¿Tenemos derecho a la expropiación de cuerpos “mujeres” originarias de contextos atravesados por violencias macho-colonialistas junto a la usurpación de sus experiencias vitales para continuar evitando resolver el problema actual -que nos quema cual patata caliente- sobre cuales son los marcos legales en los que se desarrollan los Trabajos del Hogar y de los Cuidados o Trabajos Maternos Externalizados imprescindibles para la continuidad de la vida?
Obra cabecera: La otra (2001) de Natalia Iguiñiz
Aquí podéis leer el texto publicado en Salto Diario sobre Trabajadoras del Hogar y de los Cuidados. Crisis sanitaria y condiciones de esclavitud contemporánea donde se plantea dentro del contexto del totalitarismo vírico que atravesamos, ¿cómo podemos reconocer como no-ciudadanas a cerca de 300.000 cuerpos “mujeres” cuyas fuerzas de trabajo forman parte de la potencia económica del PIB del Estado Español, siendo, más que evidente, que el trabajo que sostienen es parte de la estructura esencial contingente para el mantenimiento de la vida en condiciones rutinarias y, todavía con más valor, durante esta emergencia sanitaria?
Planteando que tenemos que pensar en marcos legales que respeten los Derechos y Libertades Civiles de las Trabajadoras del Hogar y de los Cuidados o Trabajos Maternos Externalizados para que puedan desarrollar sus propios proyectos vitales en estas tierras, que también son suyas, tierras que se auto-designan como tierras del bienestar. Proyectos vitales que necesitan condiciones de trabajo dignas, la no-expropiación de sus cuerpos ni de sus experiencias vitales (no vale esto de luchar por la emancipación expropiando las vidas y experiencias de otros cuerpos “mujeres”) y la posibilidad de establecer políticas de cuidado psíquico, de bienestar psicológico, para quienes cuidan y sostienen la vida.
La otra (2001) de Natalia Iguiñiz, la cual acompaña esta reflexión, es una serie fotográfica que junto a Somos la excepción a los derechos laborales (2002) nos revelan prácticas sociales totalmente normalizadas que invisibilizan quien asumen los trabajos maternos externalizados o trabajos del hogar y de los cuidados, en qué condiciones se realizan, cual son las causas de tal externalización y que violencias reproducen sobre los cuerpos maternos asalariados que las asumen como trabajo externalizado. Prácticas que niegan la potencia económica de los mismos debido a que son trabajos desarrollados a partir de unas condiciones sociolaborales marcadas por un sistema de expropiación colonial o lo que es lo mismo: por un machosistema extractivista sobre todos los cuerpos sean animales-humanos, animales no-humanos o cuerpo viviente-naturaleza.
Machosistemacolonial que designa a los cuerpos mujeres -que parten de contextos atravesados por opresiones raciales pertrechadas por lógicas blanco-dominantes– los trabajos propios al mantenimiento de la vida pero negando su valor socioestructural esencial y el profundo calado psicofísico dentro de los procesos individuales identitarios.
Iguiñiz nos recuerda que tenemos el proceso pendiente de desmantelar las creencias sobre el espacio doméstico como un “asunto privado” por toda la herencia que arrastramos del hogar como patrimonio del paterfamilias; la imposición del individualismo como estrategia para la vida (cuando es la dirección contraria para el desarrollo del asunto vital en condiciones dignas) y el desaguisado histórico que narra de manera normativa que todos esos trabajos son trabajos devaluados, confusos, no-nombrados, no-cuantificados y amontonados, asumidos por cuerpos “mujeres” y en un altísimo porcentaje por cuerpos “mujeres” madres.
La afroactivista e investigadora, Sheila S. Walker, habla del proceso afrogénico para nombrar a lo sucedido en las tierras de América o Abya Yala. Aquí tendríamos que pensar en cómo nombramos al proceso de Cimarronaje de los Cuidados asumidos por cuerpos “mujeres” originarias de contextos atravesados por violencias y que, gracias a su capacidad de trabajo y al desarrollo de sus fortalezas, sostienen condiciones dignas para el mantenimiento de la vida.
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A continuación podéis leer el texto ampliado/extendido sobre Trabajadoras del Hogar y de los Cuidados. Crisis sanitaria y condiciones de esclavitud contemporánea:
Es curioso, por no decir estremecedor, que se permita en esta tierras del bienestar situaciones vitales y laborales de vulneración total de los derechos y libertades civiles dentro de este “primer” mundo, gran valedor de garantías constitucionales para el desarrollo en condiciones dignas del asunto vital de todas las ciudadanas y ciudadanos. Tierras con el nudo político/económico pendiente por resolver entre las actividades humanas de producción y de reproducción. Tierras que acumulan un histórico de luchas sólidas por los derechos laborales (siempre amenazadas por parte de machocuerpos empleadores que estrangulan y acumulan lo expropiado a muchas ciudadanas).
Tierras donde a pesar de existir una OIT -Organización Internacional del Trabajo- está totalmente normalizado el expolio de la riqueza y de la potencia económica generada por ciudadanas que han tenido que abandonar sus entornos familiares de origen para trascender las violencias que las atraviesan –y de las que no son responsables. Violencias generadas por un sistema colonial, racista y extractivista impuestos desde las estructuras de pensamiento machoblancas.
Tierras donde 700.000 cuerpos “mujeres” asumen los Trabajos del Hogar y de los Cuidados y necesitan la urgente ratificación del Convenio 189 y Recomendación 201: un trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos por parte del Gobierno del Estado Español.
Tierras del bienestar donde sólo alrededor de 400.000 de ellas (dadas de alta y con papales) podrán recibir la ayuda extraordinaria para empleadas de hogar aprobada por el Gobierno del Estado Español a través de la Resolución de 30 de abril de 2020 del Servicio Público de Empleo Estatal, como subsidio para compensar la violencia económica consecuencia de esta crisis vírica que agrava una situación anterior espeluznante o de esclavitud contemporánea para muchas de ellas.
Pero esto deja una situación insólita. Alrededor de 300.000 no-ciudadanas restantes no podrán optar a tal ayuda extraordinaria al no caber dentro del marco formal para la obtención de la misma, debido a unos requisitos opresores y misóginos del paterestado. Cuando lo curioso es que el paterestado es fuertemente dependiente de las fuerzas de trabajo de estas 300.000 no-ciudadanas para poder mantener las estructuras de cuidados esenciales, pero a pesar de su dependencia las sigue negando como ciudadanas de pleno derecho. Todo esto mantenido por unas políticas que las sitúan como cuerpos que no pueden ejercitar su condición política, condición indispensable, como bien sabemos, para poner en práctica sus derechos y libertades civiles como nos diría la extraordinaria y no-banal, Hannah Arendt.
Curiosamente estas 300.000 no-ciudadanas (no reconocidas por el paterestado con tal condición política) forman parte de la potencia económica del PIB del Estado Español. Además, durante todo este proceso de encierro o disloque mental colectivo versus aplastamiento neototalitario machobélico, se ha revelado, aunque ya muchas lo teníamos muy claro y fresco, que el trabajo de estas 300.000 no-ciudadanas que asumen las actividades propias del Hogar y de los Cuidados es parte del sistema para amortiguar todo el desbarajuste psicosocial que ha producido este tsunami vírico.
Además de sostener, antes del virus, todos los trabajos que necesita la viva para mantenerse con vida. Sin embargo, lo que ha puesto sobre la mesa esta excepcionalidad social, es que cuanto más esencial es un trabajo, más feminizado está, y menos valor retributivo tiene -lógica perversa que desgrana la economista feminista, Amaia Pérez Orozco, en su lúcida comparecencia en la Comisión de Reconstrucción el pasado 31 de mayo en el Congreso Estado Español.
Es decir, alrededor de 300.000 no-ciudadanas que forman parte de la potencia económica del PIB y que asumen los trabajos esenciales contingentes para mantener el andamiaje del paterestado siguen sin ser consideradas ciudadanas, y por lo tanto, no pueden poner en práctica su condición política (requisito básico para el ejercicio de los derechos y libertades en las tierras del bienestar) imposibilitando poder recibir ese subsidio compensatorio o ayuda extraordinaria.
¿Cómo podemos no reconocer como ciudadanas a cerca de 300.000 cuerpos “mujeres” cuyas fuerzas de trabajo forman parte de la potencia económica del PIB del Estado Español por no tener papeles pero sabiendo que sus fuerzas de trabajo sostienen parte de los trabajos esenciales contingentes para la continuidad de la vida durante esta crisis sanitaria?
Todo esto nos recuerda que tenemos pendiente el ejercicio político o la politización máxima de los trabajos que se amontonan en el hogar o espacio doméstico. Nombrar, cuantificar y desentrañar, todo lo que se acumula ahí dentro, para establecer nuevas políticas de distribución de los cuidados. Nuevas infraestructuras públicas que posibiliten la realización de los Trabajos del Hogar y de los Cuidados desde condiciones laborales dignas, desde otros andamiajes públicos por inventar (por nosotras).
Salir de la creencia que coloca al espacio doméstico como un “asunto privado” por toda la herencia que arrastramos del hogar como patrimonio del paterfamilias, a la imposición del individualismo como estrategia para la vida (cuando es la dirección contraria para el desarrollo del asunto vital en condiciones dignas) y al desaguisado histórico de que todos esos trabajos devaluados, confusos, no-nombrados, no-cuantificados y amontonados han sido, y son en su mayoría, asumidos por cuerpos “mujeres” y en un altísimo porcentaje por cuerpos “mujeres” madres.
Entonces la situación que tenemos ahora es que todo ese trabajo amontonado –no clarificado- se externaliza en cuerpos “mujeres” originarias de tierras pertrechadas de violencias blancocolonialistas. Se cambia a los cuerpos “mujeres” por otros cuerpos “mujeres” sometidos a más violencias. Cuerpos que demuestran unas potencias de ser y fortalezas –indiscutibles- al abandonar sus entornos psicoafectivos de origen.
Articulando una valiosísima función de ser transmisoras de saberes y haceres de lo logístico, alimentario, sanitario, espiritual y psicoafectivo, no atravesadas por la fuerte individualización propia del ensimismamiento blanco burgués que defiende el encierro en las problemáticas del hogar como destino único, que vive el cuidado como un problema, no como una fuente de riqueza, y que no reconoce el cuidado como nudo político en el que priorizar al máximo y al que dotar de nuevas y nuevas soluciones. Como nos diría la pensadora, Ochy Curiel, desarrollando todo una seria de prácticas sociales y de construcción de pensamiento propio a experiencias concretas que engranan todo un proceso de cimarronaje sociocultural e intelectual.
La afroactivista e investigadora, Sheila S. Walker, habla del proceso afrogénico para nombrar a lo sucedido en las tierras de América o Abya Yala. Aquí tendríamos que pensar en cómo nombramos al proceso de cimarronaje de los cuidados asumidos por cuerpos “mujeres” originarias de contextos atravesados por violencias y que, gracias a su capacidad de trabajo, sostienen a gran parte del mantenimiento de la vida en el Estado Español.
¿Tenemos derecho a la expropiación de cuerpos “mujeres” de contextos atravesados por violencias machocolonialistas y de sus experiencias vitales para seguir evitando resolver el problema actual -que nos quema cual patata caliente- de quién y cómo asumen todos los trabajos esenciales para la continuidad de la vida, es decir, quien y cómo asume los Trabajos del Hogar y de los Cuidados? Cosa que exigen que le pongamos mucha velocidad y foco al hecho de tener que articular nuevas políticas de distribución del cuidado superando las cosificación del género. Nuevas infraestructuras públicas aplicando la imaginación política, nuevas fórmulas para desentrañar/nombrar/cuantificar todos los trabajos que se acumulan en el espacio doméstico o en los hogares.
Otra cuestión urgente que atender para establecer medidas públicas paliativas es sobre cómo se ha intensificado durante esta nueva era vital-vírica-panóptica el eje opresor sobre estos 300.000 cuerpos “mujeres” no-ciudadanas que asumen los Trabajos del Hogar y de los Cuidados. Eje que reproduce situaciones vitales de esclavitud contemporánea dentro de estas tierras del bienestar. Dentro de estas tierras de luchas sindicales por los derechos laborales, que no son otra cosa que las luchas que hacen posible desarrollar una actividad productiva bajo garantías que respeten los derechos y libertades civiles para crear sostén económico con el que desarrollar un proyecto vital más amplio y extenso (porque la vida es más amplia que la vida vivida durante el tiempo asalariado).
Eje opresor armado por las coordenadas de (1) falta de accesibilidad a la vivienda, (2) por la dificultad para no poder poner el práctica la propia condición política al no tener “los papeles”, (3) por el ejercicio de unos trabajos fuertemente devaluados que tienen normalizados todo un sistema de abusos (abuso psicoemocional, abuso vital, abuso espacial y abuso económico) y (4) por la intensificación de las secuelas psicológicas que traen de experiencias traumáticas en sus tierras de origen donde los cuerpos “mujeres” son los territorios donde aplicar las pedagogías de la crueldad, como nos recuerda Rita Segato (La guerra contra las mujeres, 2017).
Pensemos en cómo generar condiciones que respeten los derechos y libertades civiles de 300.000 no-ciudadanas que asumen los Trabajos del Hogar y de los Cuidados para que puedan desarrollar sus propios proyectos vitales en estas tierras, que también son suyas, tierras del bienestar. Proyectos vitales que necesitan condiciones de trabajo dignas, la no expropiación de sus cuerpos y de sus experiencias vitales (no vale esto de luchar por la emancipación expropiando las vidas y experiencias de otros cuerpos “mujeres”) y la posibilidad de establecer políticas de cuidado psíquico, de bienestar psicológico, para quienes cuidan y sostienen la vida.
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Desde aquí quiero dar las gracias a Rafaela Pimentel de Territorio Doméstico, Liset de Sindillar I Sindicato de Trabajadoras del Hogar y de los Ciudados (THC) y Nana Diana Marcela de AIPHYC Asociación Intercultural de Profesionales del Hogar y de los Cuidados.