Pulsador de Movilizaciones Internas (íntimo-revoluciones) sobre los Trabajos Maternos es una herramienta de autoindagación donde validamos la politización de lo íntimo como lugar de arranque de la revolución pacífica. Como manera de politizar al máximo nuestros sentires, experiencias biográficas y corpo-memorias.

Obra cabecera: Ballons chuh balloon shoe (1977) de Brigit Jurgenssen

Comenzamos el primer ejercicio del Pulsador (P1) con el diálogo/apertura del indispensable texto (al igual que otros que iremos abriendo aquí) de la pensadora feminista y académica, Carol Arcos Herrera: Feminismos latinoamericanos: deseo, cuerpo y biopolítica de lo materno (Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile, Santiago, Chile) Debate Feminista 55 (2018), pp. 27-58. Actualmente docente en University of San Diego

«Me ha interesado inscribir el problema de la maternidad en el territorio biopolítico (Foucault, Agamben, Esposito, Mbembe, Preciado, entre otros y otras), pues considero capital la significación que cobra el cuerpo materno como cuerpo colectivo en nombre de una política sobre la vida en América Latina, a partir del siglo XIX**. El deseo de las mujeres se verá regulado por la ley del padre y el Estado, y estructurado en la cultura y la sociedad republicana a través del discurso materno-patriarcal. Esta discursividad acerca del cuerpo de las mujeres no se trata de una economía libidinal matricéntrica o múltiple, porque el proceso de sexuación y constitución de la subjetividad femenina está organizado mediante un poder reductor y uniformador, en torno a la reproducción heterosexual que opera como mecanismo inmunizador frente a lo que se concibe en la época como el desborde sexual tanático femenino». Carol Arcos Herrera (Página 36)

** Solo por repasar los debates más conocidos sobre la biopolítica, podemos nombrar: el umbral entre zoé y bíos en las discusiones de Esposito y Agamben; la comprensión de lo biopolítico como un proceso anterior a la gubernamentalidad moderna y más bien como aporte original del poder soberano en Agamben; la fuerza mortífera del racismo (necropolítica) en las relaciones coloniales de poder en Mbembe; las dimensiones biopolíticas en la colonialidad del poder en Castro-Goméz; la biopolítica del género y la irrupción de nuevos modelos de corporeidad, en el trabajo de Paul Preciado, para entender la categoría de género no solo como un efecto performativo, en el sentido que propone Judith Butler, sino sobre todo como un proceso de apropiación prostético (Nota al pie, página 36, Feminismos latinoamericanos: deseo, cuerpo y biopolítica de lo materno).

"Olvídate del "cuarto propio”- escribe en la cocina, enciérrate en el baño. Escribe en el autobús o mientras haces filas en el departamento de Beneficio Social, o en el trabajo durante la comida, entre dormir y estar despierta. Yo escribo hasta sentada en el excusado. No hay tiempos extendidos con la máquina de escribir a menos de que seas rica, o que tengas un patrocinador (puede ser que ni tengas una máquina de escribir). Mientras lavas los pisos o la ropa escucha las palabras cantando en tu cuerpo. Cuando estés deprimida, enojada, herida, cuando la compasión y el amor te posea. Cuando no puedas hacer nada más que escribir." Gloria Anzaldúa (Hablar en lenguas. Una Carta a Escritoras Tercermundistas, 21 de mayo 1980)

(Página 30 de Feminismos latinoamericanos: deseo, cuerpo y biopolítica de lo materno)

Como he defendido en otros trabajos, la instalación moderna del concepto de maternidad a lo largo del siglo xix, y su cristalización a fines del mismo, deviene a través de una lógica biopolítica que en nombre de la vida —su afirmación, conservación y proliferación (Michel Foucault, 2001)— estatiza y nacionaliza lo materno como una forma de regulación y racionalización de la procreación “en favor de la patria”, por una parte, y por otra de ontologización de lo femenino como cuerpo individual y cuerpo político. Esta trama histórica la denomino biopolítica de lo materno, pues considero que la tópica simbólica y material que semantiza el cuerpo de las mujeres está en el centro del problema de la vida y el nacimiento bajo el republicanismo. Las madres del Estado tienen la labor —el trabajo— de parir y cuidar el nacimiento de la nación. Por su parte, el Estado tiene la atribución de administrar la vida de las mujeres mediante mecanismos globales que reubican sus cuerpos en procesos biológicos de conjunto, pues son ellas quienes favorecen la fecundidad y equilibrio de la población. En suma, cuando hablo de biopolítica de lo materno me estoy refiriendo a que el fenómeno del nacimiento —no solo concebido como el hecho de parir, sino también de la pertenencia a una comunidad de sentido nacional— está íntimamente imbricado con la maternidad como experiencia moderna de las mujeres.

FM (Futuridades Maternales): Podríamos trasladar esta Biopolítica de lo Materno al complejo nudo que tiene la propia izquierda en España con este manejo, lo vemos desde lugares donde se narra la emancipación de manera oficial y enfatizan que hay que desmontar la “superioridad moral” que se le atribuye a las madres (como territorio de absolutismo identitario patriarcalizado), en lugar de identificar y desentrañar la raíz fascista de esa ficción (superioridad moral) como una muy simple treta biosocial para darle un lugarcito de poder a cuerpos (durante la dictadura franquista) que vivían bajo la cancelación de toda posibilidad de ser y de emancipación. Es curioso que desde la propia izquierda se entienda que esa “superioridad moral”, esa ficción postfascista, continúa en nuestras maneras de articularnos a nivel identitario, cuando nada tiene que ver con las estructuras de pensamiento en las que se mueven nuestros cuerpos, situados en este contexto de democracia (evolutiva) española, en la que decidimos gestar y sostener (como parte de la múltiples actividades humanas que podemos hacer/desarrollar pero desde la total desactivación de esa legitimidad fascista). Además la negación del Trabajo Materno como actividad humana de potencia, no como actividad de adiestramiento afectivo-sexual, no como destino vital (lógica que ya tenemos todas/todes clarinete), sino como actividad compleja dentro de las posibilidades de nuestros cuerpos y sus potencialidades, no debería ser borrada por la propia izquierda, sino reforzada por ser uno de los terrenos de disputa con los neofascismos. En lugar de negarla o desvalorizarla por el peso mitológico fascista colocado sobre esta actividad humana desde cuerpos negados, deberíamos poner el foco en cómo establecer andamiajes público-domésticos que posibiliten los Trabajos Maternos desde cuerpos emancipados que no se asimilan desde las estructuras identitarias de poder neofascista como estructuras sobre las que se apoya el Estado-Nación. Entonces, ante la negación de posibles estructura para el Trabajo Materno por parte de la izquierda, el despojo político de estas actividades humanas es total, ya que la izquierda no las apoya debido a que ha sido una actividad humana de la que se ha apoderado el fascismo histórico, en lugar de reconocer tal expropiación y re-apoderarse de ella.

¿Por qué no dejamos de asociar el Trabajo Materno como lugar de poder que reproduce una “superioridad moral” anclada en los cuerpos negados durante la dictadura y en lugar de eso desentrañamos esa lógica dada como concesión de poder, más bien de ficción de poder, para los cuerpos en arresto domiciliario que asumían el trabajo reproductivo/doméstico como destino único? ¿Por qué no planteamos un escenario contemporáneo para el Trabajo Materno a partir de los esquemas de pensamiento en los que pivotamos que no perpetúan esas ficciones (superioridad moral) ya que tal nudo tiene como resultado una orfandad total ante la vertebración del Trabajo Materno desde lugares propios, nuestros, que los tendrían que reconocer como fundacional actividad humana de potencia? ¿No se pueden olvidar las izquierdas de esas ficciones que ya no operan en nuestras articulaciones identitarias ni en nuestra configuraciones del Trabajo Materno? ¿Pueden las izquierdas asumir esta actividad humana, gestar y sostener, como actividad de potencia que posibilita nuevos aprendizajes vitales y nuevas maneras identitarias? ¿Pueden nuestras propias izquierdas entender la expropiación histórica que desde los fascismos se ha hecho sobre el Trabajo Materno para los cuerpos a la izquierda de la piel (como dice Paul B Preciados en su prólogo para «Esferas de la Insurrección. Apuntes para descolonizar el inconsciente» Suely Rolnik)?

(Página 30 de Feminismos latinoamericanos: deseo, cuerpo y biopolítica de lo materno)

Lo femenino y lo maternal mantienen relaciones lógicas complejas y no son del todo indisociables; sin embargo, el lazo de obligatoriedad patriarcal y la idea de subjetividad femenina biologizante que sostiene, por una parte, y la naturalización que conlleva y no permite comprender la maternidad como un trabajo en la compleja red de relaciones sociales y económicas, por otra, son los problemas que estoy discutiendo a partir de la noción de biopolítica de lo materno.

FM: Sobre la obligatoriedad patriarcal a la que está sometido el Trabajo Materno, sería imprescindible generar un movimiento de despatriarcalización dentro mundo jurídico en particular con figuras, todavía hoy vigente, como la del ”buen padre de familia» o como el territorio que se utiliza en varios artículos de Código Civil «diligencia del buen padre de familia» que tiene su raíz en el Derecho Romano, como estándar de razonabilidad, pero que en otros países como Francia en 2014 fue cambiado el témino «buen padre de familia» por «persona razonable» ya que el uso de constructo «buen padre de familia» perpetúa el poder de dominación clásico patriarcal, es decir, sigue reforzando el punto de arranque de toda la estructura jerarquizada de opresión en la que se ha vertebrado la familia (como unidad del Estado-Nación) y a su vez muy lejos de que esa «razonalibilidad» sean un estándar compartido por ambos géneros o cuerpos postidentitarios.

Está claro que el territorio de «buen padre de familia» es más una entelequia fascista que referente de equidad y sentido común. ¿Podremos desmantelar en Chile o en el Estado-Español en algún momento esta figura?, ¿no nos sigue haciendo mucho daño la existencia en libros tan fundacionales para la organización civil como el Código Civil la permanencia de estas figuras jurídicas patriarcales?

(Página 31 de Feminismos latinoamericanos: deseo, cuerpo y biopolítica de lo materno)

Desde la teoría crítica feminista, otra cuestión que aparece como central en esta discusión es el concepto de cuerpo en relación con la maternidad, al entenderla como trabajo, como trabajo materno.

Cuando hablo de trabajo materno estoy pensando en la discusión que se ha venido dando desde la teoría feminista marxista (principalmente, considero en este ámbito los trabajos de Silvia Federici) y la economía feminista a partir de la década de 1990 (con autoras como Amaia Pérez Orozco, Esther Velásquez, Valeria Esquivel, entre otras). Estas perspectivas heterodoxas respecto de los análisis económicos tradicionales, centrados grosso modo en las lógicas del mercado y la reproducción del capital, han contribuido a actualizar el debate acerca del nudo producción/reproducción, o capital/ vida, ya presente en el feminismo de la década de 1970, pues recoge las premisas acerca del trabajo doméstico y conceptos analíticos específicos de aquel feminismo (como por ejemplo, la división sexual del trabajo), para además agregar otros nuevos, como la organización social del cuidado y el trabajo de cuidado. Algunos de los asuntos centrales de estos enfoques se refieren al modo en que las sociedades resuelven la reproducción cotidiana de la vida con el fin de resaltar el trabajo afectivo-reproductivo, con la necesidad concomitante de incorporar la variable de género a la reflexión económica para analizar la diferente posición que ocupan hombres y mujeres como agentes económicos y sujetos de políticas económicas. Todo lo cual complejiza las relaciones al interior de los hogares y su nexo con la ganancia y la acumulación de capital.

FM: Se hace muy apremiante la necesidad de desentrañar el por qué lo reproductivo no tiene la consideración de productivo cuando sabemos de sobra, por activa y pasiva, arriba y abajo, que la acumulación de capital original parte de la negación de toda la carga de trabajo que supone el trabajo de sostén (crianza) y toda la logística inserta dentro del trabajo doméstico. Es acucian nombrar esto una y otra vez, para que llegue a las políticas públicas, y desarmar ya esa lógica del feminismo de la Igualdad que asegura que vertebrar ayudas para el Trabajo Materno sería reforzar los roles de género o las relaciones simbólicas desigualitarias ya existentes, ya que la actividad humana de reproducción social continuará más allá de las premisas de determinados feminismos.

Sería necesario ahondar en los anclajes de la lógica que nos atraviesan donde queda normalizada tal devaluación y negación sobre todas las actividades propias a la reproducción social como trabajo productivo, la relación de tales devaluaciones con la estandarización falócrata del trabajo asalariado (desde los deseos, expectativas y dinámicas inconscientes de una verga turbocapitalista enloquecida). Revelar y desarmar cómo los estándares del sistema de empleo y las condiciones impuestas por el empleador no incluyen las bionecesidades del cuerpo-gestante/sostenedor y/o del cuerpo-sostenedor, cómo se borrar la existencia y el valor político de los bioprocesos o procesos encarnados propios a estas actividades de animales-humanos (gestación, parto, apego inicial, lactancia y sostén inicial durante el puerperio de los 0 a los 2 años, y sostén hasta la mayoría de edad) frente a unas estructuras de normalización masculinizadas (a partir de esos cuerpos patriarcalizados proyectados para la obtención de eficiencia en términos de progreso económico).

¿Cómo podemos seguir sosteniendo tal negación y devaluación del Trabajo Materno? ¿Por qué desde los feminismo actuales, de la Igualdad (tendencia europeista), se niega el valor de tal actividad y el carácter fundacional del Trabajo Materno en el desarrollo y continuidad de las sociedades actuales?

Cómo dice la pensadora feminista, Marta Malo, en una entrevista para esta plataforma:

¿Cómo puede ser que en sociedades absolutamente monetizadas como son las nuestras, no haya dinero para sostener a las madres en esa tarea fundamental y gigantesca que la sociedad les encomienda (o solo lo haya en la medida en que construyan relaciones amorosas con otra persona, o que se lo peleen al padre biológico en los tribunales)? ¿Cómo puede ser que el ideal de emancipación pase por que las madres ganen lo suficiente como para pagar a otra persona, en la mayoría de los casos mujer, para que se encargue ella de la tarea? Y no, tampoco repartir entre padre y madre basta cuando las jornadas laborales exceden las 8 horas y a ellas deben sumarse desplazamientos en ciudades cada vez más grandes.

Entonces, la conclusión es: no podemos. ¿Cómo vamos a poder si en todos los ámbitos, materiales y simbólicos, la maternidad sigue siendo un asunto privado, desarrollado en el hogar, idealizada y menospreciado a partes iguales?

(Páginas 32 y 33 de Feminismos latinoamericanos: deseo, cuerpo y biopolítica de lo materno)

El cuerpo se sitúa en el foco de los debates feministas sobre la vida, es allí donde me interesa rastrear su significancia en tanto cuerpo materno. Este cuerpo materno incardina una dinámica doble. Por una parte, pone en movimiento pulsiones reprimidas y rebasa el orden simbólico, se vuelve una fuente de transgresión y, por otra, expresa los interdictos patriarcales más fuertes en torno a la domesticidad de las mujeres. El cuerpo deviene en deseo y represión y, por lo tanto, en lugar de disputa cultural y política.

Me interesa el nudo político-feminista que liga cuerpo y maternidad, pues se trata de un problema central para la comprensión tanto de la articulación de los discursos hegemónicos sobre las mujeres en la modernidad (madre cívica, mujer doméstica, ángel en el hogar, toda una red significante de biopolítica), como de la reflexión feminista en tanto política del cuerpo, del cuerpo deseante.

FM: Ese cuerpo deseante, sería muy posibilitador identificar desde donde habla, desde donde se narra a sí mismo, desde donde entiende donde habita, desde qué cuerpo o cuerpos asumen la gestación y/o sostén para ahondar en el entramado de tales sentires identificados como propios, a partir de ahí articular un cuerpo deseante emancipado. Identificar si nos asimilamos como cuerpos explotados, cuerpo negado, cuerpo racializado, cuerpos postidentitarios, cuerpos imposibilitados, cuerpos violentados, cuerpos normativos, cuerpos parturientos, cuerpos gozosos, cuerpos epistémicos, cuerpos desbordados, cuerpos finitos, cuerpos ahondadamente sabedores, cuerpos patologizados, cuerpos no-neurodominantes, cuerpos extrañados, cuerpos potencializados, cuerpos de domesticación neoliberal, cuerpos bastardos, cuerpos vergarizados, cuerpos adiestrados, cuerpos mitologizados, cuerpos blancos, cuerpos no-blancos, cuerpos emancipados, cuerpos periféricos, cuerpos no-céntricos, cuerpos que acumulan –o no- capital, cuerpos de-lo-vivo, etc. El cuerpo deseante debería indagar en su propia genealogía a partir de los sentires/asimilaciones erróneas (sentires introyectados) o en lugares marcados por la desvalorización y opresión cuando se están realizando este tipo de actividad social. Preguntarnos por lo que estamos introyectando hacia nuestras carnes, nuestras pieles, nuestros cuerpos.

Indagar en por qué se niegan nuestras potencias y saberes y gozos (desde el cuerpo) durante el trabajo materno, y revelar como esta negación está anclada en un proceso de identificación e internalización de sentires devaluados, ninguneados, ultrajados, pisoteados, invisibilizados y cancelados. Comenzar a descifrar el propio sentir del vehículo que sostiene todo el trabajo materno: el cuerpo.

(Página 33 de Feminismos latinoamericanos: deseo, cuerpo y biopolítica de lo materno)

El liberalismo relocaliza la maternidad en una función productiva para el nuevo orden social y político republicano, a través del arranque y la paulatina preeminencia de una ideología de la domesticidad y del sistema de valores burgueses que relega a las mujeres al ámbito de lo privado, terreno de lo afectivo, del cuidado y mantenimiento de la vida. El trabajo materno, desde este despliegue, preservaría, nutriría y educaría para la vida social en la nueva nación que se busca conformar. Según mi perspectiva, este elogio de la figura de la madre tiene que ver con el proyecto modernizador y la política civilizatoria de codificación de los cuerpos que el discurso liberal pone en funcionamiento en la ideación de una comunidad nacional orquestada biopolíticamente.

FM: Es curioso e intrigante cómo la codificación de los cuerpos por parte de liberalismo o turbocapitalismo para formatearlos en las asignaciones por género, o desde la división sexual del trabajo, genere todo una mística de la maternidad, como práctica única, idealizada, otorgándole una ficción de poder social (desde un anclaje de opresión y subordinación como antes comentábamos) pero que niege por completo los bioprocesos que nos atraviesan una vez que se asumen las actividad propias a la reproducción social. Lo curioso es que esta lógica siga operando. Sabemos que para soltar las cadenas tuvimos que asemejar nuestro sentir al de aquellos que ostentaban el poder y los privilegios. Tuvimos que asemejarnos al “amo”. Pero el “amo” no menstrúa, ni gesta, ni pare, ni siente el apego inicial, ni puede lactar ni tampoco, históricamente, ha puesto su cuerpo a disposición del sostén. Pero teniendo presente que, aunque el “amo” esté asociado al bio-cuerpo-hombre, actualmente muchos asumen el sostén de las criaturas como parte de un proceso de despatriarcalización de la crianza y de la exhausta construcción de “padre”. Además, al “amo”, al paterfamilias, al guardián de la lógica neofascista “lo-normal, lo-natural, lo-patriarcal” le interesa la homogenización de los cuerpos para que puedan ser fácilmente adaptables a las reglas de producción. Rapidito y que ningún cuerpo problematice nada por el camino. A este “amo” le interesa apuntalar la construcción de “lo-natural” como estrategia para reforzar los roles de género. Alimentar toda la mística que refuerza la mitologización de la feminidad.

Ese “amo” que exige la generación de riqueza de manera ágil, pero negando y devaluando una de las principales fuentes de riqueza de nuestra especie como animales-humanos: la creación y sostén de las criaturas que a su vez sostendrán al sistema que nos envuelve a nosotras y a ese paterfamilias; a ese “amo” que, negando su finitud física y la pertenencia a la otredad, ha podido sobrevivir tras ser operado por una neurocirujana que fue gestada y sostenida por un cuerpo racializado sometido a violencia institucional. Es decir, un cuerpo sometido a la continua negación de sus bioprocesos o procesos encarnados junto la desvalorización de sus bionecesidades por ser calificadas de esencialistas o biologizantes; lo cual descartaba la posibilidad de una estructura pública que los reconociera y abordara a nivel político; un cuerpo que tuvo que asumir esta situación cuando se responsabilizó de manera monomarental del trabajo materno que implicaba el sostén de su criatura tras su llegada en patera a la amada patria del “amo”, aceptando el mandato que le decía que todo ese trabajo de gestación y sostén no es sinónimo de riqueza.

(Diálogo en proceso)