Derechos Fundamentales, Trabajos Maternos, Trabajos Domésticos no remunerados y pandemia: ¿Será que esta pandemia hace posible que los Derechos Fundamentales se hagan efectivos, de pleno de derecho, una vez asumimos las maternidades o Trabajos Maternos? ¿Será que esta pandemia facilita que los Trabajos Maternos y los Trabajos Domésticos no remunerados tengan derechos de facto?

Obra cabecera: Mamá e hijo de la serie Pequeñas historias de maternidad 3 (2015) de Natalia Iguiñiz.

Si el Derecho a la Dignidad Humana y a la Protección a la Salud son derechos universales, inviolables, intransferibles e irrenunciables, ¿será que esta dislocación social provocada por la pandemia donde se están replanteando las prioridades -o se ficciona que se está haciendo- será la oportunidad para que se pongan en práctica, que se implemente en nuestra sociedad primermundista, nuestros Derechos Fundamentales una vez que asumimos los trabajos maternos y los trabajos domésticos no remunerados como sujetos políticos con plena legitimidad para que se implementen medidas que hagan efectivos, que pongan en práctica real, tales Derechos Fundamentales como la Protección Social, Económica y Jurídica de las Unidades Familiares Diversas, el Derecho a la Dignidad Humana, al Honor e Intimidad, Derecho a la Participación en Asuntos Públicos?

¿Cobrar por trabajar es un Derecho Fundamental? ¿Será este el momento de poner en práctica los Derechos Fundamentales de los cuerpos maternos y cuerpos que asumen los trabajos domésticos no remunerados?

Estando atravesadas por esta pandemia manejada desde confusos totalitarismos, llama la atención cómo se están planteando toda una serie de medidas y macroplanes de implantación europea para la transición digital, hacia un posible futuro tecnomaterialista donde se reconoce el potencial emancipatorio de las tecnologías mediante el uso estratégico que hagamos de ellas, sin nos dejan, claro está (planteado así desde un forzado optimismo, cuando también cohabita con una nueva era de biocontrol donde todo el asunto vital se canaliza a través de la pantalla) y para transición ecológica, con el futurible manejo de los recursos y energías desde otros modos de hacer para que el planeta Tierra pueda seguir siendo vivible para lo todo-lo-vivo.

Llama la atención que esto esté en el centro del debate político pero la implementación en la escala de lo real, en la práctica de lo cotidiano, de los Derechos Fundamentales una vez que se asumen los trabajos maternos y trabajos domésticos no remunerados, como cuestión discriminatoria flagrante, parece no importar en este proceso en el que estamos de cambio de paradigmas. Y la respuesta es sencilla: esos trabajos los asumimos los cuerpos mujeres, en un 84%, por lo que no hay urgencia en resolver esta injusticia jurídica y socioeconómica que nos atraviesa a todas aquellas que asumimos tales trabajos sin recibir un euro a cambio, ni prestaciones, ni retribuciones, ni tributaciones. Llama la atención que se hable de las relaciones entre la ingeniería social y biomédica, vacunas ARN mensajero, y sobre cómo vamos a resolver la vulneración de los Derechos Fundamentales sobre los cuerpos maternos y cuerpos que asumen los trabajos domésticos no remunerados ahora, asumidos de manera histórica, ni una palabra.

Hablo del Derecho Fundamental a la Dignidad Humana, al Honor y a la Intimidad, una vez que se asumen tales trabajos, arrasado completamente. Hablo del Derecho Fundamental a la Participación en Asuntos Públicos, del Derecho al Trabajo (al reconocimiento legal del trabajo que se está desarrollando), del Derecho a la Negociación Colectiva Laboral (por la sindicalización pendiente de los trabajos maternos y trabajos domésticos no remunerados), de los Derechos y Libertades relacionadas con el Ámbito Socioeconómico (una vez que se reconozcan tales trabajos, como tal, al generar el 16%, aproximadamente, del PIB del Estado Español), hablo del Derecho a la Protección Social, Económica y Jurídica de la Familia desde la diversidad y la vertebración de medidas para sostener a las millones de familias monomarentales por todo el Estado Español. Hablo del Derecho a una Vivienda Digna por parte de las unidades familiares como reconocimiento al trabajo estructural que generan una vez asumen los trabajos maternos y trabajos domésticos no remunerados. Hablo de lo que recogen como Derechos la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, la Constitución Española y la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Igual al haberse intensificado tanto la desigualdad, reforzado las cargas sobre nuestros cuerpos mujeres en esta pandemia, se desdibuja el umbral de tolerancia o normalización que teníamos asumido antes de esta crisis sanitaria. Igual esto puede favorecer nuestro proceso de despatriarcalización, de lucha (haciéndolo juntas/juntes) y acabar con nuestra ceguera histórica.

Igual a pesar de que este terremoto vírico nos tenga confundidas, aplastadas y sumidas en estrecheces mentales continuas, sea esta la oportunidad, el trampolín, para superar ciertas lógicas expropiadoras que llevamos metidas en la médula. Lógicas responsables de que hayamos integrado el hecho de que se nos robe cada día toda la potencia económica y estructural del trabajo que asumimos cuando desarrollamos los trabajos maternos y los trabajos domésticos no remunerados. Que se nos robe y diga que no tiene valor económico todo el maremágnum que se acumula en ese territorio llamado “lo doméstico” donde se acumulan trabajos diversos como la logística en el espacio doméstico, la logística alimentaria, la logística exterior de menores a cargo, el trabajo de acompañamiento psicoafectivo, educacional y sociocultural. Sin horas de descanso ni vacaciones.

Quizá al estar amortiguando el impacto de esta crisis poniendo nuestros cuerpos como estructuras sociales básicas, nuestros cuerpos como si fuesen parte de las administraciones públicas del Estado Español, exigimos que se cuantifique como parte de su PIB la cantidad de horas trabajadas para sostener los trabajos maternos y trabajos domésticos no remunerados y salgamos ya del status quo que perpetúa que quienes asumen tales trabajos para la continuidad de la vida, asuman una pérdida de poder sociopolítico, neurofísico y económico. Todo porque son trabajos asignados a un género devaluado, sí, el género cuerpo mujer. ¿De verdad, tanto drama, tanta polarización por poner en crisis -problematizar- la construcción y asignaciones socioculturales sobre los géneros? ¿Todavía no está claro que el constructo biosocial “mujer” al igual que “hombre” parte de la repetición de dinámicas opresoras hacia el cuerpo mujer? ¿Nadie ve películas en Netflix de cómo era la vida hace bien poco para los cuerpos mujeres? Que se puede resemantizar «cuerpo mujer», sí, que muchas se quieren asimilar desde ahí, también, pero que es legítimo el debate sobre cómo tal constructo biosocial es consecuencia de la sedimentación de dinámicas inconscientes de sumisión y esclavitud, y que muchas no queremos asimilarnos desde ahí o simplemente lo ponemos en crisis, igual de legítimo.

Ejemplo sencillo: trabajas de panadera (no de panadero que a él si le pagan) 12 horas al día. Nadie te retribuye por tu trabajo, pero toda tu comunidad está alimentada con un riquísimo pan de masa madre (equivalente a las fuerzas de trabajo que vertebramos con nuestros curros maternos, nuestras energías, potencias, fortalezas y recursos) con cereales y hecho al horno, a fuego lento, como van el tema de las crianzas: día tras día, pasito a pasito, euro tras euro.

Y claro, la pregunta que se abre sería, si el Derecho al Trabajo retribuido es un Derecho Fundamental reconocido como herramienta emancipadora en los textos jurídicos fundacionales y resulta que cuando asumes el trabajo materno y trabajo doméstico estás trabajando, poniendo en práctica este Derecho Fundamental, invirtiendo horas de trabajo que no pueden ser invertidas en otros trabajos, ¿por qué no se cobra por ello si el trabajo es una práctica continuada en el tiempo con unos objetivos específicos que tiene beneficios directos sobre la comunidad?

¿Por qué no se cobra o no se está pensado en un plan de implantación como el que se está cociendo para la transición ecológica y digital para que tenga su correspondiente traslación o traducción retributiva/contributiva/impositiva hacia los millones de cuerpos mujeres que no reciben pensiones dignas por todas las horas trabajadas en los trabajos maternos y los trabajos domésticos no remunerados?

¿No se pueden pensar de manera urgente en planes de acción, de implementación, graduales/complejos para resolver esto cuando si pensamos en complejos planes de contabilización biométrica? No. Respuesta sencilla: no se piensa, no es urgente, porque las que sufrimos esta vulneración sistémica de nuestros Derechos Fundamentales somos cuerpos mujeres.

Planes que superen los enquistamientos que existen en los debates públicos feministas donde se polariza todo, salir de debates estériles simplistas, y plantear unas estrategias graduales y complejas, donde convivan medidas que funcionan en distintos escenarios y momentos vitales emancipatorios. Así rápido (cuando esto se podría articular dignamente si hubiese voluntad política para resolver tal discriminación estructural): podríamos facilitar prestaciones por criaturas a cargo hasta los 12 años, ayudas a la alimentación humana en cualquiera de sus formas (como las hay para la industria ganadera), planes para cuantificar el valor en euros de las horas trabajadas en los trabajos maternos y trabajos domésticos no remunerados por métodos que están ya propuestos desde sofisticadas tecnologías sociales (al coste oportunidad etc). Planes donde todas esas horas trabajadas tributen, se consideren productivas, tengan su correspondiente traslación en la Seguridad Social y Hacienda.

Todo esto de manera paralela al despliegue gradual de sistema de distribución del cuidado público, colectivizar las crianzas a partir de estructuras públicas, colectivizar el cuidado de los cuerpos necesitados de cuidado en condiciones de bienestar y respeto psicoafectivo, pero que esto no sea sinónimo de vulnerar los Derechos Psicofísicos y Afectivosrelacionales de las criaturas, ni de los cuerpos maternos. Cuidado. Sí a un nuevo sistema de distribución del cuidado como estrategia para que los trabajo maternos y domésticos no remunerados no refuercen los roles de género y que se vaya eliminando la asignación de lo doméstico hacia cuerpos devaluados, pero desde la gradualidad y la retroactividad de reconocer el capital o potencia económica que acumulan cuerpos mujeres patriarcalizados que han asumido y asumen tales trabajos. Un nuevo sistema de distribución de cuidados donde se potencie la apertura de escuelas de 0 a 3 pero que emanciparse no pase por dejar a una criatura de 4 meses en plena exterogestación (recordando que en centropa y norte europa esto es ilegal), para no vulnerar la soberanía corporal del cuerpo materno y aquello del Derecho Fundamental a la Dignidad Humana, al Honor y a la Intimidad y el Derecho Fundamental a la Protección de la Salud (para el cuerpo materno y la criatura).

Estrategias que salgan de lo simplismos y reduccionismos del feminismo de la igualdad, del igualitarismo blancocéntrico institucional, porque no todas somos centrourbanas con estudios superiores. Se estima, aproximadamente, 10 millones de cuerpos mujeres entre 18 y 65 años que viven en las provincias, pueblos y aldeas, y a las que nos les funcionan las estrategias de emancipación desde el centro, como si el Estado Español fuese, solamente, Madrid. No lo es.

Salir de esa máxima que dice que reconocer el trabajo materno y doméstico no remunerado como tal, ponerle números oficiales, va a perpetuar los roles de género, y que los cuerpos mujeres continúen en los espacios domésticos. Olvidando que las coordenadas de estos millones de cuerpos mujeres no situados en el centro son distintas de las coordenadas urbanitas, que existe mucha complejidad detrás, y sus horizontes igual no pasan por ir a la universidad o doctorarse (que ojalá todas pudieran hacerlo) pero igual su horizonte emancipador está en otro estadio, y está en agarrar poder económico dentro de su unidad familiar patriarcalizada y esencializada, al experimentar que el trabajo que hace cada día, y que va a seguir haciendo -aunque las feministas históricas blancocentristas digan que hay venirse a los centros urbanos a emanciparse- se paga, se reconoce, se cuantifica y se traduce en impuestos y tributos públicos.

Que esto se tiene que simultanear con un sistema de distribución de cuidados, sí, de acuerdo, pero no forcemos a cuerpos mujeres en coordenadas vitales muy alejadas de las coordenadas de las blancofeministas del centro a que se suban a un sistema de distribución de cuidados que parte de unos marcos que no comparten, y además es profundamente discriminador y devaluador negar el potencial económico y estructural del trabajo que hace cada día para la continuidad del Estado Español.

Pensemos en estrategias que funcionen para ir resolviendo distintas etapas emancipatorias. No forcemos a todos los cuerpos mujeres a vivir centrourbanitamente porque no se ajusta a la realidad, y perpetuamos una forma de devaluación y negación de sus coordenadas biográficas, que aunque pueden ser claramente patriarcales, no se puede subestimar el potencial emancipador de cada una de ella si se reconoce en euros o en el sistema tributario, contributivo e impositivo el currazo que hacen. ¿Acaso los millones de cuerpos mujeres que asumen los trabajos maternos y trabajos domésticos no remunerados fuera de las coordenadas vitales del centro no son sujetos políticos de pleno derecho?

Derechos Fundamentales sobre el trabajo reconocido como “productivo”, sí, con la ventaja de siglo y medio de luchas sindicales, pero ¿qué pasa con las horas trabajadas por millones de cuerpos mujeres en el espacio doméstico y en las crianzas? ¿Acaso no son horas de trabajo legítimas porque las asumen cuerpos mujeres? Si el trabajo materno o trabajo doméstico lo externalizas, se remunera, pero si lo asume el cuerpo materno, es gratis, ¿será que sigue funcionando aquello de que todo la riqueza que se genera dentro de la unidad familiar corresponde al paterfamiliar y de manera correlativa al paterestado sin pagar un euro a cambio?

Si el derecho a la Dignidad Humana y a la Protección a la Salud también son derechos universales, inviolables, intransferibles e irrenunciables, ¿será que esta dislocación social provocada por la pandemia donde se están replanteando las prioridades -o se ficciona que se está haciendo- será la oportunidad para que se pongan en práctica, que se implemente en nuestra sociedad primermundista, nuestros Derechos Fundamentales una vez que asumimos los trabajos maternos y los trabajos domésticos no remunerados como sujetos políticos con plena legitimidad para que se implementen medidas que hagan efectivos, que pongan en práctica real, tales Derechos Fundamentales como la Protección Social, Económica y Jurídica de las Unidades Familiares Diversas, el Derecho a la Dignidad Humana, al Honor e Intimidad, Derecho a la Participación en Asuntos Públicos?

¿Cobrar por trabajar es un Derecho Fundamental? ¿Será este el momento de poner en prácticas los Derechos Fundamentales de los cuerpos maternos y cuerpos que asumen los trabajos domésticos no remunerados?