¿Podemos plantear estrategias restaurativas que desactiven la devaluación de lo reproductivo (paterinstitucionalidad) implícita en las psico-dinámicas del Museo -entendido éste como cuerpo-social-viviente? Con Helena Chávez Mac Gregor (Instituto Investigaciones Estéticas, UNAM, Ciudad México), Camilla Rocha Campos (PhD Goldsmiths University, Río de Janeiro) y Luisa Fuentes Guaza (Futuridades Maternales, Madrid)
“Primero fue el uso” (2015) por Camilla Rocha Campos. Cestas y performance – Feijoada y Feminismo, Rio de Janeiro (Brazil)
Nota de la artista: “Hice las cestas sostenidas en el pelo para que al final la persona recibiera una marca allí. Estaba marcada, en este caso, con un objeto utilitario. Sin embargo, este objeto, que viene de la sabiduría guaraní, aluden al marcaje social de los cuerpos socialmente disidentes. Entonces invité a hombres o blancos a recibir la marca, como una inversión de mi cuerpo de mujer negra”.
El próximo jueves 3 de noviembre, 2022 – 17:00h (hora España) realizaremos el Debate 2 del proyecto de investigación Revelar lo inasumible: lo reproductivo como devaluación NO EXPO – Área Educación MNCARS. Inscripción mediante correo a educacion@museoreinasofia.es, en el marco de Programación LGTBIQ+ 2022.
Para unirse por zoom:
https://us02web.zoom.us/j/86316112506?pwd=Y1hZODJNdTFXekFrNnExaGFwMXFwZz09
Desde las especificidades situadas de cada pensadora/debatiente (Río Janerio, Ciudad México y Madrid) se busca posibilitar la desarticulación de la normalización devaluadora epistémica que atraviesa todo lo que roza a la reproducción social, y con ello posibilitar el ser parte de la transición paradigmática de los cuidados en la que estamos. Sacar lo reproductivo de las tinieblas de negación del pater: paterfamilias, paterestado, patercapitalismo, paterinstitucionalidad.
Para ampliar información del Debate 1, pinchar aquí.
A continuación compartimos algunas notas de cada una de las tres participantes en el debate, que serán desarrolladas, ensanchadas y discutidas en el mismo + ampliadas post-debate.
Por Helena Chávez Mac Gregor (IIE-UNAM):
Violencias constituyentes, estrategias restaurativas.
1.
A mediados de agosto visite la documenta 15, curada por el colectivo indonesio ruangrupa. La premisa de la exposición se estructuraba bajo el concepto de lumbung, término que señala las economías de reparto de los graneros de arroz comunales en Indonesia. Con ello quisieron establecer un modelo artístico y económico alrededor de las organizaciones del reparto del excedente bajo trabajos de investigación colectiva –en sus múltiples y variados sentidos y usos-. La exposición supuso una ruptura histórica sobre qué tipo de objetos y prácticas son consideradas arte hoy día. Fue una guerra y, también -afortunadamente- muchas fiestas.
Una amiga me recomendó pedir un pase de prensa, total, a eso te dedicas y seguro escribirás de ello, me dijo. Fui a una pequeña oficina que te recibía con un reloj con la hora de Kassel y otro con la hora de Yakarta, había mesas con manteles azules y floreros para que una, decía un pequeño cartelito, se sintiera en casa.
Cuando solicité mi pase me pidieron una credencial de prensa, di la de la universidad. Me dijeron que no servía, que tenía que ser una documentación oficial o demostrar que escribía. Mostré varios textos que encontré en los navegadores en línea, que no funcionaron pues eran viejos o a la chica no le parecían válidos. Finalmente llegue a esta misma página, la de futuridades maternales, y la chica aunque un poco dudosa terminó por aceptar. Lo tome un poco a broma y la amiga con la que iba, curadora y escritora, hizo lo mismo. Finalmente nos acreditaron y nos dijeron que si necesitábamos a los tres días podríamos renovarlo.
Eso hicimos, pues efectivamente no acabamos de recorrer las diferentes sedes, pero cuando llegamos la joven que anteriormente nos había atendido estaba ahora claramente incómoda con nuestra presencia. A mi me dieron la renovación de mala gana pero a mi amiga le dijeron que no, porque ella era más curadora que escritora. Pacientemente les explicó su trabajo. Entró a la conversación un joven alemán de unos 20 años, claramente más intransigente. Googleaba cada información que mi amiga daba, comprobando la existencia de los lugares en los que ella le decía había trabajado con fastidio.
En algún punto entró una señora. Nos vio y nos vi y sentí vergüenza. Le dije al chico, lo más calmada que pude, que me iba a tomar la libertad de hacer una crítica pues me parecía muy contradictorio que un proyecto que se alimentaba de proyectos colaborativos del sur global no supiera lidiar con nosotros como sujetos. Que absorbían prácticas diversas pero no tenían idea de cómo eran nuestras formas de hacer y producir (escribir en México es, como en tantos otros lugares, algo incierto. Generalmente yo escribo, que se publique o no es otra cosa). Le dije que me parecía muy violento que tuviéramos que hacer esa coreografía para que él validara nuestra práctica. El joven enfureció y me gritó. Me pidió mi nombre. Yo también grite y le dije que me estaba queriendo intimidar y que eso era de un autoritarismo insoportable. Mi amiga intervino. Nos dieron los pases. Él pidió disculpas, varias veces.
Entramos a uno de los espacios a ver la obra de un artista con el que ambas trabajamos, yo seguía con el cuerpo furioso. Pasada una hora del conflicto corrimos a la última sede y nuestros pases electrónicos ya no servían. La renovación de tres días nos la dieron por una hora.
Finalmente, el chico alemán de 18 años, que trabaja -quien sabe bajo qué condiciones laborables- en una de las instituciones culturales más importantes del mundo que buscaba generar una comunidad alrededor quizá ya no del arroz sino del arte producido en lugares periféricos había ejercido su autoridad sobre nosotras.
Lo que se revelaba era la intransigencia pero también el uso de la “ley” o las “reglas” para ejercer poder. Ya Hannah Arendt expuso de manera radical lo que supone esa lógica en la banalidad del mal. No es que esa persona fuera “mala”, es que no tenía criterio y, desde espacio que le otorgaba la institución, su poder era imponer la “regla” y “tenía” derecho de hacerlo, sin culpa pero sí con resentimiento.
Lo único que quería, como tantos de los participantes y artistas de documenta nos habían contando, era salir corriendo de ahí.
2.
Como toda persona que ha trabajado en instituciones culturales o para ellas o con ellas sabemos que los contenidos no siempre, por no decir casi nunca, permean a la institución. Los ritmos de intervención son muy distintos. Si bien es posible que las instituciones acepten argumentos, proposiciones, acercamientos, obras y ordenamientos provocadores, disruptivos y hasta críticos consigo mismas, no es fácil que esas críticas se integren y modifiquen las dinámicas y las estructuras que implican siempre y todavía, formaciones patriarcales y capitalistas.
Ciertamente las instituciones son seres extraños, que, como indicó Foucault sobre los dispositivos, se constituyen en la necesidad de una operación y en su posterior menester de sostenerla, lo que necesariamente obliga a establecer legalidades, organigramas y burocracias. Existen, en un proceso de perpetuo completarse. Cada efecto, positivo o negativo, entra en resonancia o contradicción con los otros elementos heterogéneos que lo componen y necesita, obligatoriamente, reajustarse.
Los museos son un dispositivo, entre tantos otros, desde los que la humanidad ha determinado, constituido y fijado sus prácticas y saberes. Por su puesto, este dispositivo proviene y arrastra coordenadas y lógicas históricas que nos remiten al colonialismo y al capitalismo: son el espacio para el excedente de objetos que se necesitaron mostrar, primero como botines de guerra y luego como patrimonio. Estas instituciones, que respondieron a un tiempo, fueron generando necesidades y movimientos que siguen redefiniéndose hoy.
Los museos no son estáticos, sino que se transforman según los agentes que las ocupan. En el campo cultural, más que en otros quizá, el trabajo de gestión se soporta bajo la explotación del deseo, creatividad y fuerza de estos trabajadores y sobre todo trabajadoras. Somos mujeres mayoritariamente las que hacemos el trabajo de gestión, de administración, de educación, de mediación, de curaduría. Los puestos de dirección y los de seguridad, son en general hechos por hombres. Eso va cambiando, a veces y lentamente.
En estas dinámicas la tensión es dura y áspera justamente porque los trabajos que elaboramos suponen muchas de las veces, al menos para algunas de nosotras, la crítica y el sostenimiento en nuestros cuerpos de la violencia de las instituciones. Y se siente como chirria. Muchas de las veces aparecen las disputas y hay que hacer un cálculo de a la larga, cuál es la batalla a pelear. ¿Cuántas veces ante lo insoportable nos preguntamos si iniciamos la batalla o lo dejamos pasar?
¿Es esa nuestra única opción? Para finalmente intentar responder a la provocación lanzada por Luisa y acercarme a la conversación y diálogo convocados, ¿cuáles pueden ser las estrategias restaurativas que permitan dinamitar las dinámicas inadmisibles que no sólo se instituyen en los cuerpos de los trabajadores/as de las instituciones culturales sino que es constituyente a las instituciones culturales en las que trabajamos y a las que cuidamos?
3.
En 2016 salió el texto The Sick Woman Theory de la artista Johanna Hedva, en el exploraba el tiempo y las implicaciones de las enfermedades crónicas y la imposibilidad que ello conllevaba para entrar al tiempo productivo. En este escrito se abren líneas para inscribir al sujeto político mas allá de las concepciones clásicas de lo público y lo privado pues en ella la autora cuestiona, ¿qué pasa con esos cuerpos rotos que no pueden ocupar el espacio público para hacer un reclamo político?
El texto se viralizó y, como esas vueltas de tuercas creativas entró en los espacios de discusión cultural. Hedva escribió una actualización de que había pasado con el texto y con ella en 2021. Why It’s Taking So Long es la narración de cómo después del éxito del texto, lo que decidió hacer fue no aprovechar el empuje para su carrera sino utilizar la apertura para cambiar las condiciones y estructuras dentro las instituciones culturales para las personas con discapacidades.
Hedva creó el Disability Access Rider, documento que proporcionaba a cada institución que la invitaba marcando las necesidades y demandas que requería para su participación. Fue un documento, según ella explica, fallido. Su artículo recorre las frustraciones, los modos de sabotaje y cómo, finalmente sus exigencias caían en otros cuerpos, también agotados.
Hadva concluye:
I know how this fight goes. I know that this fight is about the negotiation between complacencies and fury, about what one can and cannot afford to lose. I know that I am fighting for my life, my worth, and the fact that I am dimensional—and my opponent is the institutionality that insists on flattening me. I know that this opponent is fucked-up and much bigger than me and sure as shit fights dirty and which, of course, will win. But I am good at this fight by now. And even though I lose, I do not surrender. At the close of 2021, sitting on the side of the ring with my head in my hands, blood pouring from all the holes in my head, I joked with a friend that I’d spent the year getting into email fights and losing. They wrote back, “Oh no, you’re winning, haha—but maybe there’s no prize.
4.
Quizá esa es la estrategia –o una de ellas-. Reclamar e insistir en nuestro valor –de nuestro trabajo, hacer y existencia- y en no soportar las situaciones, violencias y dinámicas insoportables. Negarnos a encerrar y esconder en nuestros cuerpos a nuestras hijas, nuestros dolores, nuestro cansancio, mental y físico.
Sabemos que lo está en juego son las propias posibilidades de nuestro trabajo, por ello, como Hedva que ha ganado en reconocimiento las que podemos debemos decir no, aunque parezcamos furiosas, aunque nos digan difíciles, aunque a veces el cuerpo nos quede tembloroso.
Los trabajos son múltiples y en diversos planos, pasa por seguir el trabajo crítico, pero también en señalar a la institución sus lugares contradictorios. Se trata de insistir en que las instituciones culturales al negar esos legados y proclamarse “feministas”, “anticoloniales”, “post patriarcales” –que lo hacen- asuman las consecuencias y que el trabajo no sea simplemente en contenidos sino en transformar sus dinámicas y sus formas, divisiones y expectativas de trabajo.
Un punto clave obviamente está en el trabajo mismo en darle valor a las dimensiones de las personas que trabajan en las instituciones, quiénes son, de dónde vienen, qué sostienen, cuáles son las condiciones de su cuerpo, desde ahí pensar cuáles son las formas de cuidar a los cuerpos que cuidan a las instituciones. (horarios, prestaciones, exigencias, turnos, pero también mediaciones para trabajar con ellas y ellos las exposiciones y los proyectos, pues muchas de las veces son ellas y ellos los que tienen que negociar cuerpo a cuerpo con los públicos).
El problema suena fácil pero es cada vez es más complejo, sobre todo en lugares como en España, donde el trabajo cultural se terciariza. Cada vez es más común que museos y otras instituciones contraten empresas de servicios, de seguridad, de educación, de mediación, de información. Así ellos no tienen que lidiar con las necesidades y demandas de las y los trabajadores. Recientemente fui de visita al IVAM en Valencia y amables personas se ofrecían a la entrada de cada sala a darte más información para situar tu visita. Después de escucharlas, eran una vez más casi todas mujeres, me dijeron que no trabajaban para el museo sino para una empresa que contrataba sus servicios. Con la chica que mas hablé había trabajado para una casa de subastas y ahora hacía el doctorado. Ningún comisario, curador o artista les había explicado sus proyectos. Ellas hacían el trabajo sin puentes, ni conexiones. Sus contratos eran por proyectos. Ahí estaban poniendo el cuerpo.
Es evidente que esa situación diluye las responsabilidades, las personas a cargo sólo cumplen ordenes y funciones y todas y todos somos sustituibles. Estas situaciones están ocurriendo en todos los sectores, simplemente encuentra uno de sus lugares más contradictorios en los espacios que se auto asumen como críticos –el museo, pero también los espacios educativos- y que pretenden generar contenidos críticos y usar nuestros argumentos, nuestras ideas, nuestro trabajo para su dimensión simbólica sin negociar las dinámicas.
No sé si es una estrategia, pero la manera de situarse de Hedva me permite pensar formas de ir cambiando o al menos demandar la transformación de las instituciones. Por ahí comenzamos, lo que sigue lo tendremos que hacer juntas.
Estos apuntes podrían haber sido de otra manera, con otros ejemplos. Las veces que yo también he pactado, que me he callado, que he dejado pasar por no tensarme más, por no parecer una señora enojada. Situaciones donde una calcula cuántas van de cal y cuántas de arena. Pero necesitaba publicar lo que me sucedió en Kassel. Hubiera querido escribir de las cosas y personas que vi y que encontré, que se han quedado conmigo. Espero que ese momento llegue. Pero ahora necesito ocupar este espacio, que es este gran mundo que construye y nos ofrece Luisa, para poder finalmente escribir en un medio de prensa lo que yo creo que es importante y es decir que no, que nos son los otros con sus reglas coloniales y patriarcales los que dan valor a nuestro trabajo.
Por Camilla Rocha Campos (PhD Goldsmiths University, Río de Janeiro):
Pacto social paterno centrado y las instituciones culturales
Primero me gustaría pensar a Silvia Federici y el salario mínimo para las mujeres que trabajan en su propia casa y Denise Ferreira da Silva que sitúa en la modernidad todo tipo de humanidades excluidas del proyecto de sujeto.
Traer el itã de Iansã, la madre que, por su naturaleza, no se queda en casa para cuidar a sus hijos y desarrolla otros mecanismos de ser madre. Una historia similar a esta, de origen yoruba, se cuenta en el norte de Islandia. Y eso sería una pequeña prueba de que existen diferentes modelos de maternidad. En los grupos indígenas brasileños, el cuidado de los hijos es del orden de la colectividad, y la carga de trabajo de las horas trabajadas no existe sobre y exclusivamente sobre el cuerpo de la mujer en relación directa con la productividad materna.
Traer ejemplos de culturas donde la maternidad es vista como prosperidad y pensando en los momentos en los que se invierte perjudicando, sobre todo, al cuerpo femenino. La otra cara de la moneda es tratar de poner el cuerpo de la mujer en el mismo nivel social que el cuerpo del hombre, lo que también me parece una violencia en cuanto a las capacidades específicas que presentan ambos cuerpos. Lejos de la línea evolutiva o de las atribuciones científicas, es importante relacionar las decisiones y percepciones de los cuerpos a partir de las construcciones sociales en las que se inserta un determinado cuerpo. Dilucidar las diferencias y respetarlas sería la primera condición para la mirada ética dentro de este sistema.
Nuevamente: no todas las perspectivas maternas son iguales, no todas las
relaciones y comprensión de la reproducción y la productividad tienen el mismo parámetro.
Referencias:
https://futuridadesmaternales.net/2022/06/20/podemos-aproximarnos-a-las-psicotramas-que
-posibilitan-la-devaluacion-de-lo-reproductivo-implicitas-en-el-pacto-social-blanco-patercentr
ado-que-a-su-vez-tambien-se-reproducen-dentro-de-las-p/
Por Luisa Fuentes Guaza (PhD Universidad Autónoma, Futuridades Maternales, Madrid):
Y si, ¿identificamos todas la corpo-especificidades que se acumulan/atraviesan a los cuerpos relacionadas con las condiciones vivibles, con el sostén de su propio cuerpo, con las condiciones en las que sostienen a otros cuerpos dependientes y las legitimamos como variables normativas o parámetros normativos (es decir, obligando a mirar/evaluar desde ahí), incorporándolas (a tales corpo-especificidades) como parte de los ejes desde los que el Museo -como cuerpo-social-viviente- tomaría sus decisiones respecto a sus trabajadoras y trabajadoras?
Y si, ¿todas esas corpo-especificidades logran describir todas las cargas, atravesamientos y corpo-afectaciones que atraviesan a la diversidad de cuerpos durante todo el desarrollo de su asunto-vital-propio como estrategia para desmontar esa falacia que nos ha inoculado el macho-lío-patriarcal de estar colonizadas de manera mayoritaria por macho-cuerpos-productivistas (desplegando sobre nuestros cuerpos atravesados la herramienta de disciplina social, llamada “responsabilidad individual”, la cual deriva de la despolitización del espacio doméstico, y de la negación que cabalga sin impunidad en el pacto social de dejar en la condición pre-política a todo lo que roza la reproducción social)? Cuando las cifras, desde una mirada cuantitativista, desmontan tal ficción del cuerpo-universal-neutro-machoadaptado. Aquí algunos números aproximados según el INE (situados en el territorio Estado-Español):
21.696.500 personas de 15 años y más cuentan con un diagnóstico de enfermedad crónica, esto es el 54,3% de la población
4.380.000 personas con diversidad funcional
5.300.000 millones de niñas/niñes
9.300.000 millones de personas mayores de 65 años
13,1 millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social
1,5 millones de personas dependientes
3 millones de paradas/parados
Y otro dato, el 47% de las trabajadoras/trabajadores ganan menos de 1000 euros al mes.
Y si, ¿generamos dentro del Museo -como cuerpo-social-viviente- un Observatorio de Violencias Macho-productivistas, siguiendo la tradición de otros Observatorios, tales como Violencia Hipotecaria o Violencia de Género, para activar otros ejes de evaluación que incluyan las enfermedades que se sostienen de manera crónica o puntual un cuerpo, las diversidades funcionales, las condiciones vivibles que genera dicho cuerpo sobre otros cuerpos dependientes? ¿Podemos generar esta plataforma de observación interna dentro de la institución para revelar todo lo que se acumula en los cuerpos como proceso de des-armarizar lo que se tienen que ir escondiendo (como señalaba Helena Chávez) desde aquellas/aquelles que cuidamos consecuencia de la violencia macho-productivista desplegada contra los cuerpos no-macho-adaptados o cuerpos que negocian con lo vivo -para sí, para las otras, para lo otro?
¿Podría este Observatorio de Violencias Macho-productivistas generar nuevos ejes desde donde referenciar las decisiones internas del Museo, como cuerpo-social-viviente o como institución futurible, para que no se puedan generar -ni reproducir- condiciones de opresión sobre sus trabajadoras/trabajadores en relación a sus corpo-especificidades, condiciones vivibles, y sostén de todo lo vivo -que les atraviesa y les rodea?
Y si, ¿revelamos cual es el circuito de circulación desde donde se genera la epísteme -dentro del Museo- y cómo se va manejando en función de si son cuerpos macho-adaptados o no? Observar cómo la epísteme circula, y es sostenida por distintos cuerpos dentro de la institución pública (entendida como altavoz epistémico), ¿nos muestra cómo se despliega la jerarquización de unos cuerpos sobre otros? El manejo de la epísteme, ¿forma, también, parte de las pisco-dinámicas devaluadoras de todo lo relacionado con la reproducción social lo cual funcionan dentro del Museo como réplica de los macho-consensos implícitos en el pacto-social patercentrado?