“Herida social sobre los cuerpos reproductivos desde la naturalización de lógicas de crueldad”. ¿Cuales son las posibles tramas responsables de que continué abierta, hoy día, la herida social sobre cuerpos reproductivos? ¿Somos conocedoras de la reproducción de lógicas de crueldad sobre las crianzas no apuntaladas en macho-blancoprivilegios? -Conversación entre Paz Francés Lecumberri (Nafarroa), Consuelo García del Cid (BCN), Alba Schiaffino (Nafarroa) y Luisa Fuentes Guaza (Madrid/Murcia); en diálogo con la obra de Cristina Llanos (Madrid).

Obra cabecera: El pacto secreto (2013/2022) por Cristina Llanos. Instalación que formó parte de Maternar. Entre el síndrome de Estocolmo y los actos de producción, MUAC. México (2021-2022) + exposición colectiva Esperando a Thoreau: expresiones desobedientes Sala Amadís de Madrid (2022) + seminario ¿Por qué continúa el extractivismo sobre los cuerpos maternos?
(2022) MUAC UNAM.

Os compartimos la versión extendida de la conversación Herida social y lógicas de crueldad publicada en diciembre 2023 en la Revista Concreta 22 Maternidad, la cual lleva por título Un sufrimiento exquisito -editada por Maite Muñoz Iglesias y Laura Vallés Vílchez. Desde aquí nuestro agradecimiento, hacia ambas, por su trabajo, rigor y precisión.

Las prácticas maternas que sostenemos hoy están condicionadas por todo un andamiaje psico-normativo que funciona dentro/fuera. Esto es, desde inercias (dentro) que nos habitan como resultado de una colonización profundamente fascista en la que se cinceló la maternidad como práctica normativa, hasta todo un andamiaje externo (fuera) que sigue reproduciendo lógicas soterradas que normalizan una cultura del castigo en la que identidades devaluadas y sistemas de hipervigilancia todavía operan en contextos democráticos.

            Abrimos la siguiente conversación entre Paz Francés Lecumberri —penalista feminista y una de las principales voces del movimiento de abolición de las cárceles hacia proyectos de justicia restaurativa—, Consuelo García del Cid —escritora, investigadora y activista, centrada en la denuncia y análisis de cómo se estructuraron los reformatorios franquistas y cómo desde tales instituciones normalizaron el robo de bebés—, Alba Schiaffino —activista y movilizadora social desde la dignificación de la monomarentalidad para la desprecarización de las maternidades estigmatizadas desde movimientos anticapitalistas en Cataluña y Nafarroa— y Luisa Fuentes Guaza, investigadora feminista independiente sobre reproducción social y moderando este intercambio.

Una vez asumidas las prácticas maternas, el fin de esta conversación coral es explorar cuáles son las tramas que posibilitan que hoy día sigamos habitando una herida social sin probabilidad de restauración y sin acceso a la politización necesaria para su reparación. Ahondar sobre: ¿Cómo restaurar la herida social después del robo de bebés, los reformatorios franquistas y la estigmatización de maternidades no normativas en el estado español?

Recalcando que las prácticas maternas que sostenemos negocian con una articulación identitaria de maternidad como práctica-única-normativa. Como estrategia de dominación social. Cincelada (con dolor, sangre y hierro) para generar mano de obra reproductiva gratuita en régimen de esclavitud a partir de la expoliación continua de las fuerzas reproductivas. Reproduciendo lógicas sedimentadas en la psique-cuerpo-social que normalizan la cultura del castigo sobre identidades previamente devaluadas, y la imposibilidad de que podamos transcender de la cultura, instalada, del macho-trauma.

Abrimos la siguiente conversación (como proceso movilizador, a su vez, entre nosotras) para explorar cuales serían las tramas que posibilitan que hoy día sigamos habitando tal herida social. Como cuerpo-social-herido sin posibilidad de nombrado específico en el asunto-vital-público, sin posibilidad de restauración como herida-socio-histórica sin acceso a la politización necesaria para su reparación, una vez se asumen las prácticas maternas.

Ahondando en los paralelismos existentes entre el proceso de panoptización de las estructuras penitenciarias para el cuerpo-histórico-mujer, y cuerpo-histórico-mujer-madre, en relación a las asignaciones de género, como territorio identitario sometido al macho-pater-estado, y esto en relación a cómo se implementó todo un andamiaje que normalizada la reproducción de lógicas de crueldad sobre cuerpos reproductivos adolescentes, cuerpos reproductivos adolescente atravesados por violencias superpuestas, en artefacto disciplinarios llamados centro de tutela de menores durante la dictadura franquista, y cómo esto, la continuidad de tal herida-social sobre los cuerpos reproductivos sin resolver, sin politizar, es una de las patas responsable del proceso de recrudecimiento de ciertas dinámicas institucionales que siguen castigando a la unidad de crianza monomarental -no sujeta a un pater-blanco-salario.

Como continuidad de la obligatoriedad establecidas por lógicas blanco-pater-centrada, apuntaladas dentro del contrato-social vigente, como sistema de fuerzas que nos obliga a tener que ajustarnos a unidades de crianza hetero-nuclear desde un régimen psico-esclavitorio -y a su vez naturalizadas dentro del pacto social como unidades legítimas sinónimo de salud futura, y de condiciones óptimas para la protección de las fuerzas futura de trabajo.

Cómo todas estas tramas, que funcionan soterradas bajo las estructuras normativas, y como psico-residuos en el cuerpo-social-herido, son las responsables de que hoy día sigamos atravesando las maternidades como prácticas vitales tuteladas desde la naturalización de inercias de cancelación y dese la imposibilidad de poder drenar de la psique-cuerpo-social, un episodio histórico de crueldad inenarrable que condicionó, las prácticas maternas durante la dictadura, y que su no-politización sigue generando la reproducción de la crueldad, hoy día, junto a naturalización del castigo. 

Cómo en la tinieblas franquistas desplegaron unas lógicas de crueldad sobre los cuerpos reproductivos pobres o cuerpos reproductivos adolescente, cuerpo atravesado por violencias sistémicas, los cuales habían dislocado las exigencias identitarias establecidas durante tal periodo totalitario-opresor, para con ello ir cincelando una tipología de “maternidad” o práctica-única-materna-franquista como práctica blanco-esclavista, la cual sigue funcionando en el pisco-cuerpo-social como estructura de negociación permanente, como frontera respecto a lo que asumimos como prácticas vitales posibles o no-posibles.

Entendiendo que todo ese aparataje de opresión implementado generó una identidad-materna-esclavitoria, y que hoy día sigue condicionando la maternidad-normativa-contemporánea. Cómo las estrategias de disciplina identitaria que se pusieron en marcha durante la dictadura, y continuaron en la incipiente democracia hasta mitad de los años ochenta, y de manera encubierta hasta los años noventa, siguieron siendo reproducidas sobre cuerpos reproductivos pobres, expulsados de la red consanguínea del paterfamilias franquista y chantajeados con el manejo paterneurótico del derecho a la pertenencias la clan, lo cual constituye una de las mayores heridas-psíquicas-cuerpo-social-materno pertrechadas durante el franquismo. Herida psíquica responsable de parte de las narrativas actuales que refuerzan la reproducción de lógicas de sacrificio, auto-censura, auto-explotación, cancelación y extractivismos como ejes desde los que desplegar las prácticas maternas.

Nos interesa revelar cómo estas estructuras de domesticación identitaria sobre los cuerpos reproductivos pobres o sobre los cuerpos reproductivos que dislocaban las estructuras de la dictadura, normalizaron todo tipo de violencias y exclusiones -cuyas responsabilidades no han sido depuradas. Lo que sigue posibilitando la viva existencia de lógicas de interpretación extractivista sobre las maternidades -intensificadas sobre las maternidades monomarentales no sujetas a la estructura de jeraquización del paterfamilias.

Luisa Fuentes Guaza- Paz, como experta feminista en el análisis de estructuras penitenciarias, quería plantearte lo siguiente, como ejercicio de relevado de todo el proceso psico-normativo-socio-histórico naturalizado dentro del contrato social, sobre la continuidad de inercias que arrancan en la dictadura franquista, las cuales están caracterizadas por seguir reproduciendo unas lógicas de crueldad sobre los cuerpos reproductivos. Estas, implementadas durante el periodo totalitario, sin impunidad, fueren reproducidas sobre los cuerpos reproductivos pobres o cuerpos reproductivos que habían dislocado las exigencias establecidas por el paterestado-opresor o proyecto-pater-nación.

Entendiendo que todo ese aparataje implementado en el franquismo generó una identidad materna como práctica-materna-única, a partir de unos ejes marcados por un constructo de psico-esclavitud, y que hoy día siguen siendo parte de las raíces en la que se sujeta la maternidad-normativa-contemporánea.
¿Cuales sería las estrategias de disciplina social inherente en la panoptización de la maternidades dentro de las estructura penitenciarias las cuales refuerzan las asignaciones de género devaluadoras ancladas dentro del proceso identitario fascista sobre cuerpo-mujer y cuerpo-mujer-materno como identidad-normativa-única caracterizado por la asimilación de psico-esclavitudes?

Paz Francés Lecumberri- He escrito en distintos lugares (Véase (Francés Lecumberri, 2021) (Francés Lecumberri, 2022) que se podría afirmar en un sentido amplio que a lo largo de la historia las mujeres han sufrido distintos de encierros. El primero, en instituciones públicas: en cárceles, manicomios, centros de recuperación etc.. El segundo, en instituciones semi-públicas, cuando el encierro en esas cárceles, manicomios, centros de rehabilitación etc., era por motivos públicos pero la gestión era privada y por último los encierros propiamente privados, y me refiero con esto último al hogar. Las mujeres hemos estado sometidas a un encierro prácticamente en todos los ámbitos de su esfera privada. La concepción que durante siglos se ha tenido de la mujer como propiedad primero del padre y del marido e hijos (varones) después, así como del sistema de producción capitalista, permite afirmar que el encierro en todas sus facetas forma parte de la historia de las mujeres. Además, la historia del encierro de mujeres tiene dos dimensiones claramente marcadas que han predominado en todo el Estado Español.

La primera, en la que se piensa a las mujeres como sujetos de encierro a causa o como consecuencia de la comisión de un hecho delictivo; y la segunda, que viene del encierro de mujeres consideradas inadaptadas por romper con las lógicas de conducta «de género» imperantes en cada época. Es decir, ha sido especialmente el encarcelamiento femenino –prácticamente en toda su historia con la excepción del período de la Segunda República y posteriormente después, en democracia– el que ha tenido varias formas y una de ellas (pero no en exclusiva) tiene una dimensión vinculada a sus mandatos de género.

La pena de privación de libertad no se recoge en nuestro ordenamiento jurídico hasta el siglo XVII, porque antes la retención de las personas se utilizaba hasta el juzgamiento, por lo que eran estas meras cárceles de custodia. Por tanto, se debe afirmar que en un sistema de producción precapitalista la cárcel como pena no existe. Existía la cárcel preventiva y la cárcel por deudas, pero no la privación de libertad como castigo. En la península, en el siglo XVII se fueron instaurando para las mujeres Casas Galeras que se fueron construyendo en diferentes lugares como por ejemplo Valladolid, Granada, Madrid, Valencia, Barcelona, Salamanca, Zaragoza, Zamora, Córdoba y Pamplona, entre otras, y se inspiraban en el tratado de sor Magdalena de San Gerónimo (1608) que llevaba por nombre «Razón y Forma de la Galera». Magdalena de San Gerónimo acuñó este acertado nombre sugerido por el Dr. Don Cristóbal Pérez de Herrera para poner en relieve la semejanza de un sistema penitenciario adaptado a las mujeres en comparación con el que se venía practicando en los hombres: el trabajo en las galeras del Rey. Fue ella quien propuso al Rey en un pequeño memorial la puesta en práctica de la Galera para mujeres. La peculiaridad de la Galera era la de ser la primera estructura «carcelaria» pensada solo para mujeres, pero en las cárceles comunes hubo –aunque separadas de los hombres– mujeres todo el tiempo. Sin embargo, la galera estaba dirigida fundamentalmente a las pecadoras, y no a las mujeres delincuentes, concibiendo el encierro como un instrumento para una finalidad esencialmente moralizadora y religiosa.

Claramente este primer «encierro penal» incluía altas dosis de crueldad y maltrato. La condena trataba de formar a las reclusas en la disciplina social de la familia y el hogar patriarcal, con el trabajo doméstico como exponente y los instrumentos eran la disciplina y un duro régimen, a semejanza de lo observado por los condenados a remar en las galeras del rey. Nuevamente aquí se concreta la importancia del encierro privado, el del hogar, ya que será el modelo de domesticidad imperante en el hogar –único destino de la mujer– el que orienta estas instituciones de moralización y reforma y que además supuso el modelo para posteriores encierros de mujeres en las que conocemos hasta la actualidad como cárceles ordinarias. Y por eso me estoy extendiendo en esta primera forma de encierro de las mujeres, porque desde este momento, como se verá, el espíritu de la Galera, siempre ha estado presente de uno u otro modo en la historia del encierro femenino y hasta nuestros días. Una Galera que, tenía como finalidad el destinar a las mujeres a trabajar en la casa, de igual modo que en los presidios y cárceles de varones, el modelo era el de obrero-productor. Si bien, con distintos itinerarios y especialmente en la II República se trató de dar un giro a esta forma de encierro femenino y sus pretensiones, la dictadura franquista dispuso el andamiaje definitivo para afianzar toda la historia anterior. Como ya he escrito en otros textos ( (Francés Lecumberri, Mujeres presas en el franquismo. El impacto de la dictadura en la incorporación de la perspectiva de género en las prisiones españolas, 2017), el sistema penitenciario en España durante la guerra y en el primer franquismo se caracterizó por la indefinición más absoluta.

La historia de las mujeres en prisión en esta época, en su inmensa mayoría presas políticas, fue muy relevante porque la presencia de cárceles para mujeres en el periodo franquista fue importante y consolidó una tendencia anterior, solo pretendidamente revertida en la II República, de vinculación total entre el pecado y el delito y la comprensión de la reinserción como forma de reconversión de esas mujeres en atención a los roles de género imperantes. Había centros penitenciarios destinados a ellas en casi todas las regiones aprovechando diferentes estructuras preexistentes: instalaciones ya penitenciarias, conventos, cuarteles, seminarios… La manera de funcionar era discrecional para cada uno de los establecimientos y básicamente eran religiosas quienes se encargaban de custodiar estas estructuras con independencia de dónde estuvieran sitas. A pesar de lo que se dice, se ha de tener en cuenta que las mujeres eran disidentes perdedoras y sobre ellas, sus familias e hijos, existía un proyecto concreto de intervención que comenzaba a ejecutarse en la prisión. Es decir, la indefinición y el aparente caos no impedían que se desplegase ese proyecto en el que se pretendía conseguir la conversión a “ángel del hogar” de todas las presas y a aquellas perdidas/irrecuperables o simplemente desafortunadas, expropiarles de todo, incluidas sus criaturas. Las condiciones de hacinamiento, falta de higiene, de intimidad, de comida, marcaron los años de prisión de estas mujeres, quienes fueron objeto de fuerte represión.

Nos encontramos con que la guerra y posteriormente todo el período franquista dieron lugar, también en el ámbito penal y penitenciario, a un retroceso con respecto a los logros (pocos) conseguidos progresivamente en pro de la humanización del encierro en los años previos a la guerra y en espacial, en el periodo de la II República. Este escenario se mantuvo hasta la transición y la aprobación de Ley Orgánica General Penitenciaria y el Reglamento Penitenciario.

Con todo lo dicho hasta ahora en lo que se quiere enfatizar es en la idea de que de este periodo y de los anteriores, ha habido una característica que se ha perpetuado siempre en el encierro femenino: que ha servido para afianzar los estereotipos construidos entorno a la mujer conforme a sus roles de género. Desde la Galera hasta la actualidad, siendo el franquismo un periodo crucial de afianzamiento ideológico e institucional se ha trazado esa línea continua e invisible por la que siempre el encierro femenino ha sido un eje importante en la reproducción y consolidación del género normativo.

En este sentido, en cuanto a la cárcel y la adquisición de una mujer del status de presa (no solo de delincuente) los estudios (escasos en España), muestran cómo la prisión reproduce y  consolida  los  estereotipos  de  género  en  distintas  facetas.  En primer lugar, en la actualidad sigue  tratando de perpetuar  los  modelos  hegemónicos  y  heterocentristas  de  “buena  mujer”  y  “buena  madre”. 

La domesticidad de las mujeres encarceladas  se  consigue  en la actualidad, fundamentalmente,  a  través  del  conjunto  de  programas  formativos  y  educacionales  que  se  ofrecen  a  las  mujeres presas en las cárceles. Se les sigue formando en tareas de hogar, en lo relacionado con el espacio privado y reafirmando roles de género. Pero, además, en torno a este eje, se sigue trabajando la culpa de un modo que afianza la eterna culpa de las madres y su hiperresponsabilización hacia los hijos (aunque solo sea en la ficción porque la propia institución te impide en verdad y de verdad “maternar”). En sentido opuesto, la disciplina social también actúa en sentido opuesto: son las madres, parejas, hermanas e hijas quienes sostienen económica y emocionalmente a los hombres en prisión.

Pero no solo lo penitenciario actúa como dispositivo de control. También el propio entramado mediático-procesal-penal, por ejemplo, con el tratamiento mediático de las mujeres delincuentes, con la continua creación de víctimas-mujer o la falta de perspectiva de género en la aplicación de las leyes.

Luisa Fuentes Guaza- ¿Qué inercias/lógicas/estrategias continúan en la práctica materna actual que forman parte del proceso de asignación de género en la estructura penitenciaria?

Paz Francés Lecumberri- Desde mi experiencia subjetiva de maternar (en una parte solo mía y en otra compartida por todas) puesta en relación con los temas que han sido objeto de mi interés académico en los últimos años, se me ocurren algunas reflexiones que cruzan los caminos de dos instituciones eminentemente patriarcales: la maternidad y el control penal. Las feministas negras, lesbianas y no-madres ya hicieron esos cruces entre la maternidad institucionalizada y otras instituciones como el racismo y la heterosexualidad obligatoria (Yañez, 2017). Se puede y debe hacer el esfuerzo de pensar precisamente por lo que se pregunta: qué inercias/lógicas/estrategias continúan en la práctica materna actual que forman parte del proceso de asignación de género en la estructura penitenciaria y viceversa y más allá de eso reproducen los rasgos de tres estructuras: patriarcado/poder punitivo y maternidad, cuestión en la que me gustaría centrarme en los próximos años.

A mi modo de ver una de las inercias más importantes es la utilización del miedo (Restrepo Rodríguez & Francés Lecumberri, 2016). El poder punitivo utiliza el miedo a la exclusión social de las personas y la posibilidad de ser etiquetadas en la categoría de delincuente para someterlas a su control. Para sostener vivas estas amenazas, el sistema punitivo prevé penas que han evolucionado a lo largo del tiempo y cuyo paradigma principal en la actualidad es la prisión. Para reforzar la intimidación, el sistema punitivo usa el miedo al crimen y al criminal y a lo diferente, fomentado en el común de la gente una alarma permanente, para justificar el castigo y el control que conlleva. En definitiva, el miedo como parte nuclear de la dominación, es un elemento clave en el patriarcado, que es a su vez el mismo al que se recurre por el sistema punitivo. El miedo está específicamente presente en la maternidad en muchas formas: en el embarazo, en el parto, en la primera infancia de las criaturas, en las exigencias de nuestra relación de pareja, en el temor si seremos lo suficientemente buenas madres…Y el miedo está presente en la institución penitenciaria vinculada a la maternidad desde que la prisión prácticamente te impide llevar a cabo no solo una maternidad normativa sino mínimamente desarrollarte como madre. No es posible ningún proyecto de maternidad fuera de lógicas patriarcales y normativas dentro de la prisión. Pero, por el contrario, las exigencias de la prisión en que las mujeres madres sean “buenas madres” es constante.

La segunda vinculación general existente entre el poder punitivo y el poder patriarcal, que simplemente quiero dejar nombrada es la íntima relación con el capitalismo (Davis, 2003) (Federici, 2004) (Mies, 2019) (Roberts, 2017) que se traduce en similares lógicas de servidumbre, una evolución de las penas y del universo penitenciario a ritmo de capitalismo, en el negocio actual de las cárceles, impacto diferencia del sistema penal en el “primer y tercer mundo”, distintos derecho penales para  distintas clases sociales, etc. Todavía tengo que reflexionarlo pero se podría hacer un análisis de cómo las exigencias a las mujeres en relación a la maternidad han ido también transformándose a ese ritmo: momento históricos en que la producción de criaturas era primordial, al contrario la contención de la natalidad en la actualidad, periodos de maternidades en exclusiva, frente a otros en los que a las mujeres se les exige la incorporación al trabajo y a su vez sostener a las criaturas…En fin, un tema complejo que merece ser estudiado con calma.

En cuanto a los rasgos más específicos que comparten el poder punitivo y el poder patriarcal, aterrizada la cuestión en la maternidad, quisiera nombrar tres sobre los que todavía tengo que pensar: la generación de siervas: víctimas, incapaces e infantilizadas; el interés en la ruptura de los lazos de solidaridad; la asunción del concepto de culpa.

Creo que son evidentes muchos de los procesos de infantilización y desapoderamiento a los que somos sometidas en la maternidad y especialmente en el puerperio. Muchas veces patologizadas, nuestra forma de querer hacer las cosas en ese periodo, sea por intuición, necesidad o pura supervivencia son muchas veces vistas como inadecuadas a la luz de las exigencias heteropatriarcales. Muchas veces incluso el modo en que tratamos a nuestra criaturas es visto como excesivamente indulgente y pueril. Históricamente la patologización e infantilización de este periodo creo que tiene unos rasgos muy similares a las dinámicas que se despliegan cuando una mujer adquiere el estatus de presa.

El interés en la ruptura de los lazos de solidaridad, que está presente en la vida cotidiana entre las personas presas y especialmente claro entre las mujeres presa, de algún modo está vivo en las maternidades. Aparentemente la experiencia de la maternidad se dice que de manera natural te une con otras mujeres. Personalmente lo siento así pero no es lo que he vivido. Lo que me he encontrado es que las mujeres no compartimos de manera profunda y honesta lo que implica para nosotras la maternidad. Cuando algunos temas saltan en las conversaciones o se banalizan o simplemente se hacen incómodos silencios. Además, de algún modo hay un consenso a no cuestionar el estatus quo de la maternidad y más allá, las raquíticas instituciones que tratan de transformar la maternidad: escuelas infantiles, colegios y poco más. Por tanto, tal vez no se pueda hablar de ruptura de los lazos de la solidaridad, pero la forma en que se naturaliza lo que vivimos en la maternidad es en sí mismo un modo de no permitirnos alianzas reales y firmes que lleven a cambios radicales en nuestras maternidades que darían lugar a lugares más habitables, al menos, para nosotras.

El último rasgo al que me he referido es el concepto de culpa. Sobre el todavía tengo que pensar mucho pero el hilo del que tirar estaría en la idea de que en el patriarcado el concepto de culpa, el sentimiento de culpa, adquiere una especial relevancia para el sometimiento de las personas, lo que se suele denominar “servidumbre voluntaria”. La culpa es un eje muy importante en la ejecución penitenciaria y en particular en la ejecución de las penas en mujeres. El delito de las mujeres, simplemente por ser mujeres es siempre visto peor porque choca completamente con las características asignadas al género femenino. Eso activa unas dinámicas entorno a la vergüenza y la culpa muy fuertes, con implicaciones en la vida cotidiana y en la salida de estas mujeres de prisión. La culpa también está constantemente presente en la maternidad. Es como si estuviéramos programadas para que la culpa “salte” en cualquier momento y en cualquier situación, cuando lo que sucede no cumple con las altas expectativas depositadas en nosotras por nuestras criaturas, familia, parejas y sociedad. La hiperexigencia trae culpa, el agotamiento trae culpa, los sentimientos de rechazo traen culpa…Creo que Rich lo explica muy bien en el siguiente pasaje, porque todo lo que narra trae culpabilización.

(Rich, 2019, pág. 67) Presunciones que no han sido examinadas. Primero que una madre «natural» es una persona que carece de otra identidad, alguien que puede hallar una importante gratificación pasando el día entero con los niños, acompasando su paso al de ellos; que hay que aceptar como cierto el aislamiento de la madres y de los niños, juntos dentro de la casa; que el amor maternal es y debería ser literalmente desinteresado; que los hijos y las madres son la «causa» de los mutuos sufrimientos. Yo fui atrapada por el estereotipo de la madre cuyo amor es «incondicional», y por las imágenes visuales y literarias de la maternidad como una identidad unívoca. Si yo sabía que había dentro de mí zonas que nunca concordarían con aquellas imágenes, ¿no eran estas zonas anormales, monstruosas? Y como señaló mi hijo mayor, ahora de veintiún años, cuando leyó los pasajes transcritos más arriba: «Parecía que sentías como si debieras amarnos todo el tiempo. Pero no existe ninguna relación humana en la que puedas amar a la otra persona en todo momento». Sí, traté de explicarle, pero se ha pretendido que las mujeres —y las madres sobre todo— aman así.

Luisa Fuentes GuazaTomando lo que desarrollas sobre cómo una de las consecuencias de la implementación de la culpa, como herramienta de disciplina social sobre las madres o cuerpos maternos, genera la “servidumbre voluntaria”. Te propongo entrar ahí, e intentar desmenuzar las implicaciones de este estado de sometimiento a la estructura hegemónica extractivistas (respecto las fuerzas vivas que sostienen las prácticas maternas) por “propia voluntad”.

¿Podríamos  situar esta entrada pasiva (la cual intuyo está imbricada en cómo se maneja el sentimiento de pertenencia dentro del proyecto-pater-estado) a la “servidumbre voluntaria” como parte de una profunda colonización inconsciente sujeta a lo que podemos denominar como paternalismo devaluador introyectado sobre nuestros psico-cuerpos, entendido como lógica opresiva que normaliza la reproducción de la cultura del castigo sobre todas las identidades que previamente ha devaluado, junto con la imposibilidad de des-identificación de la propia vivencia dentro de la cultura del trauma naturalizada sobre los cuerpos, previamente, maltratados, para con ello seguir apuntalando su anclaje identitario basado en el expropiando-para-ser? ¿Podría la “servidumbre voluntaria” ser una consecuencia de este paternalismo-devaluador-introyectado naturalizado desde nuestro proceso de socialización como cuerpos-mujeres, y posteriormente recrudecido como cuerpos-mujeres-madres?

La “servidumbre voluntaria” dentro de todo el aparataje normativo de control sobre los cuerpos maternos: ¿podría también ser consecuencia de un territorio psíquico de dominación articulado a partir de la confusión que existe dentro de los trabajos reproductivos o trabajos maternos o prácticas maternas inherentes a la reproducción social debido a las narrativas y facho-inercias esencialistas, junto a todo el aparataje de la romantización –como sistema de disciplina social para mantener la productividad de la unidad de crianza hetero-nuclear como mano de obra reproductiva gratuita?

¿Será que la “servidumbre voluntaria” se sirve de la culpa como carga psíquica de neutralización coercitiva, inoculando en nuestros psico-cuerpos procesos –constantes- de auto-censura, auto-asimilación de un estado de negación perpetúa ante la especificidad de nuestras problemáticas vitalo-maternas, aceptación de la imposibilidad del derecho al nombrado específico a partir de cada corpo-afectación que nos atraviesa o la devaluación de nuestra potencia política para poder existir como sujeto legítimo ante sus ojos? ¿Podríamos entender  la “servidumbre voluntaria” como un proceso de re-direccionamiento inconsciente de nuestras fuerzas vitales hacia una estructuras previas establecidas por el proyecto-pater-estado para con ello poder continuar con el extractivismo sobre nuestros cuerpos maternos desde su expropiando-para-ser?

Paz Francés Lecumberri– Respecto a la primera pregunta, sin duda podríamos considerar a la “servidumbre voluntaria” como parte de una profunda colonización inconsciente. La servidumbre voluntaria, de hecho, creo que es una consecuencia del, como mencionas, paternalismo-devaluador-introyectado. Étienne de la Boétie, en 1548, en su obra que lleva este mismo nombre “La servidumbre voluntaria”, ya utilizaba este concepto de disposición voluntaria, aunque fuese pensado en este caso para explicar el sometimiento aceptado por las personas de la época a la monarquía. El concepto es muy útil y lo usé desde la primera vez que hice una aproximación entre el poder punitivo y el poder patriarcal (Restrepo Rodríguez & Francés Lecumberri, 2016) porque creo que es un concepto muy útil para comprender cualquier tipo de opresión, especialmente de las que se presentan a las mujeres porque en muchas ocasiones son complejas y sutiles. La idea que implica es que la dominación es posible porque la parte oprimida colabora sin saberlo en su propia opresión.

Frente al patriarcado se presentan las mismas circunstancias: son las mujeres las principales reproductoras de este régimen que, en realidad, las somete y son ellas mismas las principales educadoras de las futuras generaciones de hombres y mujeres reproduciendo los roles tradicionales de la masculinidad y la feminidad, entre otras cosas. Esta dinámica de retroalimentación se logra mediante la fórmula de hacer que las mujeres asuman la posición de víctima y que voluntariamente no salgan de ella. Con esto, abordando tu segunda pregunta, creo que sin duda la confusión que existe dentro de los trabajos reproductivos o trabajos maternos debido a las narrativas y facho-inercias esencialistas es parte de la culminación de la “servidumbre voluntaria”, parte de esa construcción del estado de víctima.

En cuanto a si la “servidumbre voluntaria” se sirve de la culpa como carga psíquica de neutralización coercitiva, inoculando auto-censura, auto-asimilación, negación perpetúa, etc., considero que en parte sí, pero de manera indirecta. Es decir, como decía antes, la lógica fundamental de la “servidumbre voluntaria” es la de la victimización, que en concreto en el caso de los cuerpos maternos daría lugar a que ellas se acomoden en ese lugar sin ser capaces de vislumbrar que quedan limitadas o incapacitadas como personas, puesto que se ven abocadas a la pérdida de responsabilidad que es propia de esa condición de víctima. Son muchos los dispositivos que intervienen en la maternidad para que esto sea así. Pero evidentemente la victimización y la culpa tienen mucha relación y más todavía: si la victimización da lugar a esa desresponsabilización de nuestra propia situación a “no hacernos cargo” de nosotras mismas en sentido profundo y radical, sumada una buena dosis de culpa, se da la combinación perfecta para participar en los procesos que nos oprimen.

No solo ello, sino que se da la paradoja de que somos nosotras mismas alicatadoras de ese sistema perpetuándolo. Esto me lleva hasta la última de las preguntas que me haces y que visionariamente culmina en la tesis que he mantenido en distintos trabajos desde la perspectiva del poder punitivo, sin hacer un análisis tan fino y trabajado (como es tu caso) desde la teoría feminista que es lo que ahora traes. Utilizando tus mismas palabras, la “servidumbre voluntaria” es un proceso de redireccionamiento inconsciente de nuestras fuerzas vitales hacia unas estructuras previas establecidas por el proyecto-pater-estado para con ello poder continuar con el extractivismo sobre nuestros cuerpos maternos desde su expropiando-para-ser; del mismo modo que el proceso de encarcelamiento es un proceso de domesticación hacia el mantenimiento del proyecto pater-penal-securitario para poder continuar con el extractivismo de cuerpos encarcelados. Estos dos sistemas, el poder punitivo y el poder patriarcal,  que a mi modo de ver, son los pilares en los que se asienta nuestra civilización, tiene esa misma característica de servirse de la servidumbre voluntaria como fórmula inconsciente de reforzamiento de los marcos (estructural y mentales) existente. Qué duda cabe que, como se ha expuesto, los dos poderes fueron profundamente fortalecidos en toda la dictadura franquista y de aquello somos todavía deudoras.

Luisa Fuentes Guaza- Consuelo, como investigadora enfocada en la denuncia y análisis de cómo se estructuraban los reformatorios franquistas (también funcionando en la incipiente democracia, años 80), y cómo normalizaron el robo de bebés, como centros de tutela de menores -niñas y adolescentes- junto a tus proceso de activismo, han sido claves dentro del proceso de análisis en el que estamos, como parte de las Nuevas Luchas reproductivas, para intentar revelar cuales son los anclajes en nuestro contexto del Estado-Español que vertebran el constructo identitario de maternidad-normativa-como-práctica única, dentro del cual asumimos, naturalizamos, las prácticas maternas como una práctica social sujeta a todo un armazón normativo de opresión e hipervigilancia como consecuencia de la reactividad de los cuerpos maternos frente al terror sistémico generado por unas lógicas de crueldad implementadas en tales artefactos de opresión durante la pasada dictadura. Lo cual nos hace entender que tales violencias sobre los cuerpos reproductivos, encerrados, secuestrados y maltratados cruelmente, en estas instituciones franquistas/totalitarias, ha generado una vivencia de la maternidad sujeta a un eje opresor identitario. Construyendo una identidad única para lo materno asumida por el resto del grupo social como movimiento reactivo de auto-conservación de la propia vida. Como decía Silvia Federici, sólo necesitas quemar a unas cuantas brujas para que todas las demás mujeres sepan que no es viable, dentro del aparato de estado que se está fraguando, la existencia de la mujer libre, ni mucho menos de la madre libre. 

Partiendo de cómo las psico-secuelas de este proceso socio-histórico dictatorial sobre los cuerpos reproductivos forma parte de las estructuras psíquicas con las que negociamos diariamente, y también de cierta inercias estatales de castigo sobre cuerpos maternos que devienen de contextos marcados por violencias sistémicas, vemos cómo todavía está muy impregnada en nuestra piel, que hemos heredado de nuestras abuelas, su condición de esclavas domésticas y psico-afectivo-sexuales respecto al paterestado. Secuestradas dentro del contrato social franquista.

Me gustaría que nos compartieras desde donde se llevaron a cabo tales prácticas de crueldad y en qué consistían las mismas. Como comienzo de un ejercicio de justicia restaurativa que le debemos a este episodio socio-histórico pendiente de politización, nombrado y restauración. 

Como herida social, sin depurar para su efectiva restauración. Como herida social traumática sobre los cuerpos reproductivos que entraban en aquellos artefacto disciplinarios o centros de tutela y esclavitud. Para revelar cómo estas lógicas de opresión sobre los cuerpos reproductivos dentro de tales instituciones franquistas, las cuales continúan funcionando hasta entrada la democracia 1985/86 (¿son correctas estas fechas, Consuelo?), fueron sedimentando en el imaginario político un constructo de madre normativa psico-esclava sujeta a la construcción del Estado-Nación como mano de obra reproductiva, donde se disponía de su cuerpo y de sus criaturas desde la normalización de prácticas de crueldad, robo fuerzas vitales y extractivismos de todo tipo.

Consuelo García del Cid- El Patronato de Protección a la Mujer fue una institución fascista creada en 1902, desapareció con la segunda República para regresar en 1941 presidido por Carmen Polo, esposa del dictador. No desapareció por completo hasta 1985, esto es lo más flagrante, nadie se ocupó del asunto. Cuando España tenía tanta prisa por ver mujeres desnudas en el cine de destape, en legalizar las casas de juego y otros asuntos relativos a la llamada Transición Democrática, que no fue otra cosa que un Posfranquismo como una catedral, resulta que miles de adolescentes permanecían encerradas en reformatorios por besarse en la última fila de un cine, bailar agarrado, perder la virginidad, llevar minifalda, saltarse las clases, fumar por la calle, rebelarse ante los rigores familiares, manifestarse contra la dictadura.

El Patronato tenía como lema «velar por la mujer caída o en riesgo de caer». Máxima aplicable a cualquier chica que se saliera de la norma. Contaba con la figura de las celadoras o guardianas de la moral femenina. Estas mujeres habían aprobado una oposición con los únicos requisitos de ser afines al régimen y tener una moral intachable. Se paseaban por las llamadas «zonas de conflicto» (bailes, piscinas, bares, jardines, cines y centro de las ciudades). En el momento que captaban una chica considerada en peligro moral, llamaban a la policía, eran detenidas y conducidas al COC, Centro de Observación y Clasificación, una especie de comisaría encubierta para mujeres, donde permanecían no más de una semana en Observación. Allí se les hacía una prueba ginecológica, constando en el expediente como “completa” la que era virgen, e “incompleta” la que no lo era. Esta circunstancia era determinante para que la menor fuera conducida a un reformatorio más o menos severo. El Patronato las tutelaba, siendo entonces la mayoría de edad a los 21, extendiéndose hasta los 25 años para las tuteladas. Las podían tener encerradas en un sistema penitenciario oculto contra las mujeres no reconocido de forma oficial. 

El patronato fue una institución desconocida para la mayoría. Pasé por reformatorios franquistas por rebelde, pertenezco a una familia burguesa de Barcelona, me manifestaba contra la dictadura y me rebelé. Salí en 1976, jurando a mis compañeras en el patio que aunque pasaran 40 años, yo sería escritora y el país entero sabría lo que nos hicieron. Empecé a cumplir esa promesa en 2012 con un ensayo político titulado “Las desterradas Hijas de Eva”, y muy lentamente, como un goteo, empezaron a salir supervivientes. El estigma de vergüenza continúa latente. Nos lo grabaron a fuego las congregaciones auspiciadas por dicho Patronato: Adoratrices, Oblatas, Trinitarias, la orden secular de Las Cruzadas Evangélicas y Monjas de la Caridad de San Vicente Paúl.

Esas congregaciones eran las manos que mecieron todas las cunas represoras, cobrando una mensualidad por interna en manos del Patronato. Las menores eran explotadas laboralmente en sus talleres de trabajo sin percibir salario alguno, y obligadas a rezar, fregar y obedecer durante el resto del día. El maltrato psicológico era brutal, y en las Oblatas hubo castigos físicos. Las llamadas celdas de castigo se disfrazaban como «salas de reflexión y catarsis», donde se permanecía días enteros en un espacio mínimo completamente a solas. La disciplina era terrible, y muchas de las internas se autolesionaban cortándose las venas sin que nadie atendiera su desesperación. Los suicidios se justificaban como «intentos de Fuga», a nosotras nadie vino a darnos un tiro en la nuca, y las muertas, también se disfrazaron.

Muchas de las tuteladas venían de orfanatos, otras estaban allí por pobreza, pero la mayoría por haber «transgredido» el patrón moral franquista. Se trataba de imponer la moral franquista por la fuerza y a cualquier precio. Funcionaba la delación, ya que el Patronato se dirigía a maestros de escuela y párrocos de iglesias, quienes informaban a la institución del «peligro moral» que corría determinada joven, peligro al antojo de una moral impuesta que no permitía rebeldes. No es cierto que se tratara de prostitutas como consta en sus memorias, las que se llegaron a prostituir fue después de estar tuteladas, no antes. Se prostituían durante las fugas de los reformatorios para poder comer y dormir bajo techo. Las detenidas eran esposadas como delincuentes, ingresando en los reformatorios completamente destrozadas en todos los sentidos. No existía la compasión, nos veían llorar días y días, y si no cesaba el llanto, la amenaza no era otra que el Psiquiátrico de Ciempozuelos o el de Arévalo (Ávila). 

Las homosexuales fueron especialmente castigadas, ingresando en psiquiátricos por el simple hecho de serlo, sin otro diagnóstico que «homosexualidad, trastorno de conducta». Muchas murieron allí. Ciempozuelos contaba con un pabellón especial llamado «Las Patronatas», donde gozaban de una cierta consideración hospitalaria, porque se experimentó con ellas (electro schoks y comas insulínicos). Hasta 2012, nadie había hablado del Patronato, una auténtica GESTAPO a la española contra las mujeres. Desde entonces, llevo trabajando el tema, al principio completamente sola, sin ningún tipo de ayudas o subvenciones. Empecé a trabajar fuera de España, pues entonces vivía en Salzburgo, Austria. Recibí amenazas de muerte sin ser consciente de haber metido el dedo en una llaga desconocida: el agujero negro más profundo de la memoria contra las mujeres. La desaparición del Patronato se anuncia en 1978, pero no desaparece hasta 1985. La entrega de funciones por la Comunidad de Galicia la hizo Mariano Rajoy Brey, entonces secretario de la comisión mixta. Por la comunidad de Madrid la hizo Joaquín Leguina. Nadie sabía lo que pasaba, no le importamos a nadie. 

He publicado cuatro obras sobre el Patronato, incluido mi testimonio personal. Conferencio por toda España y lentamente se va conociendo el asunto. Estamos ante la atrocidad más grande que mente humana pueda imaginar. 

El robo de bebés en los reformatorios de madres solteras era habitual, especialmente en la llamada Maternidad de la Almudena, conocida como Peña Grande, también Villa Teresita y Tu Casa. Los embarazos provocados para ser libres a través del matrimonio,  creyendo que el novio se iba a casar con ellas y saldrían de los reformatorios, eran algo muy frecuente. Terminaban abandonadas una vez más e ingresadas en lugares Dickensianos donde se las humillaba desde el día de la llegada : «Golfa, puta, zorra, has desgraciado tu vida, firma aquí, nosotras tenemos familias buenísimas que le darán a tu hijo una vida que tú jamás podrás dar». Parían en los reformatorios, en manos de comadronas despiadadas que eran ayudadas por otras internas. 

Las congregaciones religiosas auspiciadas por el Patronato, una vez definitivamente desaparecido, se convirtieron en ONG y son subvencionadas con dinero público sin haber resuelto su pasado reciente ni haber pedido perdón. Dependen de los Servicios Sociales, entidad cuestionable en cuanto a la retirada de tutelas con informes falsos y manipulados. El lenguaje actual utilizado en los llamados «informes psicosociales», es un calco verbal e ideológico de los expedientes del Patronato. Han cambiado las formas, pero no el fondo, porque el país que oculta, miente o niega su propia historia, está irremediablemente condenado a repetirla. 

Luisa Fuentes GuazaTe propongo ahondar en unos de los episodios históricos de mayor crueldad pertrechado durante el franquismo, ocurrido durante más de cuarenta años en la “Maternidad de La Almudena”. Cerrada en 1984, y situada en el barrio de Peña Grande (Madrid), para poder revelar cuales eran las prácticas diarias que conformaban unas dinámicas operativas dentro de este artefacto de secuestro y maltrato sistémico. Recordando que dicha Maternidad fue un Correccional para madres solteras manejado por el “Patronato de Protección de la Mujer” -el cual se extingue en 1984 una vez creado en 1983 el Instituto de la Mujer, organismo autónomo dependiente del Ministerio de Cultura. Sabiendo que el equipo que conformaba dicha Maternidad había naturalizado de manera siniestra, desde su fundación, el robo de bebés a cuerpos reproductivos pobres o cuerpos reproductivos que habían dislocado las exigencias identitarias franquistas.

Entendiendo que este episodio revela parte del proceso de articulación del constructo identitario de maternidad-normativa-como-práctica-única como identidad sometida a ejes disciplinatorios desde todo el aparataje de socio-opresión generado por el blanco-maltrato de la modernidad sobre el cuerpo-mujer-histórico-reproductivo partir de lógicas de crueldad. Lo cual ha generado unas inercias psíquicas que siguen conformando parte de los psico-consensos, que conforman el actual pacto social, y de parte de los psico-residuos existentes en muchas dinámicas institucionales -lo cual normaliza la reproducción de violencias y vigilancias sobre tales procesos reproductivos, al día de hoy.

Nos interesa revelar cómo estas estructuras de domesticación identitaria sobre los cuerpos reproductivos pobres o sobre los cuerpos reproductivos que dislocaban las estructuras de la dictadura, normalizaron todo tipo de violencias y exclusiones, cuyas responsabilidades no ha sido depuradas, y las cuales siguen posibilitando, hoy día, lógicas de interpretación extractivista sobre los cuerpos reproductivos.

Podrías, Consuelo, desgranar en detalle cuales eran las estrategias de ingreso en la «Maternidad de Peña Grande». Cuales eran las prácticas diarias volcadas sobre las madres solteras secuestradas en dicha institución. Cuales eran las dinámicas de crueldad y maltrato que se reproducían diariamente. Cuales eran las psico-consecuencias de las madres solteras que ingresaban en este artefacto siniestro. Cuales eran las dinámicas que utilizaba el equipo para la sustracción de bebé y venta a familias acopladas a las estructuras identitarias establecidas por al régimen franquista. Para con ello poder revelar las estrategias que reproducían tales tramas, y así poder entender el psico-alcance en el cuerpo social de cómo tales prácticas cincelaron una construcción identitaria de maternidad-normativa-como-práctica-única. Como práctica social en términos esclavistas. Como mano de obra reproductiva gratuita, de la que se servía el proyecto dictatorial para la articulación del pater-estado- totalitario, y cuyos psico-residuos continúan.

Consuelo García del Cid–  La llamada Maternidad de la Almudena, conocida popularmente como Peña Grande por el nombre del barrio donde estaba ubicada, estuvo en manos de las Siervas de la Dolorosa hasta 1969, pasando en 1970 a la orden secular de las Cruzadas Evangélicas, que ya eran famosas por los malos tratos a las presas de las cárceles de mujeres. Hasta tal punto que en los años 70 se manifestaron familiares de presas en la Cárcel de Les Corts, Barcelona. 

El centro dependía del Patronato y allí iban a parar las embarazadas rechazadas por sus propias familias, que ocultaban la «vergüenza» de un embarazo estando solteras. Muchas de las internas procedían de otros reformatorios también dependientes del Patronato, que provocaban el embarazo creyendo que de esta forma serían libres a través del matrimonio. Quedaban embarazadas de los novios o durante las fugas. Hay que entender que era una medida desesperada, al no poder soportar los reformatorios. En Peña Grande, desde el momento del ingreso, les ponían un papel delante para que firmaran la adopción, objetivo constante incluso con los dolores de parto. Firma. Firma. Firma. 

Trabajaban a destajo en los talleres de trabajo, no se respetaba tiempo alguno de descanso y el trato era completamente vejatorio. «Golfa, puta, desgraciada, no sirves para nada» y otros calificativos harto humillantes eran el pan de cada día. Parían como animales, las dejaban solas en una habitación llamada «la dolorosa», donde pasaban horas y horas mientras dilataban. Cabe destacar que el centro vendía las placentas a una fábrica de cosméticos. Las internas consideradas más «ordenadas, educadas y pulcras» eran expuestas todos los domingos, después de la misa, en fila, delante de una serie de «señores» que buscaban esposa. Muchas terminaron en manos de alcohólicos y maltratadores. Semejante aberración no es otra cosa que trata de blancas en nombre de Dios. Las madres podían permanecer en el centro hasta que el niño cumplía tres años, en adelante, las dejaban en la calle. En Peña Grande se robaron muchos bebés, utilizando siempre el mismo sistema. Las internas completamente abandonadas por sus familias, a las que nadie venía a ver, eran las elegidas. Les decían que el niño estaba muy enfermo y que había que llevarlo al «botiquín». Ninguno regresaba : tu hijo ha muerto, ese era el mensaje. Falso. Había sido dado en adopción. 

El rastro biológico de los nacidos allí es muy complicado de seguir porque en algunos casos, en la partida de nacimiento constaban los nombres de los padres adoptivos. Durante los más de 12 años que llevo entregada a esta misión, he conseguido algunos reencuentros, aunque pocos. Aprovechaban el momento del parto para humillarlas como nunca : «Quieres un espejo para ver cómo pare una perra?». «Deja de gritar, no te dolía cuando lo tenías debajo, puta». «Si te diste el gusto, aguanta ahora el disgusto». Hubo dos incendios, se dice que no fortuitos, sino provocados por internas a las que habían robado sus hijos. 

El centro se cierra gracias a la rebelión de tres internas, que acudieron a Enrique Miret Magdalena, entonces Director General de Protección de Menores del Ministerio de Justticia. Fueron recibidas por él, y así se supo del régimen de internado, los malos tratos y el robo de bebés. Con ello, una trabajadora social extendió un informe en el que se reflejaba el clima moral del asunto : internas muertas de miedo al hablar y niños sin expresión de risa ni llanto. 

Las tres internas «rebeldes» eran amenazadas por internas de otras plantas, y fueron las mismas Cruzadas Evangélicas quienes instigaron a que las «pegaran una paliza», porque -según ellas- , el centro se iba a cerrar por culpa de las «tres mosqueteras» que pusieron la institución contra las cuerdas. Lo consiguieron. 

El Instituto de la Mujer no contempló jamás Peña Grande, era como si no existiera, y lo mismo sucedió con Villa Teresita y el resto de centros, siendo Peña Grande el más relevante, ya que contaba con 600 internas mas los bebés que se quedaban hasta los tres años. Las internas sobrevivían en un ambiente de terror y maltrato constante, cargaban sacos de correos en camiones sin que se tuviera en cuenta su estado de gestación. Tampoco se respetaba el puerperio. Uno de los últimos suicidios fue el de Angelines. Se tiró por el hueco de la escalera. Le habían robado a su hijo. 

En los partos, el médico aparecía solo en contadas ocasiones. Normalmente daban a luz en manos de comadronas que eran ayudadas por otras internas. Al cerrarse el centro en 1983, algunas fueron trasladadas a un centro de Pozuelo donde el trato fue muy distinto y para mejor. El resto, quedó en la calle. Ese era uno de los trucos finales : estás en la calle, nadie te quiere, firma. Y algunas, firmaban la adopción en el último momento, pero eso no significa que abandonaran a sus hijos. Las firmas finales se producían bajo presión extrema. En Peña Grande se vulneraron los derechos humanos a diario sin que nadie hiciera absolutamente nada. 

El Instituto Andaluz de la Mujer sí actuó con las internas de Baeza, centro conocido entre las internas como «el penal», porque de allí no se salía ni te podías escapar. Baeza era una fortaleza (Palacio de los Obispos) situado en medio del campo, y aunque te escaparas, te pillaban corriendo campo a través. Actualmente es el Centro Cultural Carmen de Burgos. El Instituto Andaluz de la Mujer entró en el reformatorio y se ocupó personalmente de todas las internas, no sin estupor al ser conocedoras de la realidad. Encontraron trabajos para la mayoría y algunas fueron a Francia, dada la mala fama en el pueblo de Baeza de ese lugar : todas estaban irremediablemente marcadas. 

Fue en Baeza donde tuvo lugar la gira promocional final de «Las desterradas hijas de Eva», donde una persona del público me amenazó con meterme en la cárcel por lo que estaba denunciando. Por otro lado, al contactar con determinados periodistas, el mensaje fue el siguiente : «A nadie le interesa, a estas alturas, lo que pasó con unos cuantos miles de adolescentes que ya no lo sois y pasaron por esos centros que tú dices».

También cabe destacar la conversión en ONG de las congregaciones auspiciadas por el Patronato, que actualmente gerstionan los centros de menores cobrando dinero público, sin haber resuelto su pasado reciente ni haber pedido perdón. Mientras tanto, las supervivientes tuvimos que soportar cómo se dio el Premio a los Derechos Humanos Rey de España. Derechos Humanos ! cuando los vulneraron absolutamente todos. Cómo es posible que una feminista histórica, Victoria Kent, fuera vocal del Patronato.

Las manos que mecían las cunas de los reformatorios eran las monjas, ellas decidían el trato, crearon un régimen penitenciario oculto para menores, y abrían los brazos al gran menú estatal represor contra mujeres que eran niñas, adolescentes, chicas que no habían cometido delito alguno. Los directivos del Patronato es muy probable que desconocieran la realidad. De hecho, el último presidente, Jaime Cortezo, un demócrata cristiano, en 1978, cuando por primera vez se anuncia la desaparición del mismo ( aunque no se extingue hasta 1983) , se dedicó a visitar todos los reformatorios, uno a uno, y declaró en prensa que » mientras yo esté, ese espíritu no se colará», refiriéndose a los centros Dickensianos y el trato a las internas. Jaime Cortezo apareció asesinado a puñaladas en su coche, sin que se haya aclarado el suceso.

Si existe un nombre, una persona, que realmente se enfrentó al Patronato de Protección a la Mujer, se llama Jaime Cortezo. Y lo hizo por justicia, completamente abrumado de lo que veía. La memoria histórica tiene una deuda con el Patronato que no ha contemplado. Fue la mayor aberración cometida contra las mujeres. Una GESTAPO a la española. Llevo más de doce años luchando para que salga a la luz.

En cuanto a las distintas formas de ingreso y estancia en los reformatorios, no todas estaban tuteladas por en Patronato, aunque sí la inmensa mayoría. Existían las llamadas «de pago» ( como era mi caso). Ser «de pago» significaba que era la familia quien tomaba la decisión de encerrarte, es decir, como meterte en la cárcel y pagar el alquiler. Las de pago, no sólo no contaban con ningún privilegio sino que eran las más machacadas. Ingresaban por motivos políticos o de rebelión familiar, es decir, por pertenecer a grupos anti franquistas y por manifestarse contra la dictadura. Eran pocas, pero se distinguían del resto por su carácter y capacidad de liderazgo, que las monjas se encargaban de anular. Especialmente vigiladas, tenían prohibido hablar con las demás porque las podían «corromper». 

Las internas de pueblos y las de ciudad estaban separadas por el mismo motivo. Coincidían en el patio, y a esa hora, había más monjas que internas, porque estaban controlando quién hablaba con quién. 

Los traslados eran algo habitual y uno de los castigos más determinantes. En cualquier momento te podían trasladar a otro reformatorio más duro, a veces durante un tiempo corto y otras de forma definitiva. Estos castigos se aplicaban para que ninguna soñara con volver a casa, sino a su reformatorio de origen, borrando así cualquier ansia de posible libertad. Y funcionaba, porque te demostraban que tu destino podía no tener fin y que existían sitios peores. 

Luisa Fuentes Guaza- Desde la crueldad que describes, naturalizada dentro una estructura de supuesta tutela de menores, donde se había establecido toda una psico-trama de maltrato sistémico sobre las adolescentes, jóvenes, jóvenes madres para así poder pertrechar el robo de sus criaturas bajo una carcasa de imposición y exigencia ideológica fascista, nos queda poder entender la trama socio-histórica que ha permitido llegar a 2023 sin un proceso de depuración profunda de este trauma social reproducido durante años, que sigue en activo en nuestra psique-cuerpo-social-colectivo reforzando, al día de hoy, nuestra condición como identidades devaluadas al ser mujeres, y mujeres madres.

Consuelo García del Cid- No solo fueron adolescentes, la cadena institucional empezaba en los Preventorios, lugares atroces donde a niñas de 4 años en adelante las afeitaban la cabeza al cero, recibían palizas a diario y pinchazos de supuestas vacunas. “Preventorio de Guadarrama, la voz de la Memoria” es el libro que escribí junto con Chus Gil. 

También en los orfanatos, cuya prolongada cadena pasaba directamente del Tribunal de Menores al Patronato de Protección a la Mujer, a niñas muy pequeñas les ponían ortigas en la vulva cuando se hacían pis en la cama, además de utilizarlas para mendigar por domicilios, acompañadas de una monja de la congregación de las Oblatas  del Santísimo Redentor. Niñas pidiendo limosna de casa en casa para la orden religiosa que las tutelaba. 

Esas niñas pasaban directamente de los orfanatos a los reformatorios. Sin más. 

Del Patronato no se sabía nada hasta que empecé a trabajar completamente sola. A nadie le interesó, no éramos más que carne de institución, repudiadas social y familiarmente, en manos de monjas que todo lo hacían «en nombre del bien», y su bien, nos hizo mucho mal. Las heridas continúan abiertas. El Patronato ni siquiera se ocultó, es que no interesaba, se conocía muy poco, éramos las «díscolas, descarriadas y rebeldes» bajo un sistema penitenciario oculto para menores que no tuvimos derechos, puesto que se nos negaron todos. Detenciones ilegales sin que mediara un abogado, niñas esposadas que ingresaban en los reformatorios por bailar agarrado o darse un morreo con el novio. 

Ni siquiera el robo de bebés se ha contemplado jurídicamente, se archivan las denuncias amparándose en la prescripción, término que lo invalida todo. 

Como creo haber dicho anteriormente, cambiaron las formas, pero no el fondo. Las congregaciones religiosas auspiciadas por el Patronato están activas, vivien del dinero público y reciben premios tales como, los premios otorgados a las Adoratrices (premio Derechos Humanos Rey España 2014, premio Familias Andaluzas 2021, Mención Honorífica premio Clara Campoamor 2023, premio Menina 2017, premio Cope al colegio Niña María de Guadalajara) o a las Oblatas (premio Zirgari a la Igualdad 2018, premio al ejemplo de fortaleza en Almería 2021 o premio Meninas en Alicante, 2021).

Luisa Fuentes GuazaImpacta que la estructura pública estatal o la sociedad civil no haya puesto sobre la mesa como urgencia política, en el mismo nivel que los procesos de reparación de la Ley de Memoria Histórica, este episodio que nos detallas. Encontrarnos con la no-acción por parte de todo el aparataje normativo ante una herida social de consecuencias inenarrables pertrechada sobre las menores y jóvenes que fueron maltratas y secuestradas en estos artefactos reproductores de crueldad. Entender las consecuencias que esto ha tenido también sobre sus criaturas.

Por qué estamos todavía, hoy, sin articular un grito colectivo ante un episodio histórico que se siguió perpetrando ya entrada la democracia, por estructuras, hoy supuestamente, recicladas como democráticas, como ONG, como plataformas religiosas y civiles, sin un proceso social de colectivización del dolor sufrido por los psicólogos-cuerpos de aquellas adolescente y jóvenes, como se han hecho con programa de “Reparación a las víctimas de las graves violaciones a los derechos humanos ocurridas en el contexto de un conflicto armado interno” tal como el implementado tras la guerra civil El Salvador u otros similares. Cómo seguimos sin una restauración pública hacia las víctimas.

Cómo nos encontrarnos con tal herida social -como trauma social pendiente de socio-terapeutización-  sin politización o pensando desde Hannah Arendt, con una herida social que no ha tenido acceso a reconocerse a sí misma como cuerpo legítimo herido por sanar existiendo con plena capacidad jurídica en lo público. Con plena presencia en el asunto-vital-público. Como acceso a la identidad política de un cuerpo-social que deviene de un histórico de opresión. Sorprende encontrarnos hoy día sin judicialización de todo lo que has narrado.

¿Será, Consuelo, que obedece a que todavía continúan esas lógicas de interpretación devaluadoras donde las menores y jóvenes mujeres que dislocan las exigencias identitarias del pater-estado, del proyecto-pater-nación, deben ser castigadas?

Consuelo García del Cid- Continúan, sin duda, en manos de los servicios sociales y la administración pública. No en vano las religiosas otrora del Patronato hoy son trabajadoras sociales, y sus precursoras, las llamadas «visitadoras sociales», pasaron a ser asistentas sociales con un cursillo de muy corta duración, apenas unos pocos meses. Se impone un patrón moral femenino de conducta, insistiendo en el modelo de familia tradicional. Se hace de forma solapada, partiendo de esa simiente que nunca despapareció por completo. 

Luisa Fuentes Guaza- ¿Será que aquellas adolescentes y jóvenes secuestradas en dichos artefactos de crueldad entraban en la condición deshumanizante de la que nos habla María Lugones, en un espacio de no-existencia, de no-ser (como nos diría Fanon) que llega hasta nuestros días imbricada en inercias diversas?

Consuelo García del Cid- Sin duda. Se vulneraron los derechos humanos más fundamentales, y sobrevivimos las fuertes. Las que, pese a todo, nos enfrentamos a la autoridad, a sabiendas del alto precio a pagar. El lavado de cerebro diario era brutal, anulaban personalidades, nos convertían en anónimas. Uniformadas, siempre con el pelo recogido, manteniendo largos silencios a lo largo del día, separando a las internas en grupos hábilmente seleccionados con el fin de «no corromper» al resto, sin ninguna preparación psicológica por parte de las monjas, que actuaban por instinto, basándose únicamente en su concepto de «pecado». Y en la mayoría de los casos, lamentablemente lo consiguieron. 

Luisa Fuentes Guaza¿Crees que la ausencia de un proceso público, político y judicial que ajuste cuentas y restaure la crueldad reproducida impunemente, socio-históricamente, sobre estos cuerpos mujeres -cuerpos maternos, madres, adolescentes, cuerpos maternos pobres, cuerpos mujeres adolescentes- está conectada con la imposibilidad de situar lo materno como una práctica con plena potencia política?

Consuelo García del Cid- El tiempo nos ha demostrado que denunciar no sirve de nada, la Iglesia continúa ostentando un poder inmenso. Las madres con hijos robados en los reformatorios han sido humilladas de nuevo en salas judiciales, con argumentos a día de hoy completamente salvajes. «Usted no tenía derecho a ser madre», y otras lindezas varias en boca de fiscales y jueces supuestamente demócratas. Idénticas frases son eternamente repetidas cuando se dan custodias a maltratadores y abusadores sexuales. 

Luisa Fuentes Guaza- ¿Podría obedecer a que todavía sigue la cultura del castigo sobre las mujeres madres que reproducen «Modelos de vida inadecuados» (según parámetros psico-sociales de la administración pública) como continuación de esa moral fascista donde se legitima la crueldad sobre la “mujer caída o en riesgo de caer”?

Consuelo García del Cid– Sí, son los mismos perros con distintos collares. Mujeres tuteladas en su día por el Patronato han sido revictimizadas una y otra vez, y sus hijos, tutelados por los Servicios Sociales. Se trata de un hilo invisible que se ha convertido en cadena institucional asistida por funcionari@s  que actúan en base al modelo vigente. En honor a la verdad,  la mayoría desconoce ese pasado reciente, y acatan el patrón impuesto, que es ley. 

Su poder no se cuestiona, cuentan con presunción de veracidad, exactamente igual que las congregaciones del Patronato. No en vano son las mismas, continuaron con su modelo reeducador , aunque limando los tintes. Dichas congregaciones se manifiestan el 8M  junto con las feministas, con camisetas  color violeta y gritando idénticas consignas. ¿Libertad?. ¿Derechos humanos?. Es una bofetada directa a la memoria, y hacia todas nosotras. Una congregación es responsable de toda su historia, y debe rendir cuentas públicas al respecto. No tiene sentido estos titulares hoy día: «Las hermanas Oblatas reivindican el 8M con un enternecedor video que empodera a las mujeres»(La Vanguardia, 2019).

Ellas, que ponían ortigas en la vulva a niñas pequeñas por hacerse pis en la cama. Ellas, que recibían los expedientes con la marca de «completa» o «incompleta» tras ser realizada la prueba de virginidad en el COC. Ellas, hablando de empoderamiento femenino. Sin reconocer el daño causado. Sin pedir perdón. 

España es un país bipolar, que castiga y legaliza según conveniencias políticas, extendiendo un manto de silencio aterrador. Sabemos que la lucha es nuestra y nos pertenece por derecho, a estas alturas no esperamos ya nada de nadie. El próximo 19 de octubre, 20 supervivientes del Patronato asistiremos a un acto de reconocimiento en el Palacio de la Generalitat. Acudirá Maureen Sullivan, la líder de los reformatorios de las Madgalenas de Irlanda. Maurenn leerá un manifiesto apoyando a las españolas. El conseller de Justicia, la consellera de Igualdad y la LGTBI estarán presentes. 

Personalmente ha sido muy duro llegar hasta aquí.

Estoy cumpliendo el juramento que hice a mis compañeras cuando salí del reformatorio en 1976. Con el paso del tiempo, se ha convertido en misión, y voy a continuar, sin descanso. Es posible que muchas personas no entiendan que daría la vida por esto, porque destrozaron la mía y la de decenas de miles de mujeres que a día de hoy no se atreven a hablar por vergüenza. El estigma sigue vivo, y hay que acabar con él para que salgan de todos los armarios sin miedo a que de nuevo nos llamen putas, descarriadas, díscolas, golfas, rojas, comunistas, débiles mentales, enfermas o taradas. Jamás lo fuimos. Para ninguna de nosotras habrá trece rosas ni memoriales excelsos. Lo sabemos de sobra, pero tenemos pleno derecho a recuperar nuestra dignidad como personas y mujeres. 

Luisa Fuentes Guaza- Alba, como activista y movilizadora social, imprescindible, en el proceso de dignificación, des-precarización y des-estigmatización de la monomarentalidad fuera de los ejes macho-pater-núcleo-centrados, donde se articula todo el andamiaje normativo a partir de la figura jurídica del pater-familias, como lugar a partir del cual pensar todo lo demás y que todo lo demás esté sujeto/supeditado a tal estructura neo-fascista, como baluarte o sinónimo del buen hacer, equidad o justicia, quería plantearte lo siguiente.

A partir del trabajo de investigación de Consuelo García del Cid somos conocedoras de un episodio de extrema crueldad normalizado dentro de la estructura normativa de tutela de menores durante el periodo franquista y entrada ya la democracia  (1985/86): lo que ocurrido en la Maternidad Peña Grande (Madrid). Donde se normalizó el robo de bebés, maltrato psico-físico y puesta en marcha de las más crueles dinámica de disciplina y cultura del castigo

El análisis de este episodio nos ha dado una pista fundamental, en lo que entendemos que como transición paradigmática de lo materno, como parte de los procesos despatriarcalizadores en marcha dentro de las Nuevas Luchas reproductivas, para entender los anclajes, en nuestro contexto del Estado-Español, que posibilitan actualmente el constructo identitario de maternidad-normativa-como-práctica-única. Dentro del cual asumimos, naturalizamos, las prácticas maternas como una práctica social sujeta a todo un armazón normativo de opresión e hipervigilancia como consecuencia de la reactividad de los cuerpos maternos frente al terror sistémico generado por unas lógicas de crueldad implementadas en tales artefactos de opresión.

Construyendo una identidad única para lo materno asumida por el resto del grupo social como movimiento reactivo de auto-conservación de la propia vida. Como decía, Silvia Federici, sólo necesitas quemar a unas cuantas brujas para que todas las demás mujeres sepan que no es viable, dentro del aparato de estado que se está fraguando, la existencia de la mujer libre, ni mucho menos de la madre libre.

¿Podrías compartirnos cuales serían parte de estas inercias franquistas, las cuales están marcadas por la reproducción de lógicas de crueldad sobre los cuerpos reproductivos pobres o cuerpos reproductivos fuera del eje hetero-nuclear sujeto al salario, que identificas continuan campando en las prácticas institucionales contemporáneas y desde todo el aparataje normativo de vigilancia sobre los cuerpos maternos -que no se ajustan a la estructura/unidad de crianza que se estableció durante la dictuadura como unidad-básica-reproductiva psico-esclava respecto al blanco-paterfamilias desde la cual se sedimenta el estado totalitario? ¿Que inercias sienten tú que continúan hoy día, tanto a nivel institucional, como a nivel de psico-dinámicas naturalizadas, dentro del contrato social actual?

Alba Schiaffino- Consuelo García del Cid señala a esa otra Transición subyacente entre corporaciones misóginas. La mutación del Patronato en Servicios Sociales formó parte de la estrategia de blanqueamiento de las instituciones del Régimen franquista, más que como producto de la inercia como motivo fundacional del proyecto de Transición en sí misma. Las familias ilustres del fascismo diseñaron un cuerpo ideológico, jurídico y socioeconómico para blindar su impunidad ante posibles fiscalizaciones retroactivas, garantizar sus posiciones de Poder y transmitir los privilegios, como botín de guerra, a su descendencia. El abuelo alcalde falangista, el hijo Ministro de Defensa del PSOE y la ahijada cantautora feminista. Nadie es responsable de la trayectoria de sus antepasados pero cada vez que Rozalén cuenta que su primera guitarra fue un regalo de su padrino José Bono, si tuviéramos capacidad memorialista, deberíamos confiscar el instrumento hasta descartar que hubiese sido adquirido con pesetas que pudieran provenir de la herencia del fascista que fue alcalde de Salobre (Albacete) desde 1957 hasta 1974. El poder se hereda: esa transición en la que unos corrían delante de los grises sí, pero también detrás de los escaños, de los puestos en la dirección de los sindicatos, partidos, claustros, consejos editoriales, cargos en cooperativas y todos los espacios ocupados por la «renovación democrática». Hubo transición, no ruptura. 

Los intocables y los convivientes, parapetados detrás del ejército de esbirros que mantiene lejos el horizonte de la persecución por el delito permanente de robo de bebés, siguen dirigiendo nuestras vidas y, con especial dedicación e impunidad, los procesos sexuales de las mujeres y su potencialidad política más ingobernable. Ambos, en este patriarcado global siempre fueron y son la obsesión de los ejecutores del control social: del gen rojo de las presas anarquistas, a las mujeres insurrectas del Patronato; y de ahí, hoy, a las maternidades negligentes de los Servicios Sociales. Del robo de bebés a las quitas de menores. A cada periodo histórico, su caricatura de lo simbólico materno, porque el atado y bien atado tiene que ver mucho con la versión del dogma patriarcal de que a toda madre negligente le corresponde una familia correcta. Este es el primer mandato patriarcal que debemos revisar. Hoy puede ser un gran día, matemos al Pater. 

Retomando la denuncia de Consuelo García del Cid y finiquitando la Transición como un Dorado para las nuevas profesiones emergentes, el Trabajo Social encaja su proyección como ámbito de formación para un perfil de funcionaria mínima, la tecnócrata de proximidad para la paz-ificación social. En un repaso al azar de cualquiera de los instrumentos de valoración que despliegan los Servicios Sociales de la distintas CCAA para intervenir a las madres podemos encontrar, entre los criterios para concluir en el desamparo de las criaturas, causas como el “modelo de vida inadecuado”, la monomarentalidad, por sí misma, tener “ingresos insuficientes o inestables” o “carencias materiales en la comunidad en la que viven”. En el libro Maternidades en Resistencia (2023) las autoras proponen la metáfora de la Guerra Suecia contra las madres como denuncia a esos operativos.

Luisa Fuentes Guaza- ¿Cuáles serían las estrategias que continúan en el contrato social actual, para que todo el aparataje normativo establezca como criterio universalizado  la unidad biparental-normativa-nuclear como unidad de crianza sinónimo de salud futura y condiciones deseables para el bien estar de las criaturas, y con ello se genera la cancelación de otros modelos o formatos monomarentales? ¿Cuáles serían las estrategias de anclaje franquista que siguen campando hoy día y son las responsables de la reproducción de la obligatoriedad de tener que ajustar el modelo de crianza a la estructura pater-bi-jerarquizada?

Alba Schiaffino- Indagando en esas inercias, entorno al trabajo de investigación que ha supuesto el Maternidades en Resistencia, nos llevó a dedicar un capítulo a los instrumentos de valoración que las CCAA diseñan para detectar desamparo.  El desamparo es la marca blanca de los arrancamientos, cabe todo lo que no puede peritarse como violencia física o sexual. Lo que no necesita validación médica, el «todo vale» para que funcionarixs de Servicios Sociales puedan actuar al margen de evidencia alguna. Son los criterios subjetivos que conservan toda la carga fascista de la Dictadura. La realidad concreta en la que opera el abuso contra las monomarentalidades usuarias de Servicios Sociales. Violencia institucional misógina y vicaria. No es interpretación, es exposición. Podemos repasar algunos y no hay duda de la intencionalidad que persiguen:

“Tener que compartir vivienda, estar en riesgo de desahucio o cambiar regularmente de domicilio, cuando no sean traslados por motivos laborales (el empleo justifica cualquier impacto en los proyectos de vida) se establecen como indicadores de desamparo. Una criatura con piojos, manos sucias o poca ropa nueva, como evidencia de desatención. La baja pero también la alta empleabilidad de una madre, contar con un expediente -resuelto anteriormente en SS- o ser percibida como poco colaboradora con la Institución, lo mismo. Ser madre adolescente o fijar tus relaciones sexoafectivas fuera de la pareja devalúa también tus capacidades de forma automática” (…) «¿Qué es poca predisposición? ¿Una madre con movilidad reducida presenta poca predisposición para los deportes de montaña? ¿Una madre que no tiene competencias lingüísticas, en la lengua de uso social de su entorno, es poco participativa por no consumir actividades culturales formales? La perspectiva clasista, blanco centrada y capacitista queda desplegada en este tipo de instrumentos que, además, no aportan herramientas para mantener, bajo control, los prejuicios propios de lxs técnicos y personal de la institución social» (pág. 22)

«La mirada misógina, aporófoba y blancocentrada de las instituciones vinculadas al trabajo social sobredimensiona, determina y acelera los arrancamientos. Cuando estudiamos comparativamente situaciones concretas habituales, observamos que la única diferencia entre una criatura que juguetea en la huerta de su escuelita libre y otra que experimenta con varas en una finca donde su madre recolecta aceitunas, es el origen y la posición socioeconómica en la pirámide de ciudadanía. Comer fruta en la cocina mientras tu madre teletrabaja es aceptable, pero hacerlo junto al puesto de venta en un mercadillo, no.  Si el trabajo tiene una respuesta para ese doble rasero, nosotras planteamos nuevas preguntas: si no es el hecho, es el entorno en que se desarrolla ¿no deberíamos cambiar el entorno en lugar de responsabilizar a las madres, individualmente, de la carga estructural que da lugar a esos entornos? Revictimizar a las mujeres en relación a la pobreza que nos arrastra es, a la violencia económica, lo que “la falda muy corta” a la violencia sexual» (pág. 423)

Ambos ejemplo forman parte de “Maternidades en resistencia. Trayectorias de supervivencia en los márgenes” (junio, 2023) por autoras anonimizadas de la Colectiva de Madres en Resistencia (Estado español). Primera edición de 50 ejemplares. Toda la obra fotográfica y artística, cuya fuente no ha sido referenciada expresamente, es de autoría de las madres del colectivo firmante. Imprime: Gami Impresión Digital (Granada).

Llegan a nombrarse «Modelos de vida inadecuados» en relación a las elecciones vitales de las madres, es puro Patronato, es la mujer caída o en riesgo de caer que denuncia Consuelo.

El libro es concluyente, además, en la relación que media entre los arrancamientos y el negocio económico que generan.  El entramado de empresas del Tercer Sector, que monopoliza el negocio de los centros residenciales y la mercantilización de las acogidas, es puro lucro. En el relato, con los datos sobre la mesa, el mapeo de las experiencias de maternaje aportadas por mujeres asaltadas por SS no deja dudas, Luisa. De algún modo, si la huella vital de una mujer, meternando en solitario y en los márgenes de la pobreza, no va a generar plusvalía para ningún Pater ni Patrón, por las buenas, la va a terminar generando a fuerza de arrancamiento. Y la proyección futura de la lógica maternófoba sigue con la inyección de capital europeo, a través de los Next Generation, que va (hay capítulo en el libro, también con este desglose) directo a redes AFE (acogida profesional), mejora de la digitalización en favor de una mayor «cohesión social » (y aquí entran apps como los DAP 360o para agilizar las quitas y todo lo imaginable para engrosar la externalización de los cuidados.

Este, para mí, es el punto de partida. Han sido muchísimas horas puestas en no dejarnos ni una parrillita por leer: estripar cada partida del Componente 22 («Plan de choque para la economía de los cuidados y refuerzo de las políticas de inclusión») a través de los que se distribuyen en España los fondos europeos Next Generation es entender porque el debate, entorno a la Centralidad de los Cuidados, se limita a aligerar corresponsabilidades y posibilitar conciliaciones pero sin ninguna posibilidad para un cambio de paradigma. Y eso, si lo desplegamos en el análisis de la fiscalización de las luchas mediante la que el Régimen neutraliza por absorción o aniquilación, toda potencialidad de ruptura, explica el tope que supone  la Agenda 2030.  La realidad siempre puede concretarse, los cabos están ahí, se leen y se ensamblan.


Luisa Fuentes Guaza- En esto que acabas de desarrollar en tu segunda respuesta se evidencia cómo vivimos bajo una exigencia de tener que acoplar y adaptar la práctica vital materna a una estructura normativa patercentrada-hetero-cis-blancosalario-clase-mediera, la cual se situa a nivel normativo como vara de medir lo qué se considera una unidad de crianza legítima a ojos del paterestado o como sinónimo de unidad de crianza que genera condiciones vivibles para las criaturas anclada en la herencia del formato familiar nuclear postfranquista -como unidad básica de articulación del Estado-Nación. Con una férrea asignación de género hacia quién hace qué y cómo se hace o cómo se tienen que sostener otras vidas vidas dependientes, y qué maneras son las legítimas para poder desplegarse como pleno sujeto jurídico materno.

Vemos como en esta exigencia instalada en el contrato social -como sistema de fuerzas que nos organiza y nos limita- continúan las lógicas de crueldad sobre los cuerpos reproductivos, instaladas como estrategias para naturalizar en el cuerpo-mujer-materno un constructor identitario basado en la psico-esclavitud respeto al proyecto-pater-nación.

Tales lógicas las identificamos, hoy día, en inercias que continúan dentro de artefacto públicos, las cuales siguen penalizando y castigado, tal cual se hacía en la dictadura franquista, a la madre o cuerpo materno atravesada por violencias -económicas, neuro-divergentes, psico-logísticas, estructurales, pater-productivistas, afectivo-sexuales. socia-jerárquicas y otras muchas más- y que no se ajusta a esta estructura de crianza pater-hetero-nuclear (o formato hetero-esclavitorio sujeto por dos cuerpos sostenedores) recrudeciendo el sistema de vigilancia sobre las mismas. En lugar de analizar las tramas que posibilitan tales violencias que las atraviesan y con ello dotar de soluciones que eviten lo que muchas compañeras activistas estáis denunciando como “arrancamientos”. 

¿Cómo consideras que continúa hoy día la cultura del castigo normalizada en la dictadura franquista sobre los cuerpos maternos, madres, que no se ajustaban a ser psico-esclavas de tales exigencias identitarias o que estaban atravesadas por contextos de violencia superpuesta que las colocaban en un lugar de pérdida? ¿Será que devenimos de una tradición socio-histórica donde ha interesado devaluar al máximo a los cuerpos maternos que crían desde una unidad monomarental para tener mayor accesibilidad del proyecto-pater-nación en el proceso de apropiación de las criaturas de madres atravesadas por tales pérdidas sistémicas y exclusiones macho-productivistas al situarlas el pater-estado en un lugar de devaluación por la inexistencia de un macho-cuerpo que jerarquice toda la trama de crianza?  ¿Será que se sigue asumiendo la naturalización de las lógicas de crueldad sobre los cuerpos reproductivos monomarentales cinceladas en el franquismo como una de las estrategias para seguir reproduciendo psico-esclavitud y con ello poder continuar con su extractivismo identitario propio del proyecto-pater-nación?

Alba Schiaffino- Ahí está, la misma pared una y otra vez: la estructura de crianza pater-centrada sujeta por dos cuerpos sostenedores. Esa estructura es, en crudo, el salvoconducto que autoriza -o no- la organización de todo proyecto de maternaje. La que radica en cualquier apuesta de crianza homologada, incluidas las disidentes. Los “dos cuerpos sostenedores” que nombras, empecemos por aquí a detonar este patriarcado que se va a caer cuando pongamos algo de sabotaje por nuestra parte. 

Dos cuerpos sostenedores, el techo que pesa y cobija. Más allá de ese límite, sí, sólo hay lugar de devaluación para lo materno. Los dos cuerpos sostenedores materializan  biparentalidad y salario. Podemos ilusionarnos con reformas que democratizan el binomio, diversificando el esquema compositivo pero sin llegar a cuestionar el  imperativo que supone en sí, todo salvoconducto. La corresponsabilidad, como pacto privado, es la negociación entre esos dos cuerpos-familia que ahora, renuevan consensos sobre qué porcentaje de cuidados y de salario va a aportar cada unx. El reparto va modificándose en función de las necesidades del Poder en cada periodo histórico. Del pater familias + la ama de casa al motopapi deconstruido + la madre de la “no renuncia” profesional. No hay cambio de paradigma, sólo redistribución de cupos de salario y reorganización de cupos de cuidados. La estructura permanece intacta, dos cuerpos y sostenedores. Va siendo el momento de empezar a asumir que la corresponsabilidad no es más que  estrategia de la biparentalidad de la misma forma que la conciliación es el comodín de la economía de mercado. 

Tenemos mucho por ganar: la abolición de la familia y ese horizonte  pasa por la salarización de los cuidados, empezando por los trabajos maternos. Ya no basta con “reconocer” o “valorar” el maternaje, es hora de remunerarlo. Y si una organización social no es capaz de garantizar la existencia plena para una madre y su criatura, como unidad básica del maternaje, más allá del peaje de la biparentalidad y del embudo del igualitarismo laboralista no solo no será  un contexto posible para el desarrollo de las potencialidades políticas de la Centralidad de los Cuidados, sino que será territorio de estigma y disciplina misógina. Reivindicar la unidad básica de maternaje, además,  no es incompatible con la lucha por un sistema de cuidados público-comunitario. El sistema de cuidados que planteamos desde las Sindis “no exime al Estado de su responsabilidad en el despliegue de sistemas de protección social dotados de prestaciones para maternar y sostener otros cuidados”. Con la perspectiva fija en ese punto de fuga, desde ahí es “donde por fin podremos construir vidas ingobernables en lo individual y cohesionadas en lo comunitario”. 

Retomando el hilo, clavar la palanca en el debate, a partir de ejemplos concretos, es un ejercicio servido: que  la biparentalidad es chantaje y la conciliación una trampa productivista son afirmaciones que quedan desveladas en la Nueva economía de los cuidados impulsada por el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, hacia un Estado español  verde, digital, inclusivo. Somos supervivientes del El Efecto clase media atrapadas en la Cuidocidad de los centrados (crítica desarrollada en el Maternidades en Resistencia), y miles de millones de los Next Generation van a ser usados no solamente sin nosotras sino contra nosotras. 

Me detengo en la cultura del castigo que nombras, Luisa. Es un “por las malas” que incluye un paquete de herramientas atroces y protocolos violentos, operando en la aséptica impunidad propia del artefacto público. La penalización se agrava a cada cruce de  interseccionalidades. Mujer  monomarental, más cualquier ítem del catálogo de carencias. La carencia, como pecado civil, en torno a la pobreza, la ciudadanía, la raza, las capacidades. Los contextos de violencia superpuesta que nos colocan en lugar de pérdida que mencionas son tangibles y concretos. Pero el SAP, la gestación subrogada y las custodias compartidas impuestas son condenadas, sin reservas, por el consenso feminista. En cambio las  adopciones en el Sur Global y  los los arrancamientos en el norte, no. Es inadmisible que tengamos que andar arrastrando este debate, todavía. No hay dialéctica que soporte sesgos tan obsoletos. Estamos hablando de un doble rasero moral, eso es feminismo hegemónico, puro privilegio. 

Las maternidades correctamente homologadas, lejos de  reconocer  las tramas que posibilitan los arrancamientos se posicionan en connivencia con las instituciones recrudeciendo el sistema, revictimizando a las maternidades que permanecemos en los márgenes. De “la falda muy corta” a “los ingresos muy bajos”. Destierro histórico hacia ese lugar de devaluación donde somos expuestas al riesgo crónico del arrancamiento. No es posible formar parte del problema y, a la vez, de la solución. 

(1) Poder, sin desarrollar interpretaciones propias que pudieran desplazar otras conceptualizaciones desde otras identidades. 

(2) Conceptualizado por  Pat Merino, pro primera vez, en una entrevista en tu espacio Furidades maternales https://futuridadesmaternales.net/category/igualitarismo-laboralista/

(3)  Las Sindis – Sindicata de Madres Feministas, manifiesto fundacional. 

https://sites.google.com/view/sindicatademadres/manifiesto?authuser=0

(4)  https://traficantes.net/libros/el-efecto-clase-media

(5) https://www.blogger.com/u/3/blog/posts/2521004701745983128?hl=es&tab=jj&pli=1