“La maternidad normativa tiene que poder solventarse a sí misma, las madres pobres y precarizadas aparecen como irresponsables desde la narrativa del progreso nacional económico e incluso frente a los discursos antinatalistas que reducen la actual crisis climática a la sobrepoblación. Esto niega todo el trabajo de reproducción y cuidados de la vida que hay en la maternidad, sin remuneración ni descanso” –Luz Areli Hernández Escobar desde Apizaco/Tlaxcala (México) doctoranda Estudios Culturales en Colegio de la Frontera Norte “El Colef” (Baja California).

Obra cabecera: Disociadas (2011/2022) serie fotográfica desarrollada por Luz Areli Escobar en la que encontramos Abandonera (2011) (imagen superior) y Soñera, embarcada (2021) (imagen inferior) sobre las cuales agregó recortes digitales de la demanda inicial interpuesta por el padre de su hija donde argumentaba “abandono” de la criatura. Disociadas (2011/2022) es parte de un proceso autoetnográfico –puesto en marcha por Luz Areli Hernández Escobar– para con ello situar la trama que posibilitó el despliegue sobre su cuerpo materno de una violencia estructural propia del macho-patersistema vigilante de las fuerzas reproductivas.

Os compartimos esta conversación –hoy lunes 25 de noviembre Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer– con la potente pensadora e investigadora feminista, Luz Areli Hernández Escobar. Nos habla desde Apizaco, Tlaxcala (México). Autora del podcast Maternidades. es presentado en Colegio de la Frontera Norte – El Colef (Baja California) donde también es doctoranda en Estudios Culturales. Maestra en Estética y Arte – Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, licenciada en Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Chiapas y diplomada en Defensa de los Derechos Humanos y Atención Humanitaria a las personas migrantes por la IBERO Puebla. Cofundadora de Ecoworld Naciones Conscientes.

Las fuerzas activas y vivas que empujan las tramas inconscientes feministas hacia nuevos marcos que posibiliten una amplia y ancha emancipación –más allá de las exigencias del feminismo-productivista-occidental– convocaron una suerte de trama de pensadoras durante el curso/proceso que abrimos en esta plataforma, titulado Las prácticas maternas como dislocadoras de la normatividad del pater-macho-mundo: hacia nuevos (propios) simbólicos, enunciaciones específicas y acciones posibilitadoras para vivenciar-vidas-vivibles (más allá de las maternidades) como reparación de nuestra herida-socio-histórica en colaboración con Artistas Madres – Archivo colectivo de artistas madres desde Guadalajara (Jalisco, México) y MM Museo de las Mujeres Costa Rica desde San José.

Seguiremos pensando juntas durante el ciclo (2025, fecha por cerrar) Nuevas voces: cuando la transfiguración de los cuerpos abre nuevas posibilidades emancipatorias desde las prácticas artísticas y pensamiento feminista desde México; con artistas, colectivos, pensadoras y activistas desde Guadalajara (Jalisco), Apizaco (Tlaxcala), Hidalgo, Puebla, CDMX y Capulalpam de Méndez (Oaxaca) sobre los procesos de transfiguración de los cuerpos –socializados como identidades devaluadas y con ello obligados a tener que asumir asignaciones de género como parte de su configuración identitaria– dentro de la politización de los psico-bioprocesos, que atraviesan a todos los cuerpos (humanos) vivos, como forma de generar y obtener conocimiento legítimo.

Luisa- Querida Luz Areli, ¡bienvenida a Futuridades Maternales! Quería preguntarte por cómo todo el proceso de transfiguración en cuerpo materno, te ha ido revelando cómo funciona el macho-sistema a la hora de fiscalizar a los cuerpos reproductivos para asegurarse que se van ajustando a unos trajes identitarios –previamente establecidos– para que el macho-mundo asegure la mano de obra gratuita que necesita para el ingente trabajo de sostener criaturas a cargo sin ayuda. Ni apoyos. Ni prestaciones públicas no miserabilista. Siempre en silencio desde inercias de opresión, y desde un paquete de exigencias y vigilancias sobre los cuerpos maternos.

¿Podrías compartirnos cómo ha sido tu vivencia respecto a las exigencias y vigilancias que te han ido atravesando generadas por el macho-aparato de poder? ¿Te has visto obligada a tener que naturalizar que lo «deseable» como cuerpo materno es lo que establece como «deseable» este macho-patermundo-productivista-binuclear-centrado frente a la diversidad existente –en las prácticas humanas– sobre cómo manejar lo reproductivo fuera de las ficciones que la mayoría de madres normativas performean?

Luz Areli Hernández Escobar- Luisa, tus preguntas tienen mucha potencia detonante para algunas corporeflexiones que he estado revisitando en los últimos 6 años a partir del despojo de la custodia de mi hija que ahora tiene 15 años (a un mes de cumplir 16), pero que han tomado forma y consistencia conceptual en los 2 años que tengo como estudiante de doctorado en Estudios Culturales, específicamente en la línea de investigación de de sexo, género y poder. Comienzo mencionando esto, porque ambos procesos me sitúan en un espacio-tiempo en el que comprendo la politización y legitimación de mi cuerpo materno como fuente y puente de epistemologías y sabidurías encarnadas para hacer frente a las violencias que me han y me siguen atravesando la maternidad desde los 17 años. Así que haré un esfuerzo de síntesis.

Apelando a las epistemologías feministas, me parece de suma importancia situar el origen de mi conocimiento materno. Soy la segunda hija de una mujer que fue madre a los 16 años, edad a la que me embaracé. Mi maternidad no fue planificada, la asumí desde mi precario acercamiento con la crianza y con la confianza ciega de poder asumir cuidados a otro ser humano. Creo que esto último responde en gran medida a la exigencia y vigilancia que ejerce el macho-mundo sobre nuestros cuerpos femeninos y feminizados, es decir, nacer con útero, vagina y vulva conlleva una carga simbólica/biológica en la que somos socializadas y naturalizadas como cuerpos maternos en formación. La hipervigilancia y autoexigencia tienen una raíz profunda que ahonda y florece en las subjetividades de nuestros cuerpos reconocidos reproductivos.

“Comenzando por el lugar desde el que tomamos le decisión de ser o no ser madres, que al menos en México a partir de los procesos de colonización ha estado configurado principalmente a través de la religión católica, aun tras los procesos de secularización ésta continúo impregnando los imaginarios humanos” –Luz Areli Hernández Escobar. 

Pero también, históricamente los estados-nación han exigido y vigilado a los cuerpos con capacidad reproductiva para que cumplan con esa función a partir de la cual se diferencian. Lo vemos claramente en la vigente lucha feminista por la legalización del aborto. Es cínico más que paradójico, porque en realidad las madres y cuidadoras poco interesamos a lxs conservadorxs o a lxs de izquierda, a no ser que busquen reafirmar la función de cuidados y crianza necesarios para seguir sosteniendo el capitaloceno o antropoceno en el que vivimos. Así vienen los programas subsidiados por recursos económicos públicos, lo que hace que se convierta en un tema de estado, es decir, de economía y soberanía nacional. Somos una comunidad numerosa, poco atendida pero sí vigilada y disciplinada para mantener el status quo acerca de lo que es la maternidad, así la madre da todo por sus hijos y es capaz de quitarse el pan de la boca por ellos, resuelve con tal de mantenerlos con vida en este sistema de precarización aguda.

En mi caso, que he sido identificada categóricamente con la maternidad adolescente (15 a 19 años) y percibida socialmente como una “madre soltera” desde los 6 meses de vida de mi hija –lo escribo entre comillas porque en mi autopercepción mi estado civil no tenía relevancia, elegí ser madre y he renunciado a casarme, así que me uno al uso del término madre autónoma. Comprendo que no pertenezco a lo deseable como cuerpo materno en dos sentidos; primordialmente por no contar con edad legitima en la sociedad moderna para ser una buena madre y porque la heteronormatividad del amor romántico que se despliega en distintas formas de bio-poder como la psicología de lo familiar, me juzgó como una mujer con pocas ambiciones para formar una familia socialmente estable, lo que contribuyó a que me identificaran como madre no apta en el 2017 y la custodia provisional pasará a manos de la abuela paterna de mi hija cuya maternidad normativa la respalda.

“(...) así que me uno al uso del término madre autónoma. Comprendo que no pertenezco a lo deseable como cuerpo materno en dos sentidos; primordialmente por no contar con edad legitima en la sociedad moderna para ser una buena madre y porque la heteronormatividad del amor romántico que se despliega en distintas formas de bio-poder como la psicología de lo familiar” -Luz Areli Hernández Escobar.

Así que, pese a los esfuerzos, desde mi origen como cuerpo materno prematuro, racializado y precarizado, estaba destinada a la imposibilidad de performar una maternidad normativa. Lo que sin duda ha influido en mi devenir cuerpo materno no deseable, ya que, lo que si tuve muy claro desde el comienzo, es que sería juzgada por el mero hecho de elegir asumir la maternidad a esa edad, así que ¿qué más daba ser señalada por otras elecciones como mi estado civil, preferencia sexual o la manera de generar economía?

“A partir de mi experiencia con los juzgados de lo familiar, no tengo duda de la hipervigilancia y disciplinamiento a las que somos sometidas una vez adquirimos la membresía de madres, aun cuando nuestras condiciones existenciales sean en suma diversas; el parámetro de lo esperado (deseable) es el mismo” –Luz Areli Hernández Escobar.

Considero que uno de los ejes primordiales de dicho parámetro es la dimensión de clase, es cierto que los recursos económicos condicionan la calidad de vida a la que accedas tú y tu(s) hijx(s), el dinero te acredita como cuerpo materno deseable. La maternidad normativa tiene que poder solventarse a sí misma, las madres pobres y precarizadas aparecen como irresponsables desde la narrativa del progreso nacional económico e incluso frente a los discursos antinatalistas que reducen la actual crisis climática a la sobrepoblación. Esto niega todo el trabajo de reproducción y cuidados de la vida que hay en la maternidad, sin remuneración ni descanso.

Luisa- Vemos que atreverse a desafiar todo el paquete identitario activa la reproducción de la cultura del castigo sobre los cuerpos reproductivos. Desafiar no ajustarse a lo que llamamos maternidad-como-práctica-única –entendida esta como traje opresor en el que se nos exige encajar a las identidades que devenimos de un anclaje como cuerpo-histórico-mujer sabiendo que es un traje, previamente diseñado, para que el macho-pater-turbo-capitalismo se asegure las fuerzas futuras de trabajo– o el hecho de asumir un proceso reproductivo fuera de la ficción de la maternidad normativa, desde el propio deseo de no performear esa ficción; o la imposibilidad de acceso a las condiciones materiales que exige esa ficción (que pasa por la reproducción de la estructura bi-heteronuclear-esclavitoria); o por el deseo de continuar con un despliegue interno que no se ajusta a tales exigencias propias de la maternidad-como-práctica-única (aliada de los procesos de productividad y de blanqueamiento de las opresiones contemporáneas sobre las madres o cuerpos maternos) genera de vuelta la reproducción de una violencia estructural sobre las madres o cuerpos maternos articulada por una trasversal de exigencias y vigilancias –que no son más que estrategias para continuar con la cultura del castigo patriarcal naturalizada desde hace siglos sobre nuestros cuerpos.

No poder o no querer performear la ficción de maternidad normativa o no tener acceso a esa ficción o seguir un impulso profundo reproductivo –fuera de las exigencias de la maternidad-como-práctica-única– reproduce lo que abordamos con varias compañeras –también, potentes pensadoras feministas– como lógicas de crueldad sobre los cuerpos reproductivos, tal y como planteábamos en esta conversación con Paz Francés, Consuelo García del Cid y Alba Schiaffino, publicada en diciembre 2023 en la Revista Concreta 22 Maternidad, la cual lleva por título Un sufrimiento exquisito -editada por Maite Muñoz Iglesias y Laura Vallés Vílchez.

Desde el proceso de revelado en el que estamos a nivel internacional sobre estas cuestiones para con ello ser conocedoras de las tramas que operan y poder desactivarlas, te propongo hacer un ejercicio de especulación feminista hacia un futuro que deseamos todas/todes para que las vivencias, manejos y prácticas maternas, puedan estar fuera de tal violencia estructural sistémica silenciada-naturalizada.

¿Cómo vislumbras que podría ser una vivencia materna emancipada –a pesar de la heridas que tenemos en proceso de reparación (todas nosotras/nosotres)? ¿Cómo sería una posible vivencia materna fuera del traje opresor identitario de la maternidad normativa o la maternidad-como-práctica-única?

Luz Areli- Antes de responder a estas dos preguntas, te comparto que he leído la conversa que mencionas y me ha parecido muy reveladora, es urgente que podamos identificar las formas institucionalizadas de las lógicas de crueldad sobre los cuerpos reproductivos para comenzar a sanar. Lo pienso desde mi experiencia en Tlaxcala, México donde llevo siete años transitando intermitentemente procesos jurídicos referidos a la custodia de mi hija y observo que la llamada “perspectiva de género” está cada vez más integrada a los procesos jurídicos familiares, pero sigue funcionando en la lógica biparental-heteronormativa (que ustedes analizan) bajo reformados “modelos de vida adecuados” para las fuerzas reproductivas y productivas.

Confieso que en una temporada perdí las ganas de realizar ejercicios de especulación hacia un futuro materno (propio) deseable, estaba plagada de impotencia, dolor y frustración, pero en los últimos dos años a partir de proponerme desenmarañar la culpa que me ataba y me hacía justificar el “castigo”, he recuperado la esperanza y voy cultivando la potencia imaginativa y creativa. La escucha desde la ternura y compasión han sido claves para abrazar mi propio devenir madre y el de otras mujeres-madres que han influido en mi maternidad.

En este sentido, considero que pensar y desear la emancipación materna fuera o libre de trajes identitarios opresores – cualesquiera que sean, porque para mí la maternidad-como-práctica-única no fue si quiera opción, aunque tampoco me era deseable – es una práctica que debe pensarse en términos contextuales y relacionales, ya que mi emancipación puede no serlo para otra mujer-madre, por lo que es inoperante su aplicabilidad universal.

“Pienso que la base para vivencias maternas más gozosas tendría que responder a las necesidades de la madre y la cría según sus particularidades, ya que justo eso posibilitaría la emancipación de los trajes genéricos normativos” –Luz Areli Hernández Escobar.

Pero en un intento por reconocer un hilo en común que nos teja, creo que la emancipación de la maternidad comienza desde su elección libre e informada, así como vivir el embarazo y el parto libres de violencias.

En mi utopía materna: que como cuerpos-maternos no tengamos que sobrevivir desde la precarización y explotación (propia y ajena, incluyendo otras formas de vida no humanas). Asegurar un puerperio acompañado en el que recibamos cuidados necesarios para los momentos de recuperación que son cruciales, siendo contenidas en ese devenir madre que llega abruptamente y nos disloca la realidad. Imagino crianzas y cuidados colectivizados a partir de diferentes relaciones, no necesariamente consanguíneas y/o filiales, así como la posibilidad de pertenecer y crear comunidades de aprendizaje no escolarizadas que permitan involucrarnos desde nuestros saberes y prácticas diversas (pienso mucho en la soberanía alimentaria como eje de los cuidados de la vida).

Finalmente, desde mi corporalidad de mujer-madre confío en que la expresión (oral, escrita, artística, estética, etc.) de las complejidades que aparecen desde la concepción, abre grietas para desarticular la normatividad y acompañarnos en la emancipación.

Nota por Luz Areli Hernández Escobar: “Luisa querida, quiero decirte lo mucho que me emociona poder entablar esta conversa contigo e imaginar que otras madres o futuras madres nos puedan leer. Además, del sentido reparador que tiene para mí el poder nombrar las violencias pero también las sabidurías de mi ser madre joven. Me encantaría que se publique el día de mañana, es simbólico y sincrónico lo que está sucediendo, te comparto que me habían programado el 25 para junta familiar y nuevamente me han movido todo, quedando a expensas de sus tiempos de vacaciones y demás, a veces siento como me viene de golpe la impotencia, pero ahora, gracias a las conversas, encuentros, talleres y actividades como esta, sé que no estoy sola, que toca ser paciente y fiera, ahora sé cómo defendernos (mi cría y a mí) y cuidarnos”. 

Luisa- Muchas gracias hermosa, querida y lúcida Luz Areli. ¡Muy emocionada de la posibilidad de seguir navegando y enfocando en nuevas y posibles articulaciones materno-teórico-vitales emancipatorias juntas! ¡Seguimos!

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