«Es una realidad que la “emancipación” de las mujeres en el mundo, no se ha hecho principalmente porque hayamos desechado al patriarcado de nuestros hogares y desafiado radicalmente el poder de los hombres y la reproducción de la familia, sino porque otros cuerpos han ocupado el lugar que nosotras antes ocupábamos». Aura Cumes

Obra cabecera: Mac/Culpa (2006) de Sandra Monterroso donde “la mujer es liberada y toma conciencia de sí misma a través del violento colapso: las ollas de barro se transforman, se absolvieron como objetos de uso. Los contenedores más largos de la vida cotidiana, que ya no son cautivos de sí mismos, se liberan de su contenido de objeto” -extracto web de Sandra Monterroso-. Imagen cortesía de la artista.

Converso con la investigadora, escritora y activista Maya-Kaqchikel, Aura Cumes. Hacedora de emancipación y proveedora de prácticas de desprendimiento de las imbricadas relaciones entre neolibelarismo/extraccionismo y patriarcado colonial en Abya Yala -nombre del continente, hoy llamado América, antes de la colonización, el cual significa “tierra en plena madurez o tierra de sangre vital”-.

Cumes se asimila como un cuerpo de potencia epistémica no sometido a los dictámenes de occidente, ni a las lógicas del feminismo blanco que para sobrevivir reproduce dinámicas de opresión disfrazadas de emancipación para unos cuerpos determinados, no para todos los cuerpos. Ahonda en cómo se ha manejado el racismo colonial en relación a lo reproductivo según las demandas del capitalismo con el control bio-político de la natalidad sobre los cuerpos no-blancos; cómo el mercado del «cuidado» en occidente se alimenta de las violencias en otros territorios y, también, sobre las dudas -como lugares por desmontar- que nos generan a todas/todes tener que asemejarnos al hombre-blanco-asalariado para estar emancipadas.

Luisa- Aura, aunque ya lo has explicado en muchas entrevistas, sería de gran ayuda para situarte como mujer hacedora de emancipación fuera de las lógicas feministas, por qué no te consideras feminista.

Aura- Varias de mis acciones políticas coinciden con las que se hacen desde el feminismo, por ejemplo la lucha contra el patriarcado y la violencia machista que se ejerce sobre las mujeres y los cuerpos feminizados, quizás por eso mucha gente sin dudar piensa que soy feminista. Sin embargo, muchas otras de mis preocupaciones, acciones políticas o emancipaciones, como tú dices, no caben dentro de la forma en que se define el feminismo porque cuestionan varias de sus premisas centrales, lo cual me coloca en una posición de alejamiento o distanciamiento.

A qué me refiero, a mi cuestionamiento frontal hacia el sistema de dominación colonial, el cual nace atado a un patriarcado que se forja en el capitalismo, o un patriarcado que le da sustento al capitalismo. Estos sistemas de dominación que se mezclan y contienen entre sí, invaden violentamente, despojan y complican la vida de las sociedades originarias porque construyen jerarquías basadas en las argumentaciones de sexo, raza y clase social. A partir de allí en Latinoamérica o Abya Yala vivimos historias de dominación sumamente complejas, que para desafiarlas se necesitan de horizontes amplios y plurales.

Me quedo estupefacta cuando escucho a feministas hablando con total libertad en nuestra presencia sobre que “las pobres y miserables mujeres indígenas vivimos oprimidas por hombres bárbaros defensores de culturas atrasadas” y que “nuestra salvación es la cultura occidental buena por naturaleza”. Este es un feminismo colonial anti-histórico, que reproduce como método el dogma y que se basa en el racismo para acoger a las “pobres” mujeres “de razas y culturas inferiores”, a quienes por supuesto tratará como tales.

Nada me identifica con este feminismo, ni con estas mujeres que lo expanden.

Hay otros feminismos que cuestionan posiciones como las que he mencionado, y que ha nacido de mujeres indígenas, negras y de clases populares, los cuales se nombran de distintas maneras: descoloniales, anticoloniales, feminismos negros, antirracistas, etc., etc., con las cuales he hecho alianza por la posibilidad de dialogar y construir, pero que no me convocan para nombrarme desde allí.

Yo no me veo como el resultado del feminismo solamente, ni mis horizontes emancipatorios lo colocan en el centro, por el contrario, me pienso desde la posibilidad de considerarme sujeta epistémica desde mi lugar como parte de los Pueblos originarios. Me importa el dialogo con el pasado y la posibilidad de pensar constantemente una vida que no replique formas de dominación, al menos es una aspiración.

Una de las cosas que he venido proponiendo desde hace mucho tiempo es dudar activamente de “occidente” como “el lugar del conocimiento”, de la elaboración de lenguajes, conceptos y categorías políticas, académicas y definiciones cotidianas. No quiero subordinarme epistémicamente a occidente. Estoy hablando desde un territorio donde existimos sociedades que hemos sobrevivido y que existimos gracias a la manera en que hemos defendido la vida frente a los procesos de exterminio materiales y epistémicos de la colonización-patriarcal-capitalista.

Luisa- El cuerpo materno, el cuerpo que asume todo el trabajo que genera maternidad, es uno de los territorios más oprimidos y devaluados por los sistema de opresión colonial, si es opresivo ser mujer, ser madre es el doble. ¿Cómo lo has vivido -o vives-?

Aura- El cuerpo materno y la maternidad se vive de determinada manera dependiendo del lugar que ocupas en los sistemas que he venido explicando. Si eres mujer blanca, criolla, ladina con privilegios, o incluso indígena con solvencia económica y has optado libremente por ser madre, con pareja o sin ella, la maternidad puede ser una experiencia hermosa o sencillamente no traumática. Sin embargo, existen muchas otras experiencias en donde ser madre es una experiencia cruda, principalmente si esta está asociada a la violencia machista, a la obligatoriedad, al desconocimiento de lo eso significa y a la precariedad económica. En el país que habito, existen graves problemas de madres niñas, adolescentes, abandonos de niños recién nacidos, de mujeres que no estaban preparadas para ser madres y que la violencia machista las convirtió en tales.

Habito también en un país terriblemente conservador, hipócrita y lleno de fariseos, donde la iglesia católica, las iglesias evangélicas, y de otras denominaciones, tienen la misma posición que las élites económicas, no permiten hablar de la violencia machista, de la paternidad irresponsable, de temas asociados a la vida, como la creación de la vida también llamado “reproducción”, el tema de las relaciones sexuales y no digamos el aborto. Nuestras élites fariséicas piensan que si hablas de estos temas a niñas, niños, adolescentes, jóvenes y mujeres, se volverán “libertinos”, entonces prefieren callar y no ver ni escuchar todo el resultado de ese silencio: hombres que ejercen la violencia contra las niñas y mujeres con total impunidad, niñas violadas, niñas madres, niñas, niños abandonados. Claro, el sistema de justicia está realizando un buen trabajo, pero yo hablo más allá del sistema de justicia.

Estos temas son complicados también en nuestros contextos, por eso cuando la cooperación internacional europea o estadounidense llega y se impone, sin entendernos, terminando generando violencia.

La “reproducción” y la natalidad de los Pueblos Indígenas ha sido controlado desde la colonia. Esto tiene que ver directamente con el racismo colonial, pues hubo momentos en que intencionó la “reproducción de indios” y en otros donde se quiso exterminar.

Un cronista irlandés llamado, Tomás Gage, vio un siglo después de iniciado el proceso colonial, como los encomenderos llegaban a los Pueblos de Indios, a casar a niñas y niños desde los 12 años, sin tener en cuenta la oposición de las madres y los padres. En estos casamientos de niños intervenían la iglesia católica, los encomenderos y las autoridades, porque se precisaba del tributo del núcleo familiar, valorándolo solo si fuera el aporte del “indio tributario hombre”. Esto coincide con lo narrado por Ángela Davis, el sistema esclavista hacía “producir” negros esclavos, porque eran útiles para las plantaciones. Luego dicen que es una costumbre nuestra. Pero en cambio, hubo otros momentos cuando se nos ha querido exterminar, y entonces se han impuesto métodos de infertilización. Cosa tremenda porque ahora a los “blancos” se les alienta para tener hijos y a los indios y negros, se les controla para no tenerlos, mientras que antes era lo contrario. Esto está asociado al poder racista, del control de la vida de los racializados como inferiores.

Una de las cosas que más ha llamado mi atención mientras más me acerco a las epistemologías mayas que están contenidas en los idiomas y en textos antiguos, es cómo ser madre era una cuestión “sagrada”, respetada, venerada. Aquellas mujeres dadoras de vida, eran cuidadas, tratadas con gran estima, porque se les comparaba a la tierra, al agua, a las montañas y a todo aquello, sin lo cual ningún ser puede existir. Podría abundar sobre esto, pero por ahora basta decir, que las ideas sobre ser madre-padre en nuestros sentidos de mundo, provienen de sociedades que no había anulado el ser mujer para colocar a los Hombres en supremacía y como sinónimo de lo Humano. Por lo tanto, no habían hecho separación entre Hombre/naturaleza ni legitimado al Hombre/Humano para penetrar y dominar a la naturaleza/mujer. Para el pensamiento capitalista-colonial-patriarcal, la naturaleza es mujer, es salvaje, es caprichosa, ininteligible, irracional, rebelde. Necesita de una fuerza superior para ser domada, sometida y puesta a disposición de quien sabe aprovecharla.

Según, Fernando Mires, para realizar el proceso de subordinación de la naturaleza el patriarcado se ve obligado a escindirse de ella, lo que significa desnaturalizarse a sí mismo. Francis Bacon, precursor de la ciencia industrial concebía como fin supremo de la ciencia poner a la naturaleza al servicio del Hombre, forzándola, incluso torturándola para que revelara sus secretos” de la misma forma que se persiguió, torturó y quemo a las mujeres en Europa, con la inquisición, acusadas de brujas, para acabar con sus poderes para ser éstos privatizadas por el sistema capitalista.

Ya sé que muchos ridiculizan nuestras posiciones, porque desde su razonamiento, no existen los procesos históricos, piensan que todas las sociedades “somos iguales” y hemos hecho las mismas cosas, es más que nosotros somos el atraso de Europa, pero eso no es así, somos producto de la historia. Por eso, los procesos coloniales no pueden pensarse como un pasado, sino como un principio organizador de las sociedades latinoamericanas. Por lo tanto, el poder capitalista, patriarcal y colonial, han logrado cambiar estructuras de vida y sentidos de mundo. Frente a esto me pregunto, como las sociedades mayas podemos tener un sentido de mundo tan asociado a la vida y una práctica muy cercana a la muerte. Y es que todo esto es el resultado de la extrema crueldad y violencia a que nuestros cuerpos fueron expuestos desde el proceso colonial. Hay varias citas de Bartolome de las Casas que llenan de terror cuando son leídas, aunque algunas:

“Otro día juntáronse muchos indios e iban tras los cristianos peleándo por el ansia de sus mujeres e hijas; e viéndose los cristianos apretados, no quisieron soltar la cabalgada, sino meten las espadas por las barrigas de las muchachas y mujeres y dejaron, de todas ochenta, una viva. Los indios, que se les rasgaban las entrañas de dolor daban gritos e decían: “Oh, malos hombres, crueles cristianos!, ¿a las iras [mujeres] matáis?”… matar las mujeres señal es de abominables e crueles hombres bestiales” (De las Casas, 1997: 55).  

“Entraban en los pueblos, ni dejaban niños ni viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban e hacían pedazos… Tomaban todas las criaturas de las tetas de las madres, por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las peñas… otras criaturas metían a espada con las madres juntamente… (De las Casas, 1997: 25, 27).

Esto que narra Bartolome de las Casas, sucedió con todos los detalles atroces durante el genocidio ocurrido en la década de 1980s. Inenarrable las crueldades cometidas contra mujeres, madres, niñas y niños. Lo que ocurrió fue la reproducción de un aprendizaje colonial, es durante la colonial donde se inventa la forma en que se mata a los indios y a las indias, es el lugar donde se ensaya el sentido de la muerte, los métodos y las técnicas que se repiten a lo largo de la historia.

Ser madre, tanto la época colonial, como en la época del genocidio de los 80s, significaba cargar en el vientre la semilla del enemigo, la semilla del indio abominable y de los seres despreciables que había que aniquilar y someter si se dejaban vivos. Todo lo que somos lo reproducimos por medio del aprendizaje, por ello yo sueño con el día en que con total ahínco, podamos vencer todo ese terrorífico pasado que es presente, porque a las élites coloniales que habitan nuestros territorios les interesa que eso sea una realidad hoy. Espero que llegar a ser madre y padre, sean experiencias asociadas a la vida y no a la muerte.

Mi experiencia de ser madre-padre, es complicada pero es hermosa porque hay detrás una historia de elección llena de contradicciones. Formar a otro ser es desafiante porque es una cosa mutua, nos damos cuenta que todos los días estamos equivocándonos y creciendo. Pero toda esta experiencia es posible por mis redes familiares porque hay mucha gente implicada en mi propia experiencia, porque también me beneficio del sistema que critico, soy una madre que no siempre esta presente, por eso otras y otros suplen mis responsabilidades, y esas son las grandes contradicciones que ojalá poco a poco podamos ir superando.

Luisa- Te escribo desde un contexto, España, donde parte del feminismo hegemónico narra y genera directrices desde las instituciones de poder que nos dicen que para vivir una maternidad «emancipada» o supuestamente «emancipada» es legítimo expropiar las maternidades a otros cuerpos que vienen de contextos sometidos a todo tipo de violencias, es decir, valerte de las opresiones y de la precariedad material de ese cuerpo para que se vea obligado a tener que asumir todo el trabajo de cuidados y sostén en condiciones muy desigualitarias y tú puedas irte -cuerpo materno blanco privilegiado- a ser un cuerpo emancipado. Desde mi postura, ninguna maternidad debería expropiar otra maternidad para poder vivir la suya, ¿cómo hacemos, Aura, para desmontar esas dependencias económicas que hacen que haya cuerpos que expropian las experiencias vitales a otros cuerpos?

Aura- El contexto que tu describes para España, se vive en toda América Latina. Recordemos que la historia capitalista-patriarcal-colonial, no da forma solamente a nuestras sociedades a lo interno, sino al mismo tiempo nos define en la lógica transnacional. Hace poco viajé a España y me sorprendió la cantidad de mujeres de Guatemala que van hacia allá para trabajar en “cuidados”, que se suma a las de los países de Sur América.

Es una realidad que la “emancipación” de las mujeres en el mundo, no se ha hecho principalmente porque hayamos desechado al patriarcado de nuestros hogares y desafiado radicalmente el poder de los hombres y la reproducción de la familia, sino porque otras mujeres han ocupado el lugar que nosotras antes ocupábamos. En otras palabras, no hemos puesto en peligro el privilegio de los hombres y la crianza de las y los niños, puesto que hay otras mujeres se han dedicado a atenderlos. Además, el privilegio de la raza, de la etnia y de la clase social, ha posibilitado que muchas mujeres en el mundo, aunque han gestado, nunca se hayan dedicado directamente a la crianza; cuando este trabajo está bajo su responsabilidad es para “supervisarlo”, porque materialmente lo han hecho y lo hacen otras: las negras esclavizadas, las indias sometidas a servidumbre y ahora las migrantes oscuras y empobrecidas. Las mujeres blancas en nuestros países también tuvieron esclavos negros e indios hombres en servidumbre y ahora como sirvientes.

Es un hecho que en las sociedades del llamado “Primer Mundo”, que están en Europa, EE.UU, pero en nuestros propios países, las mujeres han decidido tener menos hijos o no tenerlos, pero ahora, la población anciana, necesita cuidados muy parecidos a los que necesitan las niñas y los niños. Las mujeres “migrantes” con las que hablé me contaron que se dedicaban a cuidar a ancianos y ancianas, y que eran “consentidas” por las empleadoras por su gran paciencia para con ellos y ellas, cosa contradictoria a las humillaciones que también sufren al mismo tiempo.

Son las mujeres “migrantes”, de las ex-colonias, las que están dedicando gran parte de vida al cuidado de la gente mayor, de las niñas y de los niños, mientras las “mujeres blancas” se sienten emancipadas laborando en otros espacios, ya ni se diga los hombres blancos, los grandes beneficiarios de este sistema pero que al mismo tiempo, resultan deshumanizados.

Por todo esto, “mujeres” no es una categoría, ni condición universal. La división sexual del trabajo en el sistema patriarcal nos impone la condición maternal, la crianza y el cuidado de otros seres humanos, un espacio totalmente devaluado en el sistema patriarcal capitalista surgido en occidente, pero la división racial del trabajo en el sistema colonial nos impone a las mujeres negras e indígenas, y (también a los hombres negros e indígenas en muchos casos) también el cuidado maternal, la crianza y el cuidado en general, de la gente blanca.

Cómo romper, implica un gran desafío a los sistemas de dominación, porque el llegar a querer ser “iguales” a los hombres o a los blancos y alcanzar lo que estos han alcanzado solamente, nos lleva a reproducir estos sistemas de dominación, como ya lo hemos visto.

Todo el sistema laboral-occidental está hecho pensando en los hombres, pero un tipo de hombre en particular, aunque en realidad esto se torne más complicado. El sistema laboral requiere de un hombre que este listo para dar el 100%, aquel que tiene las condiciones para solo levantarse e irse a trabajar: tiene comida caliente, ropa limpia, que no tiene preocupación ninguna por sus hijos porque “naturalmente” hay alguien que los cuida, que tiene asegurado el sexo y el afecto, etc.

Hay mujeres que no sentimos “emancipadas” cuando alcanzados este lugar que los hombres blancos tienen, y en cierta medida es así, porque amenazamos la reproducción y las condiciones para que los hombres tengan lo que han tenido. Sin embargo, si queremos tener hijos, en este sistema tendremos una ocupación más y necesitaremos que otras mujeres hagan ese trabajo devaluado que nosotras hacíamos. Es decir, no es porque hayamos cuestionado el sistema, sino porque nos montamos en él, formamos parte de él. Ha pasado ya mucho tiempo, que las feministas no son las aliadas principales de las trabajadoras de casas particulares y es porque las mujeres “emancipadas” hemos dejado nuestro antecedente devaluado como tal a otras mujeres, y es eso, la devaluación de otras mujeres, de “razas”, “culturas” y “clases” inferiorizadas, lo que sostiene nuestros privilegios y “emancipaciones”.

Luisa- Muchísimas gracias, Aura.