“El sincretismo de visiones y saberes son desde la cualidad cimarrona un ejercicio de valoración y libertad. Por ello un ‘feminismo coral’ que tenga en cuenta todas las voces, tiene la ardua misión de nombrar y reconocer a quienes cuidan desde su diversidad, su conocimiento, su práctica y su humanidad, entrelazando una red de significación y representación con la potencia de romper la cadena de explotación que pesa sobre muchas mujeres que migran sin el privilegio de la raza y la clase. Esa transferencia cultural o cimarronaje debe colectivizar, acuerpar y resignificar sí, pero también establecer límites claros y contundentes ante la violencia y el abuso que ejerce el patersistema y la sociedad sobre los cuerpos que cuidan” -Zarys Falcón.

Obra cabecera: Voces Errantes (22 julio 2020) de Zarys Falcón. Esta imagen corresponde a una captura de performance extraída de los vídeos de Wefelm en el Mirador del Museo de Navarra.

Converso con Zarys Falcón, cantante y artista, cuya práctica dialoga entre mestizaje de saberes, artes y culturas que se cruzan en su cuerpo de mujer afromestiza y migrante, la cual será una de las invitadas, junto a la escritora, Gabriela Weiner, Blanca Torres (Asociación ACM112 acompañamiento en el proceso de morir) y la performer, Paloma Calle, del debate performático «Heridas o todo el acumulado psíquico que arrastran los cuerpos que cuidan», que llevaremos a cabo el próximo 13 noviembre 2021 a las 10h en Centro Huarte (Iruña) como parte del proyecto ¿Qué sostienen los Cuidados?, financiado por la plataforma europea Who Cares? Encuentro en el que ahondaremos en todas las cargas psíquicas de devaluación, pobreza y opresión que atraviesan a los cuerpos que cuidan y todo el sedimento psíquico que se arrastra de dolor vinculado a las prácticas extensas y diversas que confirman los cuidados. Indagar en los procesos de medicalización y patologización por parte del paterblanco-sistema-extractivista como respuesta ante su incapacidad (como negación sistémica) de reconocer y restaurar su abuso naturalizado -por siglos- sobre los cuerpos que asumen los cuidados. Entraremos en las secuelas del extractivismo sobre nuestros cuerpos abriendo las preguntas: ¿Cuales son tales heridas? ¿Qué cargas arrastran nuestros cuerpos? ¿Qué hacemos con tales cargas psíquicas? ¿Se puede poner el marcador a cero después del acumulado sociohistórico de abuso sobre los cuerpos que cuidan? ¿Cómo hacemos esto?.

Como cierre de este debate, Zarys Falcón, facilitará un ritual de cierre con público e invitadxs para la sanación de todo el acumulado de opresión y dolor psíquico que arrastran los cuerpos que cuidan desde prácticas de cimarronaje, para conectar con las redes telúricas que sanan nuestros cuerpos y los cuerpos que nos precedieron (ancestras). Catarsis desde feminismo no-blanco no-eurocéntrico para nombrar y curar la herida psíquica de los cuidados, donde el bullerengue se establecerá como un saber que conecta con las fuerzas del cuerpo viviente-naturaleza, y cómo la ha escogido a ella como heredera, manifestándose en su canto. También ahondamos en el cimarronaje de los cuidados, en los cuerpos migrantes como cuerpos epistémicos generadores de narrativas no-coloniales que a su vez desactivan la normalización de las violencias pertrechadas por el blanco-cuerpo-social desde supuestos buenísimos democráticos, y la conexión con otras capas de sabiduría-no-falo-hegemónica fuera de lógicas macho-dominantes donde política-espiritualidad-corporaliades se funden como estrategias de emancipación.

Luisa- Zarys, el próximo 13 de noviembre llevarás a cabo una performance catártica (en proceso de articulación) como cierre del proyecto ¿Qué sostienen los Cuidados? como acto de sanación de toda la herida psíquica y física que se acumula históricamente en los cuerpos que han cuidado -desde las esclavitudes que ya sabemos (sexual, emocional, económica, cultura, energética, social…)- y, también, en los que estamos cuidando como parte de ese cuerpo-histórico de opresión que continúa desde la asignación de género. Tu acción está situada dentro de la potencia de los feminismos no-coloniales desde donde sí se reconocen como legítimas las fuerzas que nos empujan y el diálogo con ellas, la profunda conexión de nuestro cuerpo con el paisaje y con el cuerpo-viviente-naturaleza como dinámica curativa, la sabiduría ancestral que se acumula en nuestros cuerpos/profundidades/inconscientes y el corpo-movimiento como herramienta alquímica (cosa que no entra como legítima desde ese postconstructivismo/materialismo histórico que atraviesa al blancocentrismo progresista, lo que viene siendo, que todo es una construcción cultural desde la afectación de la materia (no existen otras fuerzas ni capas de información en la trama de nuestras vidas). Desde tus coordenadas vas a valerte del bullarengue para esta catarsis (género musical y danza de la Costa Caribe de Colombia​ y Panamá desarrollado por las cimarronas/cimarrones y aquí te comparto Cimarronaje en el Caribe Negro panameño que publicamos con CPPC o las reflexiones de la compañera, Miroslava Herrera, integrante del grupo Afrodisíaco que rescata los tambores afropanameños como activismo para la dignificación de la identidad negra panameña) por favor, cuéntame: ¿por qué el Bullarengue?

Zarys- Cuando buscas sanar, de cada cuerpo emerge una sabiduría propia que le conecta con las fuerzas vivas que necesita, entre más profunda la herida, más profunda la sabiduría. En mi caso, después de padecer la muerte de mi madre, el terror y el hambre que trajo la guerra en los Montes de María, territorio del Caribe Colombiano dónde nací, me reencontré a través de la voz de Etelvina Maldonado con el Bullerengue sentado. Una tradición cercana a mí desde niña, pero que entonces, no pasaba de ser música para animar fiestas de pueblo, hasta que un día al lado de una menuda y potente anciana yo misma me descubrí cantando mi dolor en forma de un grito poderosamente fecundo y libre. Empecé con ¿Por qué me pegas? y luego traje a la luz “ Wayové” una canción que considero la semilla de este viaje y que no tuve que pensar, porque me fue susurrada al oído por otras voces que luego reconocí como mis ancestras.

El origen del bullerengue no está muy claro pero se han identificado desde varias investigaciones culturales dos expresiones, una ligada al cimarronaje de las mujeres africanas esclavizadas en los años 1600, en el departamento de Bolívar en Colombia y otra a los ritos de cortejo y celebración de caza el golfo del urabá y el panamá negro. Lo aclaro, porque yo particularmente, investigo y ahondo en la herencia bullerenguera que le da el protagonismo a las mujeres negras y afromestizas, pues es la que yo he vivenciado. Entonces volviendo al ¿por qué? Porque el bullerengue como un saber que conecta con las fuerzas del cuerpo viviente-naturaleza, me ha escogido como heredera y se manifiesta en mi canto.
Porque es necesario que recobre su verdadero valor como práctica sanadora-política y como un arte que teje lo común poniendo en el centro el cuerpo, la voz y el conocimiento de las mujeres creadoras y cuidadoras con cargas históricas de opresión. Por último, porque es una poderosa expresión mestiza de canto y danza, nacida de viajes de ida y vuelta, que contiene el flujo vital y salvaje de la raíz ancestral humana de la madre tierra África, fuerza y flujo que se hacen rítmica,canto y baile para el renacimiento y la sanación.

Luisa- Hablando con otras compañeras pensadoras -como tú- nos encontramos de forma recurrente con un cuerpo-histórico-mujer donde se acumula una inmensa herida psíquica. Toda una trama que tiene unos profundos anclajes, trama como territorio oscuro del que devenimos, donde nuestros cuerpos eran/siguen siendo de manera mayoritaria territorios conquistados, territorios psicosometidos por fuerzas canibalistas, por fuerzas depredadoras (expoliación de las fuerzas vivas) sobre las propias fuerzas del cuerpo-histórico mujer, y esa herida sangrante sigue gritando -como en tus cantos- desde nuestras profundidades. Aunque estemos ahora en procesos de emancipación, desde coordenadas muy diversas y con horizontes distintos (a su vez atravesados por los privilegios en los que se maneja cada una/une y de los que parte): ¿Podemos pensar juntas todas/todes como cuerpos bastardos, como cuerpos expulsados, como cuerpos sumidos en el robo continuo de las riquezas y potencias psicoestructurales que generamos, sobre cómo sanar al cuerpo-histórico-mujer cuerpo-expoliado cuerpo-negado?

Zarys- Pensar juntas una forma de sanar nuestras heridas históricas, es una tarea que requiere mucha osadía personal y colectiva. Cada cuerpo lleva consigo una trama de dolor que para ser disuelta, debe ser reconocida y comprendida por cada subjetividad desde el sistema de relaciones que la alimenta y que a su vez genera. Esto puede llegar a ser intolerable, aún así, creo que podemos y debemos crear y movilizar maneras de sanarnos, tejiendo nuevas redes de sentidos en donde se vean representadas las heterogeneidades. El daño es profundo, por eso hay que seguirle la pista al dolor desvelando su fuente, sin reverenciarlo hasta el punto de convertirlo en sufrimiento e hipersensibilidad, invocando a su vez la alegría profunda, ese goce que se enerva en el cuerpo y se contrapone a la domesticación del ser, que producen la opresión y la expoliación. El goce te hace insumisa y renueva las energías para la transformación. Eso es parte de lo que he identificado como el “cuerpo dolor/alegría” del cimarronaje que exploro y que se expresa magistralmente en el baile-cantado del Bullerengue sentao.

Luisa- Somos parte de un proceso de cimarronaje de los cuidados, donde se cruzan/afectan/sostienen a su vez de manera entrelazada unos cuerpos con otros. Cuerpos que devienen de contextos de origen atravesados por violencias blancopaterextractivistas con cuerpos que viven en estos contextos primermundistas que necesitan del sostén de otros cuerpos para el desarrollo de asunto vital propio en condiciones dignas, por la ausencia de un nombrado que posibilite un sistema público que asuma tal responsabilidad, y vertebre en condiciones dignas tales trabajos. Cuerpos blancos primermundistas que contratan a cuerpos migrados para que asuman los cuidados que el patersistema no resuelve, ni el cuerpo social nombra. Ni hay dineros para sostenerlos. Asistimos a un proceso donde, desde las lógicas blanco-extractivistas, se normaliza el expolio de las fuerzas vivas y de la posibilidad del desarrollo del proyecto vital propio a los cuerpos migrantes, como herencia -que todavía vive- intrincada en lo que señalaba, María Lugones, de cómo éste blancopatersistemacolonial coloca a unos cuerpos (curiosamente aquellos que forman parte del cuerpo-comunidad-femenino) como cuerpos no-humanos bajo la «condición deshumanizante», condición que vive instalada, actualmente, en la normalización de la semiesclavitud del trabajo en el hogar y de los cuidados y del trabajo de sostén de personas mayores en situación de dependencia (demanda que con mucha claridad y firmeza defiende el colectivo Emakume Migratu Feministak-Sociosanitarias). ¿Podríamos transformar esta condición deshumanizante que atraviesa a los cuerpos migrados que se ven obligados a cuidar de los cuerpos-blancos-primermundistas por otros paradigmas que incluyan la transferencia cultural o cimarronaje de los cuidados donde toda la trama que posibilita el cuidado sea considera como unidad de producción epistémica rebosante de valor/potencia sociocultural-psicoafectiva, siempre desde coordenadas de dignificación, bienestar y no vulneración de los derechos fundamentales de los cuerpos que posibilitan tal trama?

Zarys- Creo que sí, y lo entiendo como hacer cuerpo y acción la retórica de los cuidados. El Cimarronaje es una práctica ancestral de liberación, que se cimienta en el poder para crear vínculos nuevos y heterogéneos entre los seres humanos, las fuerzas vivas y la naturaleza, revitalizando las tradiciones y costumbres antiguas. El sincretismo de visiones y saberes son desde la cualidad cimarrona un ejercicio de valoración y libertad. Por ello un “feminismo coral” -que tenga en cuenta todas las voces- tiene la ardua misión de nombrar y reconocer a quienes cuidan desde su diversidad, su conocimiento, su práctica y su humanidad, entrelazando una red de significación y representación con la potencia de romper la cadena de explotación que pesa sobre muchas mujeres que migran sin el privilegio de la raza y la clase. Esa transferencia cultural o cimarronaje debe colectivizar, acuerpar y resignificar sí, pero también establecer límites claros y contundentes ante la violencia y el abuso que ejerce el patersistema y la sociedad sobre los cuerpos que cuidan.

Luisa- Señala la antropóloga, Sheila S Walker, en su investigación sobre el cimarronaje y directora de la ONG Afrodiáspora – Visualizing the Global African Diaspora, cómo la espiritualidad fue/es un territorio de lucha para la población afro en Abya Yala (la América no-gringa no-colonizada). Cómo la religión fue un territorio político para la emancipación de afrodescendientes: ¿Cómo funciona esto en ti?

Zarys- Para mí, la espiritualidad es un territorio para la liberación y lo religioso para la opresión. En mis montes a pesar de la existencia de creencias y ritos que guardaban la esencia libertaria de los pueblos no sometidos, la religión católica y cristiana hizo nido en la psique de todas, erigiéndose como verdad “santa y salvadora” por lo que despojarme de sus condicionamientos super alineados con el patersistema, ha sido y sigue siendo una tarea de agudeza y determinación. Afortunadamente tuve la suerte de crecer y habitar entre las contradicciones de esos dos mundos porque a pesar de estar influenciada por todo el simbolismo macabro del catolicismo, en mi familia se hablaba soterradamente, pero con nítida voz de nuestra herencia mágica y hechicera que nos conectaba con fuerzas misteriosas, es en ese terreno de lo vetado y oculto del sincretismo espiritual marginal, donde he mantenido vivas la rebeldía, la alegría, la curiosidad y el coraje para avanzar.

Luisa- ¡Muchas gracias, Zarys! Nos vemos el sábado 13 de noviembre en Centro Huarte. Seguimos compañera, tramando juntas cómo sanar todo el dolor que nos ha pertrechado este sistema sobre nuestros cuerpos. Otra vez, ¡gracias!