“Cuando nosotras planteamos sacar los cuidados a lo comunitario, lo hacemos para romper esa dicotomía entre lo público (lo productivo ) y lo privado (lo reproductivo). Para visibilizar los cuidados y ponerlos al común. Pero no podemos caer en la trampa. ¿De qué sirve cambiar el espacio doméstico por el espacio público/comunitario si las mujeres siguen asumiendo el rol de cuidadoras? De nada sirve actuar sobre las condiciones físicas/materiales si no trabajamos también sobre las condiciones sociales, porque entonces el sistema patriarcal dotaría de significado esos otros espacios para continuar con las mismas lógicas de género” -Alexia Canto, Ana Enguita y Cristina Platero.
Obra cabecera: imagen tomada por Belén Pomes en 2017 durante un paseo de Jane por el barrio de La Milagrosa (Iruña/Pamplona) del Colectivo Urbanas
Converso con Alexia Canto Álvarez, socióloga y ex subdirectora de ecología urbana y movilidad del Ayuntamiento de Pamplona (actualmente consultora en urbanismo con perspectiva de género); Ana Enguita Hernández, arquitecta enfocada en procesos participativos sobre la ciudad con perspectiva de género y fundadora de la Asociación NOLA? (impulsora de proyectos de difusión cultural y de dLAV (arquitectura y paisaje) y Cristina Platero Azpilicueta, arquitecta, fundadora de rêver arquitectura (arquitectura pasiva) y de Batïq (cooperativa madrileña de arquitectura especializada en vejez).
Socias del Colectivo Urbanas (donde se conocieron), colectivo de mujeres multidisciplinar de Iruña/Pamplona que trabaja/reflexiona sobre urbanismo feminista desde la trasversal entre género, diversidad y heterogeneidad. Las tres participarán -a partir de una conversación abierta entre ellas- en el próximo debate que lleva por título “Vivilidad o corpo-condiciones para una vida posible” (10h sábado 23 Centro Huarte Arte Contemporáneo financiado por el proyecto europeo Who Cares?) junto con Sarah Babiker (El Salto Diario) y Mary Juncay (Emakume Migratu Feministak – Sociosanitarias, las cuales reivindican un convenio colectivo que articule la diferencia entre su trabajo y el Empleo de Hogar) dentro del programa ¿Qué sostienen los cuidados? Donde ahondaremos en cuáles serían las condiciones para alcanzar una vivilildad de los Cuidados, unas condiciones vivibles tanto los cuerpos que cuidan como para los cuerpos que necesitan ser cuidados. ¿En qué consisten las condiciones vivibles? ¿Cómo se generan tales condiciones para una vida posible? ¿Qué sería lo deseable para una vivilidad del cuidado? ¿Renta básica universal? ¿Renta por cuidados a partir de una tipologías desde prácticas diversas? ¿Arquitectura no falo-céntrica a partir de las necesidades de los cuerpos que cuidan y de los cuerpos que necesitan ser cuidados?
Luisa- Pensando en las condiciones que necesitamos para una vida vivible, una vida que salga de las estrecheces en las que nos meten las lógicas macho-productivistas, tener un espacio digno como lugar de desarrollo vital es innegociable, como lugar donde poder entrelazar tu asunto vital propio con el de otros seres sean consanguíneos o no, y dándole fuerza a los vínculos más allá de las exigencias sanguíneas que arrastramos del paterfamilias romano. El espacio donde asumir las tareas propias a la reproducción social necesita otras coordenadas que lo saquen lo que llamamos vivienda-individualista-corrosiva, la cual nos encierra en espacio no-vivibles porque refuerzan el aislamiento y la ficción de individualidad. Os pregunto: ¿Cuáles podrían ser esas nuevas coordenadas para conseguir espacios vivibles que a su vez estén proyectados desde las necesidades de los cuerpos que cuidan y de los cuerpos que necesitan ser cuidados (y salir ya de una vez de esa proyección arquitectónica a partir de un cuerpo neutro universal modernista que no ha cuidado nunca y que no le tiembla el pulso en el hecho de tener que someter a otros cuerpos en condiciones de precariedad para que asuman todo ese cuidado para posibilita su macho-vida a la vez que lo niega (su dependencia de ese cuidado)?
Ana/Alexia/Cristina- Para contestar a la pregunta primero tenemos que preguntarnos ¿dónde se ejercen los cuidados? y ¿quienes ejercen los cuidados?. Tradicionalmente, estas preguntas tenían una respuesta sencilla: en las viviendas y por las mujeres. Si bien hasta ahora, para que las viviendas, espacios privados, se considerasen el centro de los cuidados (tanto mantenimiento de la misma como los cuidados de las personas) se necesitaba de alguien (las mujeres) que se dedicara a tiempo completo y de manera descapitalizada a estas tareas.
Ocurre que la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral ha obligado a externalizar/ mercantilizar los cuidados. Es lo que Atxu Amann denomina la domesticidad extendida, es decir, escuelas infantiles, residencias de día, comedores escolares, compras on line, etc.
Ante esta situación, ¿cuáles son las nuevas coordenadas para crear espacios vivibles donde ejercer los cuidados? En nuestra opinión, es el momento de traspasar el umbral del espacio privado para hablar de cuidados comunitarios, de conquistar el espacio urbano como extensión de la vivienda. ¿Por qué no las plantas bajas?
Luisa- Parte de la desarticulación patriarcal está en deshacer las atribuciones que conlleva el espacio doméstico sobre el cuerpo-mujer o cuerpo devaluado, junto con sacar lo doméstico de esa lógica terrorífica patercentrista donde queda como un asunto que no-es-público, entonces na posible estrategia para el proceso de desactivación de lo doméstico como espacio de encierro -librado a sí mismo- sería con otra distribución de los espacios: ¿Cómo serían estos espacios? ¿Podemos asumir de manera generalizada que el espacio puede generar condiciones vivibles para una vida digna o al contrario, condiciones de opresión y de refuerzo de toda la asignación que hay histórico sobre el cuerpo mujer como cuerpo adaptado al espacio doméstico (por imposición sociohistórica)?
Ana/Alexia/Cristina- Podemos leer la vivienda como un espacio usado para relegar/someter a las mujeres y obtener rentabilidad económica desde el sistema capitalista de una manera muy sibilina, convenciéndonos de que cuidamos en nombre del “amor” y esto debe ser gratuito. Esta macarrada sostiene todo el sistema de cuidados de forma gratuita, restando valor a este trabajo dentro de un sistema de mercado en el que prácticamente todo tiene un valor monetario.
Cuando nosotras planteamos sacar los cuidados a lo comunitario, lo hacemos para romper esa dicotomía entre lo público (lo productivo ) y lo privado (lo reproductivo). Para visibilizar los cuidados y ponerlos al común. Pero no podemos caer en la trampa. ¿de qué sirve cambiar el espacio doméstico por el espacio público/comunitario si las mujeres siguen asumiendo el rol de cuidadoras? De nada sirve actuar sobre las condiciones físicas/materiales si no trabajamos también sobre las condiciones sociales, porque entonces el sistema patriarcal dotaría de significado esos otros espacios para continuar con las mismas lógicas de género.
Sacar al común los cuidados y dotarlos de un valor económico. ¿Cómo trabajamos sobre ambos planos?¨
Luisa- Al hablar de condiciones sociales y condiciones materiales, me lleva a lo que hablamos en el encuentro que tuvimos la semana pasada donde hay dos direcciones de acción (o igual se puede comenzar en estas dos y desdoblarlas en más direcciones) para ir resolviendo de manera estratégica la negación de los cuidados que vivimos, pensar en estructuras blandas y estructuras duras (María Langarita hablaba en su tesis de la arquitectura de pellejo…). Vosotras estáis ahora mismo ahondando en las estructuras duras, aquellas que tienen que ver con el territorio del próximo debate del proyecto ¿Qué sostienen los cuidados?, las cuáles serían las condiciones que necesitamos para que los cuidados sean vivibles en condiciones dignas y de bienestar, ¿Nos podéis compartir vuestro proceso sobre cuáles serían las estructuras duras que generan condiciones vivibles o condiciones de vivilidad de los cuidados?
Ana/Alexia/Cristina- Bien, entonces olvidémonos para esta respuesta de la infraestructura blanda que conforma la vida (mercado socioeconómico, administración, leyes de migración, opresiones, gestión política sobre los espacios…) y nos centramos en la infraestructura dura, es decir, la cosa matérica.
Se nos presenta una manera inspiradora de imaginar ese cambio inminente de la infraestructura dura dentro de los feminismos, ¿qué pasaría si el ámbito reproductivo conquistara los espacios de lo productivo?
La pregunta necesita aclaraciones.
La primera nos referimos a la premisa de Almudena Hernando donde la complementariedad de las funciones y el patriarcado se han regido hasta ahora con la norma heterosexual, y no es casual que esta norma haya empezado a desmoronarse, donde los hombres no son los únicos que trabajan ni las mujeres las únicas que se dedican a ser madres y esposas, si no que tienen trabajos especializados y existe hoy en día una liberación total de las orientaciones sexuales. Pensemos desde toda la diversidad de géneros que existe actualmente.
La segunda, es que entendemos que esta conquista de la esfera reproductiva en todos los ámbitos incluyendo el productivo o tradicionalmente masculino, incluiría la experiencia y responsabilidad de sostener la vida. Y la tercera es este contexto nuestro donde surge esta pregunta extraña, es decir, España S.XXI, y desde tres personas nacidas en los 80.
¿Cómo sería esta cosa matérica, esta cultura material? Pues efectivamente entenderíamos que los cuidados, la responsabilidad del sostén de otras vidas y la confianza en el resto, es decir, admitir que cada persona es dependiente de otras muchas, llevaría implícito que los espacios reproductivos se filtraran en los espacios productivos y viceversa.
Léase, haciendo repaso desde el inicio de la vida hasta el final de ésta y desde los espacios más públicos hasta los más íntimos:
En la ciudad existirían escuelas infantiles o casas cunas a una distancia máxima de 1000m. El mismo caso sería para centros de día o residencia de mayores.
En los espacios de trabajo, tanto en centro urbano como en polígonos industriales, existirían espacios de cuidado de menores y adultos. Si alguna persona no pudiera dejar a cargo de otra a una persona dependiente (menor y/o mayor), los centros de trabajo deberían poder darte ese servicio de manera gratuita por contrato.
En las viviendas, en los bloques comunitarios, existiría en planta baja, espacios de dispersión y cuidado de personas dependientes. Así como lugares donde poder pensar formas de organización o para compartir recursos de estos cuidados. Todos estos servicios tanto privados como públicos, estarían regulados por la ley entendiéndose como un recurso humano más dentro del sistema de trabajo, es decir, con un contrato de servicio profesionalizado.
Las viviendas se pensarían con espacios donde sea fácil el acompañamiento, con espacios flexibles sin jerarquías de espacios, perspectivas amplias, o donde el día de mañana sea fácil instalar tecnología para mover a una persona que no puede por sí sola. Asimismo, se integrarían espacios para el teletrabajo dentro de las viviendas.
Las personas que quisieran dedicarse a la crianza de manera íntima e íntegra deberían ser consideradas como profesionales de la crianza y, por lo tanto, deberían tener igualmente un salario otorgándoles autonomía. Esto evitaría, como ocurre en la actualidad, que personas en situación de vulnerabilidad soportasen una situación de riesgo dentro de la vivienda porque no pueden permitirse el alquiler por sí mismas.
Sería importante recuperar esos espacios “casa pueblo” donde se realizaban trabajos en comunidad que a la vez servían del cuidado de las personas tanto a nivel relacional, emocional, como a nivel de dependencia con otras personas.
En lo que se refiere al contexto urbano, imaginamos una ciudad con muchas más plazas. Plazas con calles peatonales para acceder a estas. Las plazas son esenciales como espacios no productivos donde se sostiene la vida. Estas plazas deberían tener muchos bancos donde poder descansar con vegetación que permita la sombra en verano y el sol en invierno. Igualmente debería haber fuentes. No deberíamos permitir que las plantas bajas se vaciaran en las ciudades, podríamos imaginar espacios comunitarios de gestión, de cuidados, de almacenaje de bicicletas, de compra, o viviendas, como pasa en muchas ciudades en la actualidad.
Se nos ocurren también otros espacios que deberían incluir la responsabilidad del cuidado de otras personas, como por ejemplo los estadios, gimnasios, bares, barberías, peluquerías, o incluso espacios institucionales donde actualmente es difícil combinar el servicio con el cuidado, por ejemplo, centros de salud, hospitales, bibliotecas, medios de transporte públicos como el tren, el autobús… Básicamente sería imaginar los espacios urbanos, tanto a escala rural, urbana, como industrial desde un programa no únicamente para una persona, si no para una persona que lleva consigo a otras personas.
Además, existe otra premisa que nos gustaría soñar dentro de todos estos cambios estructurales, y es que además, estos nuevos espacios deberían ser bellos. De nuevo, es esencial que todos estos cuidados, además de visibilizarse y apropiarse desde todos los géneros, tuvieran un lugar privilegiado tanto en la esfera pública como en la íntima, porque es el espacio donde nos relacionamos, y se trata de una cuestión central del ser humano. Nos referimos a espacios con luz natural, mejor orientación según sus coordenadas, con vegetación, vitales, accesibles, espacios que no se entiendan como de segunda categoría dentro de la jerarquización de los espacios que tiende a hacerse a la hora de pensar un proyecto, si no como espacios centrales, primordiales, donde se produce el cuidado emocional y corporal entre las personas.
Luisa- Muchas gracias, Alexia, Cristina y Ana. Ha sido un placer este proceso de preparación/diálogo con vosotras, y espero que sigamos desarrollado todas las conversaciones abiertas. ¡Eskerrik asko guztiagatik!