“Nos toca también hacer un cambio histórico en el sentido más puro del término (…) Un ejemplo, la famosa teoría freudiana de la envidia del pene de las niñas durante su desarrollo psicosexual y aquí intento no ser irónica: si lo pensamos bien, quizás en el fondo sucede lo inverso. Los hombres tienen pene, cierto, pero no pueden crear vida, y de ese deseo de creación, imposible para ellos, surge quizás una envidia a la mujer y de ahí todos estos discursos que hoy en día nos parecen misóginos” -Tatiana Lipkes.

Obra de cabecera: Imagen captura de No Home Movie (2015) documental de Chantal Akerman

Converso con mi comadre, Tatiana Lipkes (Ciudad de México, 1978), poeta, editora, traductora y co-fundadora de la editorial MaNgOs de HaChA. Autora de Todos los días son días de fiesta (2008), Repulsión (2011), Rojo de Cadmio (2017), y 13 (+8) Interviews with Contemporary Filmmakers (segunda edición, 2015).

Lipkes cuestiona el axioma occidental envidia del pene planteado por Freud, la devaluación de todos los trabajos que implican un proceso lento de cocción, el manejo de nuestros traumas como cuerpos gestantes/sostenedores y sobre la cineasta belga, Chantal Akerman, en relación a su último trabajo de traducción.

Luisa- Te quería preguntar por tu sentir sobre el proceso en el que estamos de despatriarcalizar las lecturas realizadas sobre las dinámicas inconscientes hechas durante todo el siglo XX.

Tatiana- Soy traductora, llevo unos veinte años apropiándome de textos y reescribiéndolos en otros idiomas. Textos viejos y textos nuevos. Una de las teorías que siempre intento aplicar es el Make it new que formuló Ezra Pound, quizás uno de esos patriarcas del siglo XX. Cuando habla del Make it new, Pound se refiere a actualizar lingüísticamente textos antiguos. Eso.

En realidad es una ventaja que exista esa lectura de las dinámicas inconscientes que mencionas, gracias a eso podemos ahora discutirlas, reformularlas y darles todo un nuevo significado. Es la historia, de eso está hecha la humanidad. Nos toca ser testigos y actores de lo que sucede hoy en día.

Por un lado está la creación de todo un nuevo marco teórico sobre los derechos de las mujeres que se ha ido construyendo a lo largo de casi un siglo, pero por el otro, que a mí me parece sumamente importante, es lo que hacemos a diario. No me refiero a la lucha en las calles, ese es otro tema. Hablo de nuestras acciones diarias y de cómo aplicamos lo que nos fue enseñado a nosotras y cómo se lo estamos se lo transmitimos a nuestros hijxs. Otro trabajo de apropiación y reinterpretación.

Siempre he pensado que nuestra generación (nacidas en los años 70 y 80) es de transición. Somos un puente. Pasamos de escribir a mano a usar computadora, apareció del Internet y ahora no podemos vivir sin nuestro móvil. Nos toca también hacer un cambio histórico en el sentido más puro del término. Estudiar los sucesos del pasado e intentar hacer los cambios necesarios para las nuevas generaciones. Un ejemplo, la famosa teoría freudiana de la envidia del pene de las niñas durante su desarrollo psicosexual y aquí intento no ser irónica: si lo pensamos bien, quizás en el fondo sucede lo inverso. Los hombres tienen pene, cierto, pero no pueden crear vida, y de ese deseo de creación, imposible para ellos, surge quizás una envidia a la mujer y de ahí todos estos discursos que hoy en día nos parecen misóginos.

Pero la realidad es ancestral, si no hay mujeres no hay creación, si no hay seres humanos en la tierra no hay testigos, si no hay testigos nadie puede escribir la historia y sin la historia este mundo no tendría el mismo sentido.

Nota: La psicoanalista feminista, Karen Horney (Alemania, 1885), planteó la hipótesis de la “envidia del útero” como aquella sentida por los cuerpos “hombres” (aquellos bajo macho-lógicas identitarias como “cuerpo-comunidad-masculino") hacia las mujeres o "cuerpo-comunidad-femenino" -como cuerpos que puedan gestar- frente a lo planteado por el Sancta Sanctorum Freud, donde todxs lxs que tenemos cuerpos que pueden asumir el trabajo de gestación entramos en una desventaja universal irrefutable, porque el cuerpo niñe que tiene vulva se siente lesionadx en comparación con el cuerpo niñe que tiene pene (¿?) y a partir de aquí todo nuestro impulso vital va dirigido hacia una carrera inconsciente por tener un pene dentro de nuestro cuerpo, ya sea por coito (visión falocéntrica de la cópula que ya nos explicó aquí el sexólogo feminista, Aingeru Mayor) o a través de la gestación de una criatura (criatura como metáfora de pene conquistado). Y además -¡creencia importante a desmontar!- esta envidia del pene nos aboca a múltiples formas patológicas (¿No estamos ante un disparate patriarcalizador total? Nos preguntamos desde Futuridades Maternales). Entonces, Karen Horney, brillantísima intelectual emigrada a Nueva York por la Alemania Nazi y profesora de la New School for Social Research, propuso un movimiento de revisión de los principios propuestos por Freud -al que llamaremos falopaterfamilias-, no admitiendo que el desarrollo de la personalidad dependa de fuerzas instintivas e inmutables. Negando que la sexualidad sea el factor omnipresente. No aceptando de la teoría psicoanalítica ortodoxa las fases del desarrollo psicosexual, estando en contra de ver al complejo Edipo/Electra como un acontecimiento universal y planteando que las criaturas pueden presentar la envidia a la capacidad materna de dar la vida. Horney prefiere tomar la libido como una urgencia emocional, antes que como un instinto sexual.

Luisa- ¿Qué te parece el hecho de haber naturalizado la negación del trabajo materno como trabajo?

Tatiana– Trato de mantener la calma al contestar la pregunta. Me parece aberrante que no se considere como un trabajo que debiera ser remunerado. Ahora, lamentablemente mi trabajo profesional tampoco lo es. Es decir, sí es remunerado, pero muy poco para lo que implica, y no tiene el reconocimiento que merece. Te invitan a dar pláticas, a presentar libros, a ser jurados de premios y difícilmente te dan las gracias. No se hable de las exigencias para traducir un texto, que por lo general es urgente y luego el pago tarda meses. Pero hemos llegado a esto porque la prioridad la tiene un trabajo que requiere velocidad y es útil para la sociedad, así vivimos, tenemos que generar dinero rápido, ser famosos en lo que sea que hagamos…

Sin embargo, este tipo de trabajos (del hogar, la traducción, la escritura, la edición) son lentos, solitarios y no resaltan y por eso son poco o nada reconocidos.

Pero, si conecto esta respuesta con tu pregunta anterior, te diría que aún así lo haría. El trabajo materno, refiriéndome al práctico y al emocional, me ha dado las herramientas necesarias para repensar en la imagen que tengo del mundo, y esa nueva visión, buena o mala, es la que me gustaría transmitir.

Luisa- Dado que tu trabajo materno lo realizas en el contexto urbano de Ciudad de México (Colonia Roma), me gustaría preguntarte sobre la expropiación de las maternidades o trabajos a otros cuerpos como «profesionales del cuidado» justificada por la estructura colonial mexicana. ¿Cual sería tu opinión sobre esto?

Tatiana- Definitivamente tengo el privilegio de poder trabajar en lo que me gusta, ser madre y contar con alguien que me ayude con mis mellizos, aparte de mi esposo.

En mi caso particular nunca dejo a mis hijxs solos con alguien que no sea familia. Es decir, la chica que nos ayuda es sólo un apoyo, no estoy transfiriendo el quehacer materno. Que sea una práctica normalizada, en mi opinión es algo bueno (aunque sé que te refieres a normalizado como la norma para cierta clase social). Me explico, normal para mí significa que contrato a alguien para un trabajo, sería lo mismo si tuviera una asistente o algún colaborador externo. Ofrezco un trabajo, hago un contrato, hay reglas, hay una relación profesional y un sueldo.

En Latinoamérica, México en específico, es una práctica común. La «ayuda» existe y genera empleos. Hasta hace poco, pasó una ley para que las trabajadoras del hogar tuvieran seguro social y existen muchos grupos dentro y fuera del gobierno que luchan para que tengan los mismos derechos que una empleada dentro del sistema. Me parece que este es un problema ya a nivel de la economía de un país en donde un porcentaje muy alto de los ingresos viene de la economía informal. El problema social es otro, y digno de que se estudie a profundidad. Vivo en lugar en donde la culpa de clase, México es un país católico, ha generado más activismo que los problemas a los que se enfrentan estas mujeres trabajadoras. Pero existen muchos niveles muy complejos tanto sociales como geopolíticos, y yo no soy ninguna experta y prefiero no hablar de algo que no conozco bien.

Luisa- ¿Tu trabajo de traducción es un trabajo de traducción feminista?

Tatiana– Debo decir que mi trabajo no se enfoca para nada en la traducción de libros de mujeres feministas. Diría que al contrario. Las mujeres a las que he traducido, en especial las poetas L=A=N=G=U=A=G=E, Lyn Hejinian o Susan Howe, son poetas a las que los grupos feministas de la segunda ola marginaron porque su trabajo se centraba en el lenguaje y era estéticamente nuevo, además nunca escribieron sobre esos temas. Luego, Chantal Akerman, o más bien su cine ha sido etiquetado como feminista. Esto es porque sus personajes son, la mayoría, mujeres. Pero realmente creo que tanto su cine como sus libros tratan acerca de cosas que le pasan a cualquier ser humano, independientemente del género.

Luisa- Me gustaría preguntarte por cómo funciona la «madre» de Chantal Akerman, superviviente de Auschwitz, en obras de la autora como su última película No Home Movie (2015) o en su libro Mi madre ríe (2019) ya que a partir de esa relación la cineasta nos habla de los traumas que viven en los cuerpos que han atravesado heridas históricas que continúa existiendo en los hogares, desde un hogar situado en la centro-europa-blanco-burguesa-. Me parece interesante cómo la construcción «madre» representa un territorio psíquico marcado por el dolor y desgarro, pero también, una presencia continua, un caudal que nunca llega a secarse y del que bebe siempre la autora.

Tatiana- Es cierto, la madre, está en el centro de las obras de Chantal Akerman, ella misma lo dice, «Mi madre… he hablado tanto de ella cuando hablo de mis películas. ¿De verdad he trabajado tantos años para ella, alrededor de ella, no acerca de su persona por supuesto, nunca de su persona, bueno, es más complicado que eso…»

Las dos últimas obras que mencionas de Chantal Akerman (el libro Mi madre ríe y la película No Home Movie) sí se enfocan en el dolor. Pero el dolor tiene una gama demasiado amplia, y en este caso es la hija la que siente el dolor: «por suerte no lo pienso tan seguido sino me dolería el corazón todo el tiempo y me duele el corazón muy seguido así que evito pensar en muchas cosas pero eso no sirve de nada porque de todas formas me siento mal así que me acuesto y me duermo, duermo muchísimo en mi vida.». En cambio, la generación de la madre de Akerman, ha reprimido su dolor, de éste no se habla nunca, es un tabú. Y mucho menos de acontecimientos históricos como el ser sobreviviente de un campo de concentración.

«Como si lo que tiene que decir no es para una madre como yo. A veces pienso que por lo que me pasó. A veces pienso que es al contrario. No sé qué pensar acerca de eso entonces mejor no pienso. De hecho lo que me pasó podría volver a empezar. Nunca nada está terminado.» (Akerman)

Yo no podría decir que este tipo de dolor se hereda. Quizás se trasmite a través de la educación. En mi caso, por ejemplo, mi padre es quien vivió la Segunda Guerra Mundial siendo judío en Francia. Sus historias son prácticamente anécdotas, nunca habla de lo ocurrido con dolor. Sin embargo, la manera en la que vive es como si siguiera la guerra, y eso es lo que yo he aprendido y que ahora, consciente/inconscientemente le transmito a mis hijxs.

Luisa- Sería interesante ahondar en el dolor que acumulan nuestros cuerpos una vez que pasamos a ser cuerpos gestantes/sostenedores (madres desde una visión histórica-patriarcal), ¿qué pasa con nuestras derivas traumáticas internas una vez que otros cuerpos nos necesitan, necesitan de nuestros cuidados para continuar en la vida?

Tatiana- Tengo la impresión que esas ‘heridas’ se anulan o se transforman. Es como algunas enfermedades que una vez que un cuerpo está gestando o sosteniendo, se van a dormir. A veces reaparecen, a veces no. No hay que subestimar a la naturaleza. Sí, nuestros cuerpos lo recuerdan todo, dolores y alegrías, pero no siempre se reviven, al menos no del mismo modo.

Nota: La psiquiatra francesa, Francoise Doltó, la cual generó una revolución en las lecturas de las dinámicas inconscientes durante la infancia habla sobre todo lo que los cuerpos gestante/sostenedores y cuerpos sostenedores callamos/silenciamos/no-narramos/no-elaboramos en relación a nuestros traumas no-resueltos pasa a los cuerpos de nuestrxs hijxs, de nuestras criaturas. Aquí una entrevista donde poder ahondar en la reflexión de Doltó.

Luisa- ¿Es el Trabajo Materno un dique de contención de los dolores y traumas en los que habitamos antes de ser cuerpos gestantes/sostenedores?

Tatiana- Realmente espero que no lo sea. No por ser trabajo tiene que ser doloroso. Nuestros traumas previos a la maternidad son parte de quien somos. No creo que haya vida humana sin traumas. Ahora, de cada quien depende cómo maneje su dolor. Lo que es un hecho, para mí, es que uno de los retos mayores de la maternidad es enseñar cómo sobrevivir al dolor, y eso pues sólo es posible si uno ha logrado hacerlo a lo largo de la vida.

Pienso en mi propio caso. Mi madre fue encarcelada embarazada de mí con cinco meses. Estuvo presa en Polonia durante el comunismo.

Quizá mi madre nunca resolvió ese trauma físico y emocional. Pero, sin duda alguna, esa experiencia fue suya únicamente. Para mí, es parte de mi historia personal, pero no la sufro. La conozco, la reconozco, incluso a veces siento que sí fui testigo y la puedo contar sin fin de veces como si yo hubiera visto todo, pero no llevo una carga de dolor.

Me pregunto ¿qué hubiera pasado si nunca me hubieran contado esa historia? Pienso que sería exactamente la misma persona. Lo que sí sé es que cuando mi madre estaba presa, se aferró tanto a que yo viviera, naciera, que a partir de ahí hubo un lazo muy particular, entrañable, entre las dos. De amor/odio. Hasta el día de su muerte en donde yo tuve que cerrar el ciclo de su vida.

Luisa- Muchas gracias, Tatiana querida.

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