¿Qué nos impide nombrar, cuantificar y politizar al máximo todos los trabajos que se acumulan en los espacios domésticos durante esta excepcionalidad social que a su vez son asumidos por los cuerpos maternos/explotados? ¿Será que el poder sigue condicionado por la creencia del feminismo igualitario que dice que las nuevas luchas reproductivas se reducen al hecho de haber pasado de una mística de la feminidad a la mística de la maternidad unida a la lógica del paterfamilias del espacio doméstico como asunto privado librado a sí mismo?

Obra cabecera: “Cintia” serie fotográfica Political Maternity/Maternidad política (2015/2019) de Darya von Berner

Aquí podéis leer el texto publicado en http://www.lamarea.com Policitemos todos los trabajos que se acumulan en el espacio doméstico donde se plantea si, ¿todo este terremoto vírico manejado desde resortes totalitarios nos va a dar la oportunidad de entrar a politizar todos los trabajos que se acumulan en el espacio doméstico? ¿Cómo son asumidos, quienes los asumen, en qué condiciones?

Así poder desarrollar nuevas políticas de distribución del cuidado y nuevas infraestructuras públicas que respeten las necesidades y derechos fundamentales psicofísicos de los cuerpos “mujeres” madres o cuerpos gestantes/sostenedor y de sus criatura y, a su vez, de los cuerpos “mujeres” que asumen de manera externalizada el trabajo del hogar y de los cuidados.

No vale esa narración desde el feminismo de la igualdad que dice que hemos pasado de una mística de la feminidad (Betty Friedan, 1963) a una mística de la maternidad, como nuevas guardianas de lo doméstico. Nadie está pidiendo basar su identidad en hacer bizcochos. Ni reforzar toda la onda de la madre-función-del-padre (Victoria Sau) cuando hoy en España hay cerca de 2.000.000 de familias monomarentales. No se sostiene eso de que estamos sacando del baúl de nuestras abuelas (que sí eran esclavas domésticas) estereotipos de esencialización y mitologización que reproducen la opresión entre nosotras. No. Somos herederas de Butler. Estamos dislocando el binarismo, y volcando las herramientas que nos ofrecen las luchas identitarias para desmontar las normativas sobre cómo hay que ser, encajar, sostener, hacer y manejar los trabajos maternos.

Abriendo este melón, podríamos ser parte del proceso para generar condiciones de trabajo decentes para las trabajadoras del hogar y de los cuidados que asumen los trabajos y cargas de manera externalizada. Y, con ello, acabar con el normalizado sistema de abusos sobre estos cuerpos “mujeres”. Podríamos, también, salir de la inoculada creencia del espacio doméstico como lugar históricamente asignado a los cuerpos “mujeres” donde se acumulan trabajos y cargas sobre los cuerpos maternos de manera silenciosa. Salir del espacio doméstico como asunto privado que se rige bajo las machoexpectativas del paterfamilias, donde sigue funcionando la autoridad basada en la potencia económica. La negación insultante del valor estructural que tiene la crianza en todo este sistema que nos envuelve y la reproducción del eje opresor sobre los cuerpos maternos armado por la soledad o negación de distribución del cuidado, por el cansancio o estrategia de control social y por la patologización como estrategias para negar los movimientos internos que suceden en el puerperio (como narra visualmente la performer Paloma Calle en los ejercicios 1 y 2 de la serie Gravedad, 2020, realizada durante el confinamiento). 

Aquí se puede leer el texto publicado en http://www.lamarea.com ampliado:

Igual todo este terremoto vírico nos sirve para acelerar procesos de lucha, dentro de las luchas reproductivas, por el simple hecho que ya nuestros cuerpos están completamente desbordados por la acumulación de trabajos sobre el mismo. Por la acumulación de cargas. Trabajos que antes eran asumidos por un entramado de apoyos públicos, familiares y emocionales varios, desde un andamiaje público endeble e insuficiente. Todo sostenido con palicos y cañicas, que ahora mismo recaen casi en su totalidad sobre los cuerpos “mujeres” madres o cuerpos maternos (somos el 85%). Hogares o espacios domésticos que han pasado a ser espacios políticos fundamentales para sostener al machosistema, sin que este los reconozca como tal. Espacios donde se están asumiendo todas las actividades que antes eran compartidas por varias fuerzas -colegios, parques, actividades extraescolares, comedores, refuerzos terapéuticos, apoyos familiares, apoyos no-familiares, cuidadoras externalizadas, grupos de crianza, comunidades aprendizaje, etc.


¿Podrá ser que ahora, al estar desbordadas de cargas y trabajos, podamos acelerar un proceso de lucha (¡urgente!) que se viene gritando desde el feminismo autónomo italiano de los setenta para resolver, al fin, parte del nudo social/político y económico que tiene del sistema productivo o turbocapitalismo con lo reproductivo, es decir, con todo lo propio a la actividad humana de gestar, criar y sostener?


¿Podremos entrar ya a desentrañar qué trabajos y cargas se van acumulando en el espacio doméstico u hogares cuando asumen las crianzas o qué pasa ahora con crianzas encerradas donde ya no llega el andamiaje público endeble para sostener a menores a cargo?


¿Está reforzando toda esta crisis sanitaria la creencia que hemos heredado del paterfamilias -que nos impregna profundamente (muy presente en el código civil actual)- sobre cómo entendemos los hogares y sus dinámicas?

Creencia que nos cuesta sudor y lágrimas desaprender, donde se da por sentado que el espacio doméstico es un asunto privado librado así mismo (cero responsabilidad pública) ya que está regido bajo la auctoritas del pater, que esto se traduce en lo contemporáneo por la potencia económica que tenga la unidad familiar en concreto y por la ayuda que te pueda ofrecer tu sistema familiarista, todo basado en los vínculos sanguíneos, o lo que es lo mismo, que tengas la suerte de tenerlos y que se impliquen en tu crianza.


Pero para poder acelerar esta lucha, tendríamos primero que desmontar esa lógica del feminismo igualitario (feminismo que está ahora en el poder) que asocia nuestras luchas y demandas reproductivas con ser las herederas del Te Party (como cuenta de maravilla Cate Blanchett en Mrs. America haciendo de la antifeminista, Phyllis Schafly, amiguísima de Ronald Regan).

Luchas, las nuestras, que establecen alianzas con movimientos feministas no-coloniales y antirracista que buscan articular nuevas coordenadas para actualizar las luchas reproductivas. Luchas donde pedimos desentrañar, nombrar y cuantificar, es decir, la politización máxima del espacio doméstico. Saber qué pasa dentro de los hogares como simple estrategia para revelar la vulneración normalizada de derechos y libertades de las trabajadoras del hogar y de los cuidados originarias de contexto atravesados por violencias y crueldades varias (porque no es honesto lo de que para emanciparme yo expropio la experiencias vitales a otro cuerpo “mujer”).

Y también, revelar, toda la acumulación de cargas y trabajos sobre los cuerpos maternos que asumen la actividad humana de sostener menores a cargo, y desde ahí, poder comenzar un ejercicio político de sacudida interna del machosistema (donde se revelarían sus vergüenzas) para establecer nuevas políticas de distribución del cuidado y nuevos andamiajes públicos (por inventar) que sostengan las crianzas y que respeten los derecho psicofísicos fundamentales de los cuerpos maternos y de las criaturas (protección del vínculo).


No vale esa narración desde el feminismo de la igualdad que dice que hemos pasado de una mística de la feminidad (Betty Friedan, 1963) a una mística de la maternidad, como nuevas guardianas de lo doméstico. Cuando nadie reivindica ser ama de casa sino políticas para distribuir la logística doméstica con ayudas o servicios estatales de distribución de tareas para la limpieza doméstica, para la compra de alimentos, grupos de alimentación colectiva desde redes de cercanía, red distribución de productos de proximidad, prestaciones universales acumulativas por criatura a cargo fuera de criterios de pobreza o estigmatización, prestaciones por alimentación humana (como ya se hace en la industria alimentaria) baja maternales dignas, medidas reales de conciliación, separación del trabajo de lactancia materna o alimentación de las criaturas del trabajo logístico de limpieza y mantenimiento del hogar (que dar la teta no sea sinónimo de poner lavadoras), comunidades de aprendizaje materno, carencia de pago de cuotas en todos los servicios de cultura, ocio, deporte y naturaleza para menores de 12 años sin la estigmatización de la pobreza o de la entelequia de la familia numerosa, programas de bienestar psicológico perinatal, etc.

Nadie está pidiendo basar su identidad en hacer bizcochos. Ni reforzar toda la onda de la madre-función-del-padre (Victoria Sau) cuando hoy en España hay cerca de 2.000.000 de familias monomarentales (cero padre). No se sostiene eso de que estamos sacando del baúl de nuestras abuelas (que si eran esclavas domésticas) estereotipos de esencialización y mitologización que reproduce la opresión entre nosotras. No, somos herederas de Butler. Estamos dislocando el binarismo, y volcando las herramientas que nos ofrece las luchas identitarias para desmontar las normativas sobre cómo hay que ser, encajar, sostener, hacer y manejar los trabajos maternos.

No compañeras, nadie ansía frenar sus expectativas profesionales (o macho-carreras como les gustan nombrar a los falocuerpos desde ese pensamiento bélico-lineal que nos exige decisiones-absolutas-definitivas sobre nuestras derivas vitales olvidando que somos más de circundar potencias y posibilidades). No compañeras, nadie quiere reproducir estructuras familiares o unidades familiares de dependencia. Nadie quiere reproducir modismos conservadores, reaccionarios o machoadaptados. Todas queremos ser autónomas y funcionar bajo nuestras derivas.
Y una vez superada esta lógica del igualitarismo, que intenta negar nuestras luchas y demandas, tendríamos que entrar en la politización a tope el espacio doméstico. Espacio que se ha visto totalmente desbordado por toda esta crisis vírica.

Preguntarnos por, ¿qué sucede en el espacio doméstico donde se realizan los trabajos maternos agravados por esta crisis sanitaria? ¿cuántos trabajos y cargas se acumulan sobre los cuerpos en el espacio doméstico u hogares? ¿qué pasa aquí dentro?

¿Podremos entran a desentrañar, nombrar, y cuantificar todos los trabajos que se acumulan en el espacio doméstico y que asumen los cuerpos “mujeres”, mayoritariamente, como parte de la solución que nos permita resolver el nudo de lo reproductivo y así poder establecer nuevas políticas de distribución del cuidado desde el respeto a los derechos psicofísicos de los cuerpos “mujeres” madres y de las criaturas (que curiosamente son las más olvidadas dentro de este loco sistema turbocapitalista)?

¿Podemos entrar a desentrañar qué pasa en el espacio doméstico como estrategia para resolver por qué el sistema productivo excluye a reproducción o por qué las actividades humanas de reproducción social están fuera de las lógicas del capital siendo reproductora de las fuerzas de trabajo y riqueza?

¿Qué función tiene el espacio doméstico donde se acumulan los trabajos maternos para la continuidad de la vida?

Abriendo este melón, podríamos ser parte del proceso para generar condiciones de trabajo decentes (como pide el Convenio 189 y Recomendación 201: un trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos) para las trabajadoras del hogar y de los cuidados que asumen los trabajos y cargas de manera externalizada que se acumulan en el espacio doméstico, con ello acabar con el normalizado sistema de abusos (vitales, espacios, emocionales, económicos) sobre estos cuerpos “mujeres”.

Desentrañar qué sucede, qué se acumula ahí dentro, cómo sucede, por qué sucede, quiénes lo asumen, en qué condiciones se asume. Podríamos, también, salir de la inoculada creencia del espacio doméstico como lugar históricamente asignado a los cuerpos “mujeres” donde se acumulan trabajos y cargas sobre los cuerpos maternos de manera silenciosa.

Salir del espacio doméstico como asunto privado que se rige bajo las machoexpectativas del paterfamilias, donde siendo funcionando la autoridad basada en la potencia económica.

La negación insultante del valor estructural que tiene la crianza en todo este sistema que nos envuelve y la reproducción del eje opresor sobre los cuerpos maternos armado por la soledad o negación de distribución del cuidado, por el cansancio o estrategia de control social y por la patologización como estrategias para negar los movimiento internos que suceden en el puerperio (como narra visualmente la performer, Paloma Calle, en el ejercicio 1 y ejercicio 2 de la serie Gravedad, 2020 realizada durante el confinamiento).

Salir de esto para entrar a vertebrar -máximo volumen- todo lo que sucede dentro para establecer estrategias para desencializar, con eso podremos desmontar los roles de género. Ponerle palabras y números a todos los trabajos que se han acumulado/multiplicado sobre los cuerpos maternos en los hogares durante esta crisis sanitaria.

¿Qué está sucediendo dentro de los hogares? ¿Cuales serán las nuevas políticas de conciliación y tipología de prestaciones que se han de establecer para remunerar las cargas de trabajo sobre los cuerpos “mujeres” que tiene que asumir los trabajos «productivos» (según las lógicas de trabajo asalariado), logísticos, alimentarios, transporte, sostén, psicoemocionales, además del acompañamiento del trabajo intelectual de las niñas y niños que se propone desde los colegios? Sin olvidar el trabajo de amortiguar todas las carencias por la inexistencia del juego/socialización compartidos por los menores (requisito fundamental para un desarrollo deseable para menores de 12 años).

¿Cuando lograremos salir de esa herencia del paterfamilias que dice el trabajo producido en el espacio doméstico, me pertenece. Toda esa riqueza que no produzco, me pertenece. Toda esa masa de trabajo que niego y devalúo, es mía. Nunca la reconoceré como tal, hacerlo implicaría cuantificarla (toda esa riqueza) y esto me va a poner difícil poder seguir acumulando todo ese capital esencial expropiado a los cuerpos maternos?

(Creencia pegajosa como parte de la matriz del macho-lío-patriarcal que llega hasta nuestros días presentes, que a su vez viene de la Ley de las XII Tablas de mediados del siglo V a. C. como brazo jurídico de la cultura occidental.