«La esclavitud doméstica es una violencia implícita, que pasa por muy debajo de la alfombra, está enormemente normalizada y eso tiene que cambiar (…) Si las demandas sociales no las evaluamos desde una perspectiva de género, entonces Chile aún no ha despertado» -Javirüs.
Obra: La esclavitud doméstica también es violencia (2020) por Javirüs.
Converso con la artista visual y fotógrafa chilena, Javirüs (Santiago, Chile, 2000), enfocada en las problemáticas que se cruzan entre cultura popular, feminismos, memorias y derechos humanos. Su obra forma parte del Fanzine Laboratorio Artivismo Feminista – Deconstrucción del espacio público/privado (2020) realizado por la Escuela de Arte Feminista (Gabriela Rivero Lucero, Jessica Valladares, Señoritaugarte), a su vez difundido por el Museo de las Mujeres de Costa Rica.
Ahondamos en cómo las nuevas coordenadas pandémicas están intensificado sobre nuestros cuerpos, como cuerpos que cuidan y que devienen de un histórico de opresiones, las cargas logístico-domésticas y reforzando la estructura heteropatercolono, unido al proceso que atraviesan los feminismos chilenos como parte de la pulsión de transformación constituyente que comienza este 2021 en Chile.
Luisa- Mirando tu obra, La esclavitud doméstica también es violencia (2020), ¿no te parece muy estremecedor que se abran procesos democráticos como el nuevo proceso constituyente que tenéis por delante en Chile y que esté normalizada, totalmente inoculada en nuestras pieles, la esclavitud en el espacio doméstico debida a la negación por parte del paterestado del hecho de reconocer y cuantificar en números, en capital, todo lo que se asumen dentro de los hogares que a su vez sostiene el contrato social? ¿No sería ya el momento de cuantificar y buscar medidas públicas, estrategias tributarias-retributivas-contributivas para llevar al plano productivo el trabajo generado dentro de los hogares y con ello terminar con esa lógica devaluadora hacia los cuerpos mujeres que los asumen lo cual hace que sigan en condiciones de esclavitud contemporánea dentro de sociedades supuestamente democráticas?
Javirüs- Esta misma clase de preguntas surgieron en mi mente al momento de elaborar La esclavitud doméstica también es violencia (2020). A pesar de que Chile está en un proceso de transición ideológica, el machismo sigue sobre la mesa y es insólito. El Estado no se hace responsable de las mujeres, cuando es necesario generar políticas públicas para que el trabajo doméstico sea reconocido y valorado como tal; además de una reforma social para que también se deje de atribuir esta responsabilidad netamente hacia las mujeres. La esclavitud doméstica es una violencia implícita, que pasa por muy debajo de la alfombra, está enormemente normalizada y eso tiene que cambiar. Es urgente seguir denunciando y continuar generando espacios para visibilizar y reflexionar acerca de estas problemáticas, que han estado presentes históricamente y aún no han podido ser erradicadas en su totalidad. Si las demandas sociales no las evaluamos desde una perspectiva de género, entonces Chile aún no ha despertado.
Luisa- ¿Me podrías ampliar más o desarrollar cuales son las demandas sociales desde una perspectiva de género más urgente y sangrantes en Chile? Intuyo que sería muy útil tenerlas perfectamente identificadas para que puedan ser atendidas/resuelta/articuladas en el nuevo proceso constituyente que comenzáis en 2021.
Javirüs- La primera que nombraría sería educación sexual de calidad. Es necesario que a les niñes se les enseñe sobre este tema, incluyendo qué es el consentimiento, violencia sexual, acoso, entre muchas otras. Esta medida podría quizá ayudar a que las cifras de abuso sexual disminuyeran, junto a una constitución escrita desde una perspectiva de género. Las leyes en Chile son patriarcales y están del lado del agresor. En ese sentido se necesitan reformas urgentes ante la violencia de género, como por ejemplo, la violencia intrafamiliar. Las denuncias han aumentado considerablemente durante la cuarentena ya que muchas personas deben convivir con su agresor 24/7. La víctima siempre es puesta en duda y la mayoría de las veces las pruebas no son lo “suficientemente contundentes”. El Estado no se interesa por nosotras, como si fuéramos una molestia. Agresores que ante crímenes horrendos como feminicidios frustrados, violencia psicológica o física, solamente quedan con firma mensual. Las órdenes de alejamiento es como si no existiesen, ya que nadie las fiscaliza. Al parecer, la justicia social es más dura que las propias leyes.
El aborto libre también es una demanda social que hace mucho tiempo está sobre la mesa. Actualmente solo es legal en tres causales, pero también han existido trabas al respecto debido a la objeción de conciencia por parte de trabajadores de la salud. Opino que la crianza debe ser siempre una elección ya que conlleva una gran responsabilidad, por lo tanto, el aborto libre brindaría la posibilidad de decidir sobre nuestros cuerpos.
Recomendamos la obra La virgen del miso (2020) de Beatriz Adriana Rodríguez Gutiérrez (Chiapas, México) la cual forma parte también de Fanzine Laboratorio Artivismo Feminista - Deconstrucción del espacio público/privado donde en una pañoleta verde, símbolo de la legalización del aborto en las luchas en Abya Yala, se cita "Voluntario sea el fruto de tu vientre".
La brecha salarial también es algo que se debe acabar. Durante la pandemia, las cifras de desempleo femenino han aumentado a un 11,7 %, la cifra más alta en diez años. Chile es uno de los países con mayor diferencia de sueldo entre hombres y mujeres, además de que la participación laboral femenina es considerablemente menor también. Por si fuera poco, además de las tareas que deben realizarse en el trabajo, socialmente los quehaceres del hogar son asignados a las mujeres y eso está normalizado. La esclavitud doméstica es una realidad cada día más latente, ya que es una concepción histórica. A las mujeres siempre se nos ha ligado a la maternidad y tareas domésticas, cuando debería ser una responsabilidad compartida. A fin de cuentas, trabajamos el doble por una cifra considerablemente menor de dinero y valoración.
Y por último –pero no por eso menos importante−, es garantizar Derechos Humanos para la comunidad LGBTIQA+ también es súper urgente. Aún existen crímenes de odio que han quedado en impunidad; cada vez se agregan más nombres a una larga lista que el Estado omite leer. La calidad de vida que este país le da a las personas trans es denigrante. Poseen muy pocas garantías, son discriminades a nivel social, en la salud, educación y trabajo. Actualmente Chile tiene una gran deuda con la comunidad.
Sería ideal que las causas nombradas (y muchísimas más) sean articuladas en la nueva constitución, pero siendo sincera lo veo poco probable, ya que estamos en un país de derecha y conservador. La única forma de que las demandas sean escuchadas es generando presión mediante manifestaciones y convocatorias de diversas índoles, tomarse los espacios y hacernos escuchar. Al gobierno no le interesa la gente, solo trabajan para sus propios beneficios. Es una realidad lamentable, pero mediante la organización popular sí se pueden generar cambios y me aferro a esa esperanza. Aún queda mucho por pelear, el proceso constituyente no garantiza nada aún ni da por finalizada la lucha que se está haciendo en las calles. No me quedo en el apruebo, me niego a bajar los brazos todavía.
Luisa- Haciendo un ejercicio de optimismo radical, propio de nuestras pulsiones feministas (rescatando a Suely Rolnik en su abordaje de la «pulsión de vida» de fuerzas activas en relación a las fuerzas reactivas), o lo que es lo mismo, de nuestra pulsión interna de emancipación respecto a todas las cadenas que nos ha ido esculpiendo este sistema turbocapitalistablancopatercolono sobre nuestros cuerpos unido al fuerte músculo que ha mostrado al mundo los distintos movimientos feministas chilenos que antes de la Covid-19 activaron uno de los ejercicios colectivos, en lo público, más brutales de la era democrática, con el performer El violador eres tú (2019), el cual conectó con la piel y vivencias de todas/todes lxs que hemos tenido que ir sorteando desde la adolescencia una energía sexual devastadora de otros cuerpo machoinvasivos hacia nuestros cuerpos, más el hecho de tener fuertemente identificadas/articuladas/narradas las demandas o nudos social-políticos que hay que resolver para que el género no siga siendo un sistema de jerarquización y opresión en Chile, te pregunto, Javirüs, ¿será que la combinación de estas tres coordenadas (pulsión de vida/optimismo radical + músculo demostrado por los feminismos chilenos + demandas claramente identificadas) propiciará que el ejercicio que tenéis por delante de actualizar el marco democrático constitucional, lo que significará la democracia chilena, incluya una perspectiva de género dado que la mutación social feminista en Chile es irreversible?
Javirüs- El rol que cumple el movimiento feminista en Chile es algo inquebrantable a estas alturas del partido. La participación en las manifestaciones cada vez ha sido más activa y la organización cada vez más masiva, por lo que ha terminado convirtiéndose en una forma de resistencia al sistema político que nos rige. La acción directa de mujeres y disidencias también aumentó considerablemente desde la Revuelta Social, donde también existió un antes y un después desde que la performance Un violador en tu camino de LASTESIS salió a la luz. Causó mucho revuelo a nivel nacional como internacional, debido a que, citando tus palabras, conectó con la piel y vivencias de todas/todes […], además de visibilizar la vulneración de Derechos Humanos por parte de Carabineros de Chile durante las protestas. Si bien los elementos mencionados son sumamente potentes en nuestra sociedad, aún parecen ser insuficientes, debido a que –citando a LASTESIS− “El patriarcado es un juez […] // y nuestro castigo // es la violencia que ya ves. // Es femicidio // Impunidad para mi asesino // es la desaparición // es la violación […]”.
El año 2019 se registraron un total de cuarenta y cinco femicidios en nuestro país, tres casos más que el 2018. Actualmente ya se han contabilizado cuarenta y siete. Si la cifra aumenta todos los años, ¿qué reformas está realizando Mónica Zalaquett junto al Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género para frenar esto? ¿Por qué las denuncias por VIF no son tomadas en cuenta? ¿Por qué el dinero es capaz de comprar a la justicia?
El proceso constituyente tiene la obligación de crear leyes que protejan nuestra integridad como personas, que se nos incluya en diferentes espacios y tomar decisiones con nosotras, no por nosotras. Es un camino largo y difícil, ya que estamos refiriéndonos a una violencia estructural, la cual no podrá desintegrarse en dos años. El sistema completo es el que debe cambiar, a nivel económico, social, laboral, doméstico y sexual. Por lo mismo enfatizo tanto en la acción directa en el espacio público y a la organización popular, ya que debido a esto tenemos en curso una reforma constitucional.
En síntesis, la mentalidad está cambiando debido a que existe esta pulsión interna de emancipación, pero la pelea sigue estando muy desigual todavía. El proceso constituyente debe ser abordado con una perspectiva de género, es una medida necesaria para nuestro país. Que haya ganado el apruebo aún no nos asegura nada completamente, por lo que la protesta debe seguir hasta que nuestras demandas sean realmente escuchadas. Renunciar a nuestras comodidades e individualismo y luchar en comunidad es una medida vital para lograr cambios sociales que tengan como consecuencia una real libertad.
Javirüs pregunta a Luisa: Además de la acción directa en las calles y procesos constituyentes con perspectiva de género, ¿qué otra medida, según tú, es necesaria para lograr una real emancipación?
Luisa: Creo que de forma paralela a la acción en el espacio púbico, a la movilización donde ponemos los cuerpos en la calle como manera de articular la fisicalidad de la democracia o ponerle cuerpo al movimiento de transformación social, sería deseable que también vaya sucediendo en el interior de cada una de nosotras/nosotres un proceso de desarticulación patriarcal o detox antipatriarcal que suponga un reseteo de todo el acumulado histórico que tenemos interiorizado en nuestra psique y que pervive en nuestras profundidades inconscientes, en las maneras que tenemos de entender quién somos, quién queremos ser, cómo queremos ser y cómo queremos desarrollar nuestros propios asuntos vitales.
La revolución, también, debe ser interna, parece un proceso aparentemente fácil, pero si lo pones en marcha en tus espacios íntimofamiliares, psicoafectivos, logísticoslaborales, afectivosexuales y en cualquier espacio por el que pasa tu cuerpo, por donde se vincula el cuerpo o por donde desarrolla partes del asunto vital, lo que se revela es un proceso duro, muy incómodo, porque el reseteo no es para continuar con la premisa del “igualitarismo” que dice que la emancipación pasa por adaptar nuestros cuerpos -dispares, cargados de dolor y trauma, cargados de posibilidades, cargados de imaginación política- al esquema herterofalopaternalista, ese que nos obliga a reducir nuestros sentires, autoasignaciones identitarias, desarrollos psicoafectivos/afectivosexuales y matéricolaborales a una expectativas productivistas machoadaptadas (como territorio falocartesiano utilitarista), donde están barridas las verdaderas necesidades de los cuerpos para un tránsito por el plantea Tierra desde el buen vivir o lo que, occidentalmente, se conoce como bienestar (término complejo por estar imbricado con las lógicas de progresos neoliberal).
La revolución interna, la desarticulación o detox antipatriarcal, no es simplemente resistirnos a la machoadapatción a la que nos empuja el “igualitarismo”, sino que significa aceptar que entramos en un fanganoso pantano, de que hay que salir cada día con cada interacción social, con cada decisión que vas negociando contigo misma sobre que te ves capaz de no aceptar, donde poner el límite aunque tenga como consecuencia una pérdida de poder (siendo consciente del lugar devaluado que ocupamos siendo cuerpos mujeres y que este trabajo interno se suma a los múltiples y diversos trabajos no remunerados, no visibilizados, no monetarizados, que hay que desarrollar como parte del asunto vital). Es un trabajo duro, se torna pesado, pero es en este trabajo “en las profundidades” donde reside una potencia brutal para el desprendimiento de esas estructuras pateropresoras y con ello conseguir la verdadera emancipación -o por lo menos establecer horizontes emancipadores a los que dirigirnos.
Un trabajo duro de desarticulación interna diaria que tiene que acompañar a las luchas en las calles, acompañar a esa cosa maravillosa de darle fisicalidad a la democracia. Un trabajo o laboro donde funcionan energías internas que emanan de nuestras fuerzas vitales -no machacadas por las opresiones- y que a su vez ansían que toda la energía/potencia que se mueva y circule dentro de nuestros cuerpos sea pura pulsión de vida, dejar de vivir en lo reactivo (cosa que forma parte de lo identitario en los cuerpos mujeres). No tener que gastar una cantidad ingente de nuestra despensa psicoenergética en tener que manejar (o sobrevivir) a las estructuras patriarcales coloniales, esas que tienen ya tejido un traje donde se nos ha obligado a meternos durante siglos.
Lo deseable sería poder dejar de ocupar parte de nuestro caudal de potencia inconsciente (como dice Suely Rolnik como “fábrica de mundos”) en escapar del macho-lío-patriarcal, ese que nos mete en un territorio confuso, debilitado y de pérdida de potencia, de pérdida de posibilidades de ser y hacer.
Tenemos por delante la revolución interna donde cada cuerpo desmonta su propia jaula o por lo menos atisba por donde quiere enfocar sus fuerzas, como dice Silvia Rivera Cusicanqui, el colonialismo se queda dentro, sigue funcionando dentro pegado en los huesos, en nuestro hardware inconsciente. Las emancipaciones en plural (porque tenemos que tener en cuenta que son procesos en distintos estadios emancipatorios desde contexto situados para salir de las exigencias del feminismo en singular blanco-centrado que nos pide funcionar bajo unos parámetros que no se ajustan a la diversidad de contextos y particularidades biográficas desde los que desarrollamos nuestros asuntos vitales) vendrán cuando las revoluciones, sucediendo en nuestros interiores, logre callar y echar a ese patercolono que nos ha reducido a cuerpos en función-de-sí-mismo-para-sí-mismo y que ha robado sistemáticamente la potencia económica de todos los trabajos que hemos asumido. Acabar con la expropiación constante y robo del trabajo ajeno, robo de nuestros trabajos.
Javirüs- ¿Crees que en Latinoamérica el movimiento feminista está yendo por el «camino correcto»?
Luisa- Esta pregunta se me queda grande. Intuyo que la potencia actual encuerpada de los movimientos es una reacción frente a los siglos de opresión blancopatercolona, los cuales han sido corrosivos para todo lo que no era machoblancocuerpo. Lo que es evidente es que fuerza de los Feminismos en América es arrolladora, irreversible e imparable. No creo que haya camino correcto, igual esa manera de plantearlo (que a mí también me pasa) es parte de la ideología histórica falopatriarcal desde donde hemos sido domesticadas, de esa cosa del Global Lineal Thinking, que nos dice que hay unas maneras legítimas frente a otras que son dudosas. Intuyo que las emancipaciones, los caminos, van más por vislumbrar horizontes -puedan ser comunes o no a todas/todes- donde lo que si compartamos sea el deseo de soltar la cadenas, soltar el macho-lío-patriarcal, soltar todo este sistema de creencias donde todo está planteado al revés, lo que tiene valor no lo tiene, lo que es prioritario no lo es, lo que hay que cuidar no se cuida, lo que es fundamental para que lo-vivo-continúe-vivo es negado y devaluado. También creo que sería muy movilizador y un lugar de posibilidad para enfocar cómo desprendernos de las cadenas, rescatar las estrategias que desarrollaron movimientos de emancipación como el Cimarronaje -en esta conversación con la afroactivista panameña, Miroslava Herrera, lo expone- donde se enfoca el asunto vital en el cuerpo-viviente naturaleza, donde la estructura de organización social es matriarcal (como revela la cultura Congo) sin caer en la mitologización del constructo patriarcal «madre» como lugar de sacrificio, abnegación y autocensura, donde convivía la diversidad debido a la distintas coordenadas biográficas de lxs cimarronxs y donde todxs compartía el deseo de ser libres.
Luisa- Muchísimas gracias, Javirüs.