Hacia un feminismo bio-integrativo postidentitario o cómo desencializar las maternidades en los feminismos de la cuarta ola o feminismos antirraciales no-coloniales: primer ejercicio (1)
Obra cabecera: El pacto secreto (2012) por Cristina Llanos
Actualmente nos encontramos con un territorio bastante conflictivo en la teoría crítica feminista en relación a la maternidad: ¿qué hacemos con los bio-procesos o procesos encarnados y bio-necesidades que atraviesan al cuerpo-gestante que decide de manera voluntaria llevar a cabo las actividades correspondientes a la reproducción social?; y también, de manera extensiva, plantear si estos bio-procesos podrían atravesar al cuerpo-sostenedor, el cual puede coincidir con ser cuerpo-gestante, o no, siendo éste quien asuma todas las actividades propias del sostén.
Todas[1] somos consciente de las luchas y conquistas de la segunda y tercera ola del feminismo, de todo lo que tenemos que agradecerle. Somos conocedoras de cómo tuvimos que asimilar y asemejar el sentir de nuestros cuerpos a los rasgos propios de las construcciones identitarias que ostentaba –y ostentan- el poder para poder continuar con la emancipación.
Sabemos cómo hemos tenido que masculinizar el sentir de nuestros cuerpos para salir del espacio doméstico, y con masculinizar me refiero a tener que ajustarnos a las lógicas del constructo falocéntrico “cuerpo-comunidad-masculino” tales como el global linear thinking, la desafección emocional, la negación de la finitud física y de la otredad o colocar el principio antrópico como eje de coordenadas a partir del cual se miden e interpretan todos los sentires.
Sabemos que hemos tenido que externalizar o negar la maternidad para incorporarnos a las reglas del juego de la emancipación, siendo ésta la única estrategia posible para salir del arresto domiciliario que implicaba nuestro género y también para desprendernos de la creencia de que todas las actividades productivas relacionadas con la reproducción y cuidado eran algo identitario en lugar de saber que era –y continúa siendo– una asignación desde la división sexual del trabajo donde se expropió nuestro cuerpo para alimentar las demandas del arranque del capitalismo.
Sabemos que para soltar las cadenas tuvimos que asemejar nuestro sentir al de aquellos que ostentaban el poder y los privilegios. Tuvimos que asemejarnos al amo[2].
Pero el amo no menstrúa, ni gesta, ni pare, ni siente el apego inicial, ni puede lactar y tampoco, históricamente, ha puesto su cuerpo a disposición del sostén, pero teniendo presente que aunque el amo esté asociado al bio-cuerpo-hombre actualmente muchos bio-cuerpos-hombre están asumiendo el sostén de las criaturas como parte de un proceso de despatriarcalización de la crianza y de la exhausta construcción “padre”[3].
Además, al amo, al paterfamilias, al guardián de la lógica neofascista “lo-normal, lo-natural, lo-patriarcal” le interesa la homogenización de los cuerpos para que puedan ser fácilmente adaptables a las reglas positivistas. Rapidito y que ningún cuerpo problematice nada por el camino. A este amo le interesa apuntalar la construción de “lo-natural” como estrategia para reforzar los roles de género. Alimentar toda la mística que refuerza la mitologización de la feminidad junto a las estructuras de pensamiento que hacen responsable al cuerpo-gestante de la salud del cuerpo-viviente o naturaleza por su cercanía con la creación de animales-humanos.
Ese amo que exige la generación de riqueza de manera ágil pero negando y devaluando una de las principales fuentes de riqueza de nuestra especie como animales-humanos: la creación y sostén de las criaturas que a su vez sostendrán al sistema que nos envuelve a nosotras y a ese paterfamilias, a ese amo, que negando su finitud física y la pertenencia a la otredad ha podido sobrevivir tras ser operado por una neurocirujana que fue gestada y sostenida por un cuerpo racializado sometido a violencia institucional. Es decir, un cuerpo sometido a la continua negación de sus bio-procesos o procesos encarnados junto la desvalorización de sus bio-necesidades por ser calificadas de esencialistas o biologizantes; lo cual descartaba la posibilidad de una estructura pública que los reconociera y abordara a nivel político; un cuerpo que tuvo que asumir esta situación cuando se responsabilizó de manera monomarental del trabajo materno que implicaba el sostén de su criatura tras su llegada en patera a la amada patria del amo, aceptando el mandato que le decía que todo ese trabajo de gestación y sostén no es sinónimo de riqueza.
Hemos asumido que todo ese complejo entramado de riqueza emocional, física, pedagógica, social, intelectual, epistémica, estructural, no-normativa y subversiva que subyace en la reproducción social y en el trabajo materno fue, es y sigue siendo silenciado e invisibilizado. Todo ese universo de potencia donde se aglutina una capacidad inmensurable hacedora de unos verdaderos presupuestos de igualdad y justicia, donde la diferencia no se disuelve con el sometimiento de uno al otro sino que permanece como responsable de nuevos consensos, de nuevas configuraciones identitaria es sistemáticamente devaluado. Todo este poderoso e indispensable territorio para la continuidad de la vida de los animales-humanos, del que parte la acumulación originaria y por lo tanto el anclaje base del turbo-capitalismo, es paradójicamente considerado no-productivo.
Reconocido esto podemos sentirnos legitimadas para reclamar un proceso de desmantelamiento, que nos bulle a nivel generacional, de ciertas lógicas y mandatos sociales implícitos en todas las actividades propias a la reproducción social que enjaulan el sentir de nuestros cuerpos. Mandatos que niegan la dimensión epistémica de unas corpoexperiencias o bio-procesos o procesos encarnados que a su vez se articulan desde unos ejes de coordenadas distintos a los planteados por la tercera ola del feminismo los cuales gritan poder estructurar la dimensión política, pública y económica de la maternidad.
Sería ya de obligada reflexión poder comenzar a integrar de manera teórica y pública como parte del movimiento de emancipación de la maternidad los bio-procesos o procesos encarnados junto a las insoslayables bio-necesidades inherentes en todo lo propio de la reproducción social, en un contexto positidentitario, no-esencialista, no-racializado, sin que estas demandas sean tildadas de maternalistas ni biologizantes.
Podemos comenzar a plantear cómo integrar los procesos encarnados propios de la reproducción social desde un sentir emancipado, desde un sentir legítimo. Donde las particularidades de nuestros cuerpos se vertebran como anclajes para la construcción de modelos no-normativos de crianza y sostén. Legitimando la generación de estructuras públicas que reconozcan un movimiento de emancipación bio-integrativo del trabajo materno como parte de un proceso más amplio de despatriarcalización del sentir de los cuerpos. Movimiento que también incluya desmontar el fuerte mandato social que se emite desde las estructuras hegemónicas que piensan en cómo tenemos que emanciparnos si queremos gestar y sostener; permitiéndonos integrar estos bio-procesos o procesos encarnados sin caer directamente en la descalificación del esencialismo.
Siendo conscientes del movimiento necesario desde el igualitarismo para asimilarnos al amo, al cuerpo que ostenta el poder y los privilegios, pero reconociendo también la permeabilidad hacia nuevos territorios de emancipación demandados a nivel generacional, donde se integre el trabajo materno desde la asimilación de los distintos sentires a partir de unas corpoexperiencias legítimas -como lugar epistémico para autodesignarse- en lugar de tener que asimilar el propio sentir a partir de todo el paquete de mandatos sociales y tecnologías normativas –educacionales, médicas, sociales, mediáticas y pedagógicas- que tutelan todo lo propio a la reproducción social y trabajo materno, dictando quiénes somos, cómo somos y qué debemos hacer una vez que aterrizamos en la maternidad.
Tendríamos que no tener que pedir permiso para comenzar a superar las tutelas que no posibilitan la construcción de subjetividades ni de identidades no-normativas. La formación de identidades sociales que no reproduzcan lo-mismo sino que incluyan todo-lo-otro-que-somos y todo-lo-no-normativo-que-somos una vez que asumimos las responsabilidades propias como cuerpo gestante y/o cuerpo sostenedor.
Sabemos que llevar a cabo la emancipación, es decir, soltar las cadenas históricas, las asignaciones por género y todo aquello que refuerce estos roles no se puede hacer haciendo lo mismo. No se puede transformar algo repitiendo las misma condiciones y presupuestos responsables de reproducir la base desigualitaria de la que partimos y de la que intentamos salir. No se pueden poner en marcha prácticas que reproduzcan la mismidad[4] o como ya bien nos explicó Aurde Lorde “las herramientas que maneja el amo nunca van a desmantelar los privilegios que ostenta el amo”. Los hábitos patriarcalmente asignados por género difícilmente los vamos a desasignar si seguimos reproduciendo esas mismas dinámicas que nos han arrinconado en el espacio doméstico, espacio no-público, que nos han formateado a nivel identitario y que han devaluado la potencia de todas las actividades propias de la reproducción social.
Sabemos que no vamos lograr una base igualitaria si el cuerpo-gestante adopta roles asignados de encierro doméstico, dependencia económica, narrativas de culpa, devoción, autocensura y sacrificio; pero también sabemos que el camino de la emancipación del trabajo materno no pasa –exclusivamente- por asalariarnos, por formar parte de otras estructuras de dominación dadas las condiciones falócratas del contexto laboral actual donde nuestro sentir no-masculinizado está negado.
La emancipación del trabajo materno pasa plantear un nuevo armazón político-público-doméstico-jurídico-retributivo-biointegrativo donde todas la actividades propias de la reproducción social están asimiladas como productivas con su correspondiente traslación retributiva. Donde se reconozca toda la carga de trabajo bajo las premisas de la ley de utilidad marginal y podamos desmantelar la naturalización del cuerpo gestante y cuerpo sostenedor como cuerpo explotado.
Donde se desarrolle todo un paquete de prestaciones sociales para aquellos cuerpos que asumen la gestación y sostén, dado que si un empresario de la industria alimenticia recibe subvenciones por el carácter esencial de la actividad que realiza dentro de la rueda del sistema, el cuerpo que decide alimentar a su criatura a través de la lactancia –si emancipadamente decide hacerlo así, no desde la imposición del buenismo social- debería también ser receptor de una prestación por el servicio que está realizando poniendo su cuerpo como herramienta pública ya que esa criatura pasará a ser una fuerza de trabajo del sistema.
Una emancipación que pase por el establecimiento de un servicio público de asistencia doméstica no-sexualizada durante los primeros años de la crianza –aquí también podríamos desarrollar una estrategia despatriacalizadora de este tipo de actividades poniendo en práctica medidas para dar prioridad al bio-cuerpo-hombre en la realización de las mismas.
Un futurible escenario que rescata de manera inversa ese retro futuro distópico expuesto en “Si los hombres menstruasen” (1978) de Steinem, el cual planteaba la existencia de un departamento de I+D para paliar los dolores de la menstruación si fuese el bio-cuerpo-hombre quien se viese atravesado por ese bio-proceso.
Nuestro futurible se asemeja bastante, ya que proyectamos una organización político-social que integre el sentir de nuestros cuerpos y nuestras bio-necesidades como cuerpo gestante o cuerpo sostenedor. Unas estructuras públicas no esculpidas por las manos del constructo cuerpo-comunidad-masculino, no por las manos del falocentrismo, sino todo un andamiaje político-doméstico-público que responda a los sentires de los cuerpos[4.a] que menstrúan, gestan, paren, lactan, son atravesados por el apego inicial y sostienen.
Dicho todo lo anterior, es urgente y necesario ampliar los vórtices de un debate de la manera más polifónica posible para integrar unas demandas generacionales sobre todo lo relativo a la reproducción social y sentirnos legitimadas hacia la articulación de una teoría feminista bio-integrativa que resignifique todas la actividades propias de trabajo materno. No tener que pedir permiso para preguntarnos si:
¿Podemos asumir los bio-procesos y bio-necesidades, que evidentemente no son meros artefactos culturales, desde unos ejes de coordenadas distintos dado nuestro sentir generacional?, ¿estamos legitimadas para darle andamiaje teórico junto a su correspondiente tratamiento público?; ¿podemos estar hablando de bio-procesos desde un territorio anti-naturalista, postidentitario y no-racializado?
¿Podemos llevar a cabo estrategias públicas, políticas y domésticas para articular este movimiento emancipatorio bio-integrativo sin reforzar los roles de género o apuntalar la mitologización de lo femenino o el cuerpo-gestante como guardián del orden “natural” de la naturaleza?, ¿podemos desmantelar la supuesta apariencia de un orden natural[5] y revelar la contingencia de lo que se presenta como necesario e inevitable para llevar a cabo la reproducción social desasignado todas la atribuciones históricas sobre lo que significa gestar o sostener?, ¿podemos integrar los bio-procesos y bio-necesidades del cuerpo gestante desde el antinaturalismo?
¿Podemos desmantelar la construcción “madre” dado su patriarcal anclaje junto a sus lógicas identitarias de culpa, autocensura, sacrificio y devoción las cuales están actualmente unidas a unas narraciones que vertebran una “ideología de lo correcto” a través de toda una serie de prácticas de neo-apego?
¿Podemos desasignar la atribuciones que tenemos totalmente naturalizadas y normalizadas de lo que significan cada uno de los bio-procesos?, ¿podemos desmantelar que lactar sea sinónimo de poner lavadoras creando unas estructuras públicas de asistencia doméstica?, ¿podemos atribuir al bio-proceso de lactancia como estadio que posibilita el desprendimiento temporal del global linear thinking?, ¿podemos disociar que menstruar sea sinónimo de embarazo o dolor físico frente a su consideración como bio-proceso de corpoconocimiento y salud armando todo un programa de salud pública desde las escuelas para que podamos llevar a cabo la despatriarcalización de la menstruación[6]?
¿Podemos incorporar los bio-procesos de aprendizaje o corpo-experiencias postidentitarias como una especie de corpomemoria del hacer desprendiéndonos de toda la carga histórica sobre el uso desde los fascismos del constructo “lo natural” como estrategia para la significación sexual del trabajo y su distribución-jerarquización por género-sexo-raza-clase-especie?
¿Podemos articular unas estructuras de sostén no-normativo no-nuclear para que la crianza no sea encierro en el espacio doméstico y sostener no implique obligatoriamente la externalización ni a la privatización ni entrada en la rueda “huida del cuidado” frente a la posibilidad de unas estructuras afectivas no construidas a partir del vínculo genético?, ¿podemos desmantelar que el sostén de las criaturas sea sinónimo de alineamiento frente a la articulación semántica como territorio de aprendizaje con un enorme poder subversivo, como un lugar de poder, como punto de arranque de los cuerpos que van a sostener a su vez al sistema vertebrando por todo un paquete de prestaciones sociales que lo sostengan sin poner la condición del empleo en el centro para no generar jerarquización en la condiciones materiales de la gestación y sostén?, ¿podemos desmontar el limitante modelo normativo de familia nuclear través de la superación de la lógica patercentrista del vínculo sanguíneo como frontera excluyente?
¿Podemos desmontar que la externalización del cuidado sea a partir de la expropiación de la maternidad a otros cuerpos que no ostentan los privilegios de quien pueden ser un cuerpo empleador en la cadena colonial?, ¿podemos pensar en establecer unas condiciones mínimas que incluyan la consecución de un propio proyecto de vida digno que incluya la propia maternidad del cuerpo que asume de manera externalizada el sostén como profesional no abusando de las condiciones materiales de su contexto de origen?
[1] Utilizo femenino plural como activismo lingüístico.
[2] Con “amo” me refiero al sistema patriarcal que señala Nancy Fraser como sociedad articulada a partir de relaciones jerárquicas donde casi todo está subordinado a un superior. No tanto como un término genérico para la dominación masculina sino más bien como una designación para una formación socio-histórica muy específica. “Feminismo pragmatista de Nancy Fraser: crítica cultural y género en el capitalismo tardío”. Ramos del Castillo.
[3] Desmontar la construcción “padre” nos permite poner el foco en cómo la heteronorma, sujeta a toda una acumulación histórica, ha sido sostenida por el psicoanálisis durante todo el s.XX el cual se vio forzado a elaborar respuestas sobre las problemáticas que planteaban los feminismos[3] (segunda y tercera ola) donde se cuestionaban las estructuras arquetípicas de modelos de familia y crianza necesarios para apuntalar el modelo de Estado-Nación junto a la problematización de las dinámicas inconscientes que están enraizadas en la cultural patriarcal tales como el “complejo de Edipo” presuponiendo la generación de otras dinámicas de la pisque una vez alcancemos una base igualitaria de facto.
[4] Pensar con cuidado (Parte 1) de María Puig de la Bellacasa en Editorial Concreta (2017)
[4.a] Con «cuerpos» me refiero a la totalidad de los cuerpos. Cuerpos en un contexto postidentitario. No cis. Cuerpos que se autodesignan identitariamente. Cuerpos no encerrados en el binarismo ni el estructuras normativas.
[5] Mark Fisher sobre una de los presupuestos que vertebra el Xenofeminismo: el antinaturalismo.
[6] “La ovulación como eje de nuestra salud física y mental, más allá del dicho predictor, nos abría las puertas a otra manera de reivindicar nuestros cuerpos y nuestra forma de habitarnos. Y es que ovulo para mí. Para estar sana de pies a cabeza, no para ser ama de cría. Todo lo que soy, todo lo que mi cuerpo es, lo necesito para mí. Soy completa e indivisible” Erika Irusta en YO menstrúo. Un manifiesto (2018) donde se plantean una resignificación del bio-proceso menstruar como parte de su despatriarcalización. Recomendable entrevista a Erika Irusta.