«Creo que una de las grandes trampas del sistema es que te presenta encrucijadas que no son tales. Te hace creer que es por ejemplo incompatible criar con estudiar o trabajar. Una elección del todo o nada. Pero eso es falso, es compatible (…). Es la sociedad la que lo hace incompatible, expulsándote de forma directa o indirecta. El problema es que luego naturalizan esa expulsión». Marta Busquets
Obra cabecera: Maternity (1946-47) Dorothea Tanning
Conversación con la pensadora feminista, activista y abogada experta en derechos reproductivos y género, Marta Busquets (Barcelona, 1987), cuyo programa de radio online no mixto Maternidades con gafas violetas se ha convertido en un altavoz indispensable para repensar todo que vertebra la maternidad y trabajo materno, desde voces que amplían y tensionan, jugosamente, los significados a los que la patriarcalización de la crianza nos tiene acostumbradas/adiestradas.
Busquets ha generado una plataforma donde se expresan los distintos-sentires-de-distintas-maternidades reivindicando que la transformación de todo lo relacionado con la reproducción social debe activarse desde la madre como sujeto político.
Luisa- Me contabas que el impulso de hacer el programa de radio fue una especie de señal al espacio para encontrar respuestas ante un territorio confusos y fuertemente tutelados como es la maternidad. ¿Estoy en lo cierto?, ¿qué hallazgos has encontrado?
Marta- El programa de radio surge como forma de desahogo. Por un lado, porque sentía una enorme contradicción. Yo llegué definitivamente al feminismo gracias a la maternidad y lo hice llevándome la sorpresa de que dentro del feminismo muchas personas percibían este proceso directamente como imposible: no era posible vivir la maternidad, o por lo menos, una maternidad donde se elige cuidar, amamantar, etc. desde el empoderamiento. Así que me encontraba en la situación de tenerme que reivindicar como madre en espacios feministas y como feminista en espacios de madres.
Había tenido conversaciones aquí o allí con diferentes mujeres que se encontraban en mi misma situación. Todas nos sentíamos más o menos invisibilizadas, incluso censuradas, en el debate maternal feminista, o tal vez directamente cabría decir que no había debate: la única opción era aborrecer lo maternal y adoptar estilos de vida «masculinos».
Entonces, yo soñaba con buscar formas de centralizar o agrupar todos estos discursos disidentes y emergentes dentro del feminismo respecto de la maternidad. Entendemos el punto de partida de nuestras precursoras. La maternidad ha sido tradicionalmente una excusa patriarcal para someter a las mujeres. Pero nosotras queríamos ir más allá del rechazo a lo maternal, y reflexionar sobre qué posibilidades tenemos de reivindicar lo maternal en términos no opresivos, qué significa elegir libremente y sobre todo, plantear que existe la posibilidad de placer, felicidad, en defnitiva, reivindicar la maternidad como espacio de poder.
En cualquier caso, lo que quería hacer, era salir de binarismos o de categorizaciones, del estilo «la maternidad es siempre opresiva» o «la maternidad es maravillosa y poderosa». Por lo menos la sensación que me da a nivel de medios es que estamos ancladas en teta sí-teta no, estivill o colecho, buenas-malas madres. Al margen de que según el contexto haya opciones más frecuentes que otras y de la opinión que yo tenga a nivel individual, al margen de la evidencia científica, al margen de todo, la realidad es que la experiencia maternal es muy personal y se ve condicionada muy fuertemente por la situación y condicionantes externos. Quería explorar la maternidad desde diferentes intersecciones y tratar de presentar los múltiples matices desde la que la podemos examinar. Dejarnos del sí-no, bueno-malo y empezar a preguntarnos sobre los por qués no a nivel micro individual de señalar/cuestionar prácticas concretas de madres concretas, sino a examinar el contexto a nivel macro estructural.
Los hallazgos creo que han sido positivos. La idea inicial del podcast no es lo que finalmente ha sido el podcast. Por ejemplo, en el podcast mi papel es más de interlocutora, el formato se basa en entrevistas a personas que sigo/conozco y que considero que tienen aportaciones interesantes que hacer al discurso maternal. También sé que la recepción ha sido buena. Muchas mujeres me han escrito en la línea de decir que se sienten «aliviadas» de poder escuchar hablar sobre maternidad con una cierta profundización, incluso muchas de ellas dicen que sienten que el podcast contiene ordena o verbaliza muchas ideas o sentimientos/sensaciones que ellas ya tenían y que no sabían expresar. Supongo que lo mejor ha sido que ha funcionado (y espero que siga funcionando, si hay una segunda temporada) como un lugar de encuentro, muchas de nosotras nos hemos encontrado en el podcast, nos hemos sentido validadas y sostenidas.
Y creo que también se ha legitimado y visibilizado la «disidencia» maternal dentro del feminismo.
Luisa- ¿Podríamos plantear que, ¿no querer masculinizarnos para llevar a cabo la emancipación puede ser una de las claves para entender la negación por parte del feminismo hegemónico de asumir los distintos sentires en relación al trabajo materno que estamos experimentando a nivel sistémico o generacional? Porque para las pensadoras feministas de la tercera ola la emancipación pasa -obligatoriamente- por masculinizarnos frente a la reivindicación que estamos articulando de poder asimilarnos como cuerpos hacedores de conocimiento o cuerpo epistémicos o cuerpo a atravesado por bio-procesos de aprendizaje sin que por ello se refuerce el constructo cuerpo-comunidad-femenino patriarcalmente sedimentado?
Marta- Entiendo de dónde parte el feminismo hegemónico. La liberación se entiende como sentarse a la mesa con los hombres y repartirse el pastel igualitariamente. Creo que las nuevas generaciones hemos reflexionado más allá. No queremos sentarnos a una mesa si esa silla implica violencia, no queremos comer un pastel que ha sido cocinado a base de privilegios. También creo que asumir roles tradicionalmente masculinos implica violentar a otras personas y violentarnos a nosotras mismas. Asumir roles masculinos implica no preguntarnos cómo ser libres en nuestros propios términos. Esto se percibe por parte del feminismo hegemónico (a mi parecer, cayendo en simplismos) como una vuelta a lo tradicional.
Luisa- ¿Por qué esa resistencia generacional de no querer asimilarnos como cuerpo-masculinizado para lograr la emancipación es considerada como especialista o materialista o intensiva si estamos planteando que cuerpos se puedan autodefinir identitariamente fuera de los roles de género patriarcalmente asignados?, ¿si me masculinizo no estoy reforzando un proceso de esencialismo del constructo cuerpo-comunidad-masculino?
Marta- Estoy de acuerdo contigo que masculinizarnos dependiendo de cómo también refuerza estereotipos de género. Por qué no decirlo, para mí hay un componente de misoginia en el rechazo a lo «tradicionalmente femenino». Como que vamos a devaluarnos como mujeres si asumimos una serie de tareas.
También creo que hay una parte de incomprensión. El contexto ha cambiado. Por ejemplo: A mujeres de generaciones anteriores un parto super medicalizado completamente dormidas les pareció una liberación. Pero no había una reflexión de cómo había afectado la medicalización y el aislamiento en el parto a la percepción de dolor o sufrimiento, ni se entiende el coste para la propia salud de las mujeres y sus criaturas. Con esto no quiero decir que haya que parir por defecto sin epidural o en casa. Quiero decir que el contexto es diferente, cada persona y cada mujer es diferente y las opciones deben ser eso, opciones, no imposiciones.
Para mí el feminismo es elegir, la posibilidad de elección para todas las personas. Es una pregunta difícil de hacernos en un mundo tan binario. También es difícil hacerlo en un sistema en el que se supone que te dan muchas elecciones. Pero como dice una amiga, yo pensaba que era libre hasta que empecé a tomar decisiones. La realidad es que las decisiones que se te «permite» tomar están acotadas. Fuera de esa oferta, hay represalias.
El tema de la reproducción es especialmente delicado. La inmensa mayoría de las personas que gestan, paren, amamantan, etc. somos las mujeres. Para mí, el rechazo tan marcado a estos procesos, no puede ser otra cosa que misoginia. De otro modo no puedo entender cuál es el problema de que una madre y su bebé estén felices juntas.
Creo también que venimos de una tradición filosófica de un fuerte rechazo al cuerpo. En particular, también un fuerte rechazo a la sexualidad. Valoramos los amores intelectuales y platónicos. Esto es un problema, porque almenos de momento, la reproducción tiene un fuerte carácter sexual. La maternidad es un recordatorio, de que a pesar de toda la influencia cultural, en el sentido que sea, los cuerpos también aman, se reconocen, se vinculan y están predispuestos a hacerlo de forma muy poderosa (aunque haya casos en que no sea así).
Claro, la maternidad y la reproducción es un desafío a toda esta ideología occidental de las ideas y la tecnología. Por eso se minimiza la relación/amor maternal como algo deshechable, porque entra en contradicción con lo anterior. Y por eso existe la obsesión por trasladar la reproducción al ámbito tecnológico. La misoginia impide que como sociedad occidental industrializada estemos cómodas con que seamos en su inmensa mayoría las mujeres las que gestemos, demos a luz, amamantemos, criemos…
Luisa- ¿Se puede cuidar pero no asumir el trabajo doméstico, donde criar no sea sinónimo de poner lavadoras, sino proponer crianzas articuladas socialmente sobre estructuras de asistencia doméstica pública para no explotar cuerpos que viven en la pobreza ni tener que utilizar nuestros privilegios sobre otros cuerpos?
Marta- Por supuesto que se puede. Y creo que ahí es donde reside la gran trampa de los roles de género. Una cosa es que yo tenga útero y otra es que quiera reproducirme. Otra cosa es que una vez esté la reproducción en marcha, por ejemplo, porque estoy embarazada, esté predispuesta a sentir amor hacia mi bebé precisamente porque existe una relación íntima a nivel físico y emocional, has gestado a esa persona durante muchos meses, de algún modo ya la conoces.
Pero aún amando a ese bebé durante la gestación, pariéndolo en un parto maravilloso y con una lactancia sin incidencias, esto no guarda ningún tipo de relación con otros roles que se nos asignan a las mujeres, como por ejemplo asumir las tareas domésticas. En mi caso particular, no me gusta hacerlas, y las hace mi marido, a quien sí le apetece. Este poco gusto por las tareas domésticas es anterior a convertirme en madre. Sencillamente no soy esa clase de persona.
Creo que una de las grandes trampas del sistema es que te presenta encrucijadas que no son tales. Te hace creer que es por ejemplo incompatible criar con estudiar o trabajar. Una elección del todo o nada. Pero eso es falso, es compatible. Yo misma he trabajado y estudiado con bebés y criaturas. Me las he llevado a conferencias, a congresos, a reuniones de trabajo en sindicatos. Es la sociedad la que lo hace incompatible, expulsándote de forma directa o indirecta. El problema es que luego naturalizan esa expulsión. «Es que las madres se quedan en casa cuidando y limpiando». ¿No será que previamente les hemos hecho la vida imposible en el resto de espacios?