeros meses de embarazo vienen recuerdos de la infancia, que se pueden abrir traumas guardados o no resueltos, entre muchas cosas más.
Justo vino una revolución tremenda, porque abrir el abuso a la familia de mi madre fue una de las acciones más fuertes durante los primeros años como madre. Allí es donde para mí comienza el constante proceso de reflexión y desmontaje de los pactos patriarcales que la familia asume: no pueden con la información que revelas, todos los actos son de omisión, re–victimización, el temor es a que se derrumbe todo lo que se ha construido. Eso sin dejar de lado la explotación y violencia que vivió mi abuela.
A la par comienza una acción crítica de todo lo que construye la figura de la MADRE, la violencia que viví durante el proceso de lactancia con Antía mi hija, los roles y la carga tremenda de trabajo reproductivo sobre las mujeres que somos madres, más el trabajo productivo, es brutal. Hasta la fecha tengo como sensor a mi cuerpo, comienzo a sentir malestar y eso para mí es un claro ejemplo de que algo de mi cotidiano no está funcionando, darme cuenta de los momentos en los que estoy entrampada en lógicas de control que claramente están ejerciendo violencia psicofísica, esto me pasa mucho en procesos sobre todo con personas que trabajan bajo lógicas de producción aceleradas. Es impresionante lo normalizadas que tenemos las múltiples formas de la violencia.
La pausa se ha vuelto una posibilidad para la escucha de mis procesos desaforados, sin juzgarlos: de los estados de mayor estrés, de mi cuerpo afectado porque lo que estoy viviendo me rebasa, de vulnerabilidad y de asombro; porque eso de “automaternarse” es una trampa más, si el entorno es caótico y de estrés o violencia no hay forma posible. Junto con Itzel, en las largas jornadas de intercambio teórico, emocional, entendemos que lo que nos atraviesa es parte de un entramado que opera desde una necropolítica y explotación de los cuerpos –como consecuencia de la lógica que naturaliza el derecho a esclavizar a otros cuerpos. Siempre estoy ante la pregunta sobre cómo descolocarme, regresar pasos atrás y dar salida en distintos soportes o piezas escénicas, que nos permiten materializar, dar forma y nombre a lo que estamos habitando.
Nota: os recomendamos la visualización de la imprescindible pieza de acción peformática y registro audiovisual Phoné: La imagen que nos falta” (2024) por Gisela Cortés donde se propone un recorrido que busca desarticular la violencia reproductiva y la estructura de la MADRE para abrir un espacio para ensayar una imagen que está en falta, desde el presente, para pensar el cuerpo que materna como cuerpo político, para re-significar, re-pensar la maternidad ante la historia de explotación de los cuerpos que sostienen la vida.
Tierracíclica: Justo el espacio de pensamiento-creación que abrimos en TierraCíclica es un espacio de escucha, de cuidado, de entendimiento de nuestros cuerpos: sentidos, escuchados, agotados, explotados, gozados, apropiados, cíclicos. Nos encontramos con nuestros procesos primero de vida, de cuidados y de crianza, para después acompañarnos en los procesos creativos, sin prisas, sin explotación, sin expectativas respecto a lo que el mercado o institución del arte requiere de nosotras.
Somos una Colectiva tortuga, caracol, que se sabe a veces con energía y muchas otras sin ella, que sabe que necesita de horas de pláticas por mensaje de audio o al teléfono sobre cómo nos sentimos, en diferentes aspectos de nuestras vidas, para articular y nutrir el discurso de nuestras creaciones. Se vuelve fundamental para nosotras encontrar y buscar alianzas que nos permitan no entrar en las lógicas patriarcales de trabajo, sino por el contrario en espacios de hallazgos, en donde la observación y constante atención nos permite profundizar en las distintas líneas de investigación como la de la Tierra, las semillas, los ríos, las maternidades.
El encuentro con mujeres como Suely Rolnik y contigo Luisa, nos ha permitido armar los constructos teóricos que dan sentido y soporte a la creación de proyectos que están interesados en abrir espacios de escucha, percepción y mirada de los pulsos, fuerzas vitales como lugar seguro, porque buscamos armar redes, conexiones con más mujeres y seres no humanos, porque también nos interesa entrar en las construcciones de memoria y cuidado interespecie.
“Al mismo tiempo, el quehacer de la Colectiva se vuelve un ejercicio de resistencia, que puede llegar a ser contradictorio, porque al ser autogestivas, y cuidar el ritmo de creación, nuestros proyectos se enfrentan al panorama de precarización económica del arte en México, que obliga a producir bajo las lógicas de autoexplotación y de competencia del mercado” –Colectiva Tierracíclica creada por Gisela Cortés e Itzel Aparicio.
Luisa– Hemos trabajando en varias sesiones cómo estamos atravesadas, y a su vez nuestras vidas son posibles, gracias a tramas compuestas por sistema vivos sostenidos a su vez por sistema de fuerzas activas –diría Suely Rolink– que van generando un mapa de interdependencia en las distintas fuerzas vivientes y desmontando la ficción de turboindividualismo en la que nos ha obligado a crecer el machosistema.
Sabemos de la existencia de tramas donde las fuerzas vivas fluyen y se despliegan desde el cuerpo viviente Tierra y va dialogando con los cuerpos vivientes hídricos, con el psico-cuerpo social articulado por cuerpo animales humanos, con los cuerpos vivientes vegetales, con cuerpos vivientes animales no-humanos, con cuerpos solares, y como nos dice también Astrida Neimans –articuladora de una primera versión de Hidrofeminismo como prácticas abierta y no ortodoxa– con sus cuerpos tecnológicos.
¿Tener plena conciencia sobre que la continuidad de la vida de todos los cuerpos vivientes nada tiene que ver con las ficciones del patermacho-mundo (turbo individualismo turbo productivismo turbo extractivismo turbo mecanicismo turbo negación de los psico-bio-procesos etc) qué os ha puesto actualmente en vuestra manera de posicionaros en el mundo y en vuestra manera de auto-vivenciaros?
Tierracíclica- El rastreo es una de las prácticas desde la que decidimos aproximarnos a lo que nos inquieta, molesta, perturba, al deseo por algo. Es un ejercicio de acercamiento por la intuición, por el olfato, por las sensaciones que aparecen en el cuerpo, rastrear qué sería pensar con la nariz, con otra parte del cuerpo, con todos los sentidos, la aparición de la memoria voluntaria y la memoria involuntaria. Un juego para encontrar otras formas de aproximarnos, una insistencia por sentipensar, por no dejar de lado al cuerpo, porque es nuestra brújula, el lugar que nos alerta, nos previene e indica dónde nos sentimos cómodas.
Así nuestros procesos creativos comienzan por la escucha de nuestro cuerpo y la escucha del cuerpo colectivo. Cómo estamos, qué nos atraviesa, en qué merece la pena detenernos y discutirlo para luego gestionar el espacio para poder perseguir, rastrear y crear un proyecto.
Buscamos hacernos de espacios seguros y de cuidado para la creación artística, que hablen sobre el resguardo de la vida. Eso implica estados constantes de tensión, no hay nada que se pueda dar por sentado, al contrario, se abren problemas y justo detenernos en las tensiones es una manera de entender el entramado de lo que ocurre.
Es la insistencia en gestos micropolíticos que se manifiestan en acciones que pueden ser a veces tan sutiles y cotidianos que parece que su presencia es imperceptible, que no tienen efecto sobre nadie, más que tal vez sobre una misma, pero en realidad están abriendo camino a otras formas de pensar y hacer a nuestro alrededor, contrario al pensamiento de producción-pater-explotador que dice que si no es la obra monumental no tiene injerencia.
Un reposicionamiento que implica la crianza de Antía (de 6 años ahora), que determina parte de los ritmos de los procesos de creación, justo es esa temporalidad de su crecimiento la que va acompañando las formas de hacer. ¿Cuáles son los diálogos que aparecen? ¿Cómo no obviar su presencia y detenernos ante sus necesidades que modifican el proceso de algún proyecto, por ejemplo cuando Antía se enferma?
Por otro lado, en las piezas sobre la maternidad para nosotras es imprescindible abrir espacios en donde las problemáticas que están moviendo la maternidad de Gisela, se discutan, por ejemplo el agotamiento de la pesada carga mental que es parte de la violencia reproductiva.
En la intervención performativa en espacio público La Diosa… “Aparecer” (abril, 2022) ofrecimos ramos de hierbas a las mujeres, para que llevaran a cabo baños con ellos, y detonar un espacio de auto–cuidado en su cotidiano; pero a la vez, era una provocación para hacer la pregunta: ¿Quién cuida de los cuerpos maternos? Porque es una red la que se necesita para el sostén de los cuerpos que sostienen la vida.
Aparecer.
Ser.
Caminar, un llanto, un llamado.
El inicio esperado y el cierre que viene acompañado de un cansancio profundo.
Cuando naciste y reptaste hasta la teta, salió leche, no lo creí.
Placer de alimentar, sostener, de sentir otro cuerpo. Cansancio.
Estábamos molestas, yo quería cerrar el ciclo, ella no…
Lo hablamos. Fue doloroso. Tu llanto.
Fuimos a la montaña, acompañadas de una voz, un canto.
Un ritual de volver a escuchar, de sentir la tierra.
Un bañito de hierbas que nos ayudó a soltar la teta, a buscar otra forma de escucharnos y conectarnos.
Ya no hay teta, pero siguen los abrazos en la madrugada. Tu dolor de pies y la exigencia de mirarte (extracto del texto que acompaña a la acción “La Diosa... “Aparecer”)
En el caso de la última colaboración, que fue una invitación para trabajar en un proyecto con Daniel Victoria (artista interdisciplinar y papá ) para realizar la pieza corpo-grafías del agua, el cual fue una acción realizada CON el Río Magdalena, fue importante poner en el centro la palabra CON, pues no eran acciones en torno al río, no era a proposito del río solamente, sino un cambio en la redacción para desplazarnos de lugar, para proponer otra forma de estar, para generar espacios para percibir su presencia, sus formas, su sonido, para generar un vínculo, un intercambio.
Desde hace unos años, en el proyecto Late la semilla, brota la memoria (2024) se llevó a cabo procesos creativos con algunxs ejidatarixs de San Bartolomé Hueyapan, el pueblo del abuelo de Itzel, sobre el tema de la conservación del maíz criollo de la zona y la transición agro–ecológica para la conservación de los suelos.
“Ha sido un ejercicio difícil desde lo emocional y sensible, ya que la práctica agrícola en este territorio es completamente productivista y patriarcal y no va a dejar de serlo muy pronto. Sin embargo, en las acciones más pequeñas que llevamos a cabo, desde la performatividad, como compartir la mesa, desgranar mazorcas, recordar a nuestras abuelas y abuelos hablando nahuatl, se abría la posibilidad de imaginar otras formas de relacionarnos con el ejercicio de la siembra y la cosecha” –Colectiva Tierracíclica creada por Gisela Cortés e Itzel Aparicio.
En TierraCíclica creamos desde ejercicio de hacer preguntas para descolocarnos y replantearnos los discursos y subjetividades que nos atraviesan. Dejando abiertas estas cuestiones para seguir remando dentro:
- ¿Hacia donde nos llevan estas acciones? ¿Es posible que éstas articulen nuevos imaginarios?
- ¿Qué pasa en el pensamiento de una niña que se da cuenta que hay algo que se llama patriarcado detectado en la relación con sus compañerxs en la escuela?
- ¿Qué hacemos con los aprendizajes naturalizados en un entorno que siguen funcionando y reproduciendo formas y maneras opresivas?
Luisa– Muchas gracias, mis queridas Itzel y Gisela. Un gran placer estar a vuestro lado en procesos abiertos de pensamiento y articulación colectiva sobre todo los que nos atraviesa. Compartir con vosotras ser parte de un “avanzar” hacia poder construir nuestras propias estructuras de legitimación fuera del macho-mundo contemporáneo. ¡Seguimos, hermosas!
