“Este proceso me arrebató absolutamente todo. Ha demandado todo y me he reconfigurado. Me morí y volví a nacer también. Siempre digo que convertirme en madre ha sido la experiencia más transformadora de mi vida. Una ventana, una oportunidad para auto-examinarme, verme, sanar y honrarme; porque quiero honrar a mi hija. Ella es mi más grande maestra porque a través de ella he aprendido que su primer lugar seguro soy yo, que si para mí es vital que ella use su voz, tengo yo que usar la mía. Si quiero que ponga límites, tengo yo que ponerlos” -Abigail Reyes (El Salvador).

Obra cabecera: Las madres nunca nos hemos ido (2022) de Abigail Reyes. Pieza dentro de la muestra Archivo (2022) en galería La ERRE (Guatemala). Cortesía de la artista y galería La ERRE. Sobre esta muestra os recomendamos este texto (Artishock, 2022) de Vania Vargas donde se plantea un maravilloso recorrido por dicha narrativa expositiva.

A continuación os compartimos una conversación con una de las artistas clave de la actual escena artística salvadoreña: Abigail Reyes (San Salvador, 1984). Cuya práctica arranca en la poesía, en el uso del lenguaje que coge cuerpo como cincelado escultórico o lenguaje como activador de espacios. Lenguaje que agarra la fuerza necesaria para que nos encontremos con la potencia emancipadora propia del lenguaje específico como herramienta desarmarizadora. Como derecho que tenemos que poner en práctica (desde la responsabilidad colectiva) o como territorio del que hemos sido expulsadas: aquel donde es legítimo el tiempo y espacio necesario-propio para nombrar de manera quirúrgica lo que nos corpo-atraviesa como identidades ancladas en el constructo y socialización como cuerpo-histórico-mujer.

Ahondamos en cómo ha sido su proceso de re-articulación como cuerpo materno, desde el nacimiento de su niña en 2020 (lo que nos sumerge en los procesos de transfiguración desde la subjetividad humana de Suely Rolnik como íntimo-revoluciones que ansían la articulación de los destinos más éticos, los cuales permiten la diversidad y amplitud de subjetividades o múltiples posibilidades para el despliegue de nuestras fuerzas vivas). Teniendo presente el lugar vital/interno en el que estaba Reyes cuando nos conocimos en 2016 durante una visita a su (entonces) estudio llamado “El Búnker”. Ubicado en el Antiguo Cuscatlán (La Libertad, San Salvador). Encuentro que fue posible gracias a la investigación in situ facilitada por la beca ART TRIP 2016 de Y.ES Contemporary Art (Y.ES es una iniciativa de la Fundación Robert S. Wennett y Mario Cader-Frech).

Situando tres momentos fundamentales en su uso del lenguaje como potencia escultórica desarticuladora del macho-mundo: (1) Prelibri (2013/14); (2) Poesía popular (2018) con las intervenciones Dulcita y Madurita (2018), Una nunca sabe (2018) o Yo no soy tu juguete (2018) -las cuales forman parte de la Colección MNCARS. (3) Exposición Archivo (2022) en La ERRE dentro de la cual encontramos las valiosas intervenciones Pregunta Mamita (2022), Ningún dolor se olvida (2021/22) y Las madres nunca nos hemos ido (2022).

Tres momentos de la práctica de Reyes que analizamos durante la pasada Sesión 1 (sábado 12 octubre) del taller Pregunte mamita o cómo desde la escena artística salvadoreña se despliegan estrategias para dislocar los macho-discursos que van organizando el sistema-vida el cual conforma la segunda etapa del ciclo sobre prácticas artísticas, activismos y feminismos en el contexto salvadoreño organizado por Y.ES Contemporary, en el que también realizamos el taller Cómo los feminismos ocupan lo público para incidir en lo jurídico -análisis de acciones desde El Salvador (mayo, 2024).

Aquí comenzamos:

Luisa- Abigail, recuerdo todavía la visita a tu estudio “El Búnker” y tengo guardada una frase de tu pieza Prelibri (2013/14) titulada Todo me lo quitaron, la cual ha estado funcionando dentro de mí en muchas direcciones desde entonces. Negociando con lo que me compartiste hace ya ocho años sobre cómo era tu vivencia al tener que ir abriendo un lugar legítimo, propio, como artista-cuerpo-histórico-mujer en un contexto atravesado por lógicas macho-violentas, y con una fuerte cancelación del espacio público. Me gustaría preguntarte, desde la frase Todo me lo quitaron: ¿Qué es lo que sentías en 2016 que te habían quitado o arrebatado como sujeto político cuerpo-mujer? ¿Qué identificas que este proceso vital-materno te ha vuelto a quitar o te ha mostrado sobre tu propia práctica vital-artística?

Abigail Reyes- En 2016, me suena tan lejano ya. En esa época mi cerebro recién había desbloqueado recuerdos muy dolorosos de la infancia. El verso «todo me lo quitaron» es un fragmento de un texto mayor en el que, hablaba un poco sobre mi decisión de no ser madre a pesar de haber sido educada para serlo pero me sentía completamente despojada de la capacidad de cuidar, completamente despojada de la capacidad de proteger a otro ser. Fui abusada en varias ocasiones, las primeras me marcaron profundamente, al contrario de lo usual, fui abusada por una chica 5 años mayor en casa. La “casa” para mí no era un lugar seguro y la familia una institución cuestionable. 

Al rededor de 2016 unos años antes y unos años después sentía que era claro para mí, que podría perder la razón intentando cuidar a una criatura mía, de mi vientre; porque encontraba que era una tarea titánica, que no se puede proteger siempre ni siquiera de aquellas personas en las que deberías confiar, que una vez que estás en el mundo, estás expuesta. Entonces y quizá «todo me lo quitaron», sea también mi máxima expresión de un estado de vulnerabilidad, de sentirme vulnerable. 

Me embaracé hacia finales de 2019, el inicio fue confuso, tenía 35 años y el en el sistema de salud publica me pusieron en reposo por mi edad. También en el sistema público de salud me habían negado la posibilidad de esterelizarme si mi deseo era no convertirme en madre (Luisa, recuerdo que lo conversamos en algún momento durante tu visita). En fin, cambiamos al sistema privado de salud, todo estaba bien, era una mujer de 35 años, sana embarazada. Me sentía confundida al inicio, muchas emociones encontradas y luego me sentí fuerte, mi cuerpo estaba haciendo algo asombroso, estaba proyectándome embarazada trabajando, embarazada viajando, embarazada montando exhibiciones, etc. Y estaba siendo así, hasta el cuarto, quito mes más o menos que nos sobrevino la pandemia y, nuevamente, me sentí absolutamente vulnerable, frágil.

Nunca tuve miedo morir joven excepto ahora que tenía una vida dentro. Mi hija nació a finales de julio de 2020, todavía había tremendo revuelo en los hospitales, algunos no atendían partos, otros atendías solo partos y cuestiones obstétricas. Me sentí completamente perdida entre la mala y poca información que nos dieron en el hospital y en medio de esa vorágine iba convirtiéndome en mamá poco a poco, me sorprendía tremendamente todo lo que mi cuerpo había sido capaz de hacer y, ni me imaginaba lo que me esperaba.

Este proceso me arrebató absolutamente todo, ha demandado todo y me he reconfigurado, me morí y volví a nacer también, siempre digo que convertirme en madre ha sido la experiencia más transformadora de mi vida. Una ventana, una oportunidad para auto-examinarme, para verme, para sanar, para honrarme, porque quiero honrar a mi hija, ella es mi más grande maestra porque a través de ella he aprendido que su primer lugar seguro soy yo, que si para mí es vital que ella use su voz, tengo yo que usar la mía, que si quiero que ponga límites, tengo yo que ponerlos. También he aprendido a abrazar la vulnerabilidad y a reconocer la tremenda fortaleza que hay en reconocer que «hoy no estas bien», a buscar entornos seguros para ella, para mí.

Pero eso es duro porque de alguna forma es un proceso a veces bien solitario, comenzás a hablar con otras madres y vas encontrando puentes, vas encontrando alianzas, entonces hablamos que todo esto sigue estando en mayor medida sobre nuestros cuerpos. Vamos ahí, organizando el tiempo para entrar en el taller a trabajar, cortar uñas, peinar, preparar meriendas, etc. Me sigo sorprendiendo de todo lo que hago y voy aprendiendo a ser compasiva conmigo misma, a tenerme más consideración a seguir mi instinto* también, porque luego todas las personas tienen una opinión sobre lo que como madre deberías hacer.

Nota: como “instinto” entendemos todos los saberes-del-cuerpo, saberes eco-etológicos o las formas epistémicas que emanan desde el “cuerpo vibrátil” que plantea Suely Rolnik dentro de los procesos de transfiguración: como saberes que permiten seguir cuando dos tipos de experiencias de nuestra subjetividad entran en tensión: la del sujeto que descifra el mundo por medio de la percepción, y la del viviente que somos, uno entre tantos otros en la biosfera, en la que aprehendemos el mundo por los afectos. Extracto de ¿Cómo hacernos un cuerpo? Entrevista con Suely Rolnik por Marie Bardet (2018).

Luisa- Entonces, en este proceso de tomarte a ti misma, desde que te has ido transformando en madre o cuerpo materno, desde la aceptación de una muerte (propia) que da paso a una etapa vital nueva donde eres (somos) más conocedoras de que todo comienza en nosotras, y que las fuerzas nuestras están aquí para que podamos apoderarnos de nuestras propias vidas, desde aquí, desde estos aprendizajes y potencias que vamos agarrando a partir de sostener la vida de un cuerpo dependiente al nuestro, un cuerpo que necesita de nuestro cuerpo para su continuidad en este planeta. ¿Nos podrías contar o podrías ahondar en alguno de tus proyectos artísticos que se han visto atravesados por estos aprendizajes maternos?

Abigail- Hasta ahora ninguno concretado. Ser madre, convertirse en madre es un proceso ¿no?. Para mí lo ha sido, por un lado física, emocional y operativamente demandante y, por otro lado mi método de trabajo es lento. He pasado un par de años tratando de saber qué es esto de ser madre, de configurarme a mí misma como una nueva mujer y una nueva persona que, ahora es madre y que sostiene una vida. Recién ahora comienzo a decodificar qué de todo ese proceso de devenir madre, me interesa traducir en arte.

Después que mi hija nació, en medio de la pandemia, cuando comencé a ver amigxs y conocidxs la primera pregunta era: ¿qué obra estás haciendo ahora que sos mamá? No es tan simple, ¿cierto?

Sin embargo, ahora tengo claridad sobre algunos temas que me gustaría abordar como hablar sobre el parto, por ejemplo. Sobre las cuestiones que –culturalmente– no se dicen de la maternidad. Sobre estos códigos que parece que sólo las madres pueden leer como si fueran un lenguaje a parte: LM, LME, AOEV, AC, BLW, etc.

LM: Lactancia materna
LME: Lactancia materna exclusiva
AOEV: Aceite de oliva extra virgen
AC: Alimentación complementaria
BLW: Baby let Weaning

Luisa- ¿Qué has ido descodificando durante este proceso de re-articulación como madre?

Abigail- He tenido que pensar un buen rato, te diría todo. Pero quizá mi propia infancia ha sido lo más duro de examinar y lo más sanador también, comprender un poquito más a mi madre, a mi padre… es un proceso por supuesto. Mi falta de empatía hacia algunas cosas puntuales era abrumadora, a medida que fui deviniendo madre pienso constantemente: de esto se trata, así es que es la cosa, así es que era yo.

¿Cómo es que mi hermana, mi amigas, mis compañeras pasaron por esto prácticamente solas? Está todo mundo cerca, pero: ¿están realmente disponibles emocionalmente para sostenernos a las madres?

También he aprendido a ser más compasiva conmigo misma, he tendido a ser bastante auto-exigente y la maternidad ha sido una inmensa ventana para verme en mis mejores y peores momentos y perdonarme constantemente y volver a seguir.

Luisa- Muchas gracias, hermosa Abigail. ¡Seguimos! Iremos compartiendo por aquí los procesos de reparación que queremos ir armando juntas sobre los corpo-atravesamientos propios de los cuerpos maternos –que también son procesos de potencia política– y que a su vez van derramándose sobre los ejes desde los que planteamos nuestras prácticas –como profunda sacudida encarnada que le va dando forma a lo de fuera.

Deja un comentario