“Actualmente, mi cuerpo materno, mi identidad como madre, ha ido reconstruyéndose a partir de este doloroso primer encuentro, sanando e integrando sus partes a través de mi práctica artística. Fue muy liberador y emancipador la frase de Andrea Liss «la maternidad se convierte en una performance duracional, una deriva situacionista como arte conceptual de post-investigación» ya que través de la experimentación estética de la maternidad adquiero otros niveles de conciencia y conocimiento de mi misma, al mismo tiempo que puedo jugar a transformarlos, y en los que también mis hijos son partícipes activos de esa creación” -Alma Rayén (La Serena, Chile/Charlottesville, EE.UU).
Obra cabecera: Mamá astronauta (La Serena, Chile, 2019/Charlottesville, EE.UU, 2022) por Alma Rayén. Más info aquí.
Converso con la compañera, artista, mediadora artística y gestora cultural, Alma Rayén Molina Carvajal (Santiago, Chile, 1984). Co-fundadora, junto a Alejandra Ugarte Señoritaugarte, de Maldita Precaria – Mujeres Artistas Visuales (ahora en pausa): la cual fue una iniciativa clave en el contexto de movilización artistas-mujeres en Chile desde la pandemia (2020). Su despliegue profesional la llevó al Área de Públicos del Museo de la Solidaridad Salvador Allende, colectivo Danza La Manada (danza contemporánea desde La Serena, Chile) o la revista Mala Leche; en 2021 migra a Charlottesville (Virginia, EEUU) donde comienza un tránsito identitario y proceso de enraizamiento, a lo Gloria Anzanldúa (Borderland/La frontera. La nueva mestiza, 1987), el cual atraviesa sus prácticas maternas y lenguaje visual hacia nuevas articulaciones/expansiones e interrogantes.
Nuestro intercambio comenzó a partir de la siguiente conversación (abril, 2021) donde tanto Señoritaugarte como Alma Rayén señalaban de manera muy afinada: «Ha habido un cambio, un quiebre en la episteme y en el paradigma desde el estallido social hasta estos días apocalípticos-pandémicos, pero el colonialismo al igual que el covid, son “la” pandemia -el virus- y vivimos colonizadxs todo el tiempo, el tener conciencia de eso y tratar de evitarlo es un acto micropolítico que todxs deberíamos hacer, es el tiempo de expandir nuestras conciencias, politizar los afectos, la sociedad y la vida».
Nos volvimos a entrelazar durante el proceso del curso online Feminismos: [este cuerpo mío] y fuerzas mitológicas aliadas contra blanco-machopatersistema. ¿Cómo funciona nuestro psico-cuerpo como herramienta desactivadora de macho-cadenas? (abril, 2024) en colaboración con Colectivo Maternas desde Quito (Ecuador); MM Museo de las Mujeres desde Costa Rica y Las Sindis -Sindicata Madres Feministas desde Andaluçia, Austria, Euskal Herria y Països Catalans. Abriendo la siguiente conversación/entrevista que os compartimos, en la cual se han ido cruzando duelos por fallecimiento, agotamientos extremos maternos, alegrías profundas, decepciones feministas, vacaciones infinitas sin escuela y posibilidades-potencias-políticas que apuntan (siempre) hacia horizontes -lo más vivibles posibles- para la amplia diversidad de madres o cuerpos maternos:
Luisa- Tomando como referencia tu proyecto Mamá Astronauta (2019/2022): ¿cómo te has ido construyendo a nivel identitario como cuerpo materno o madre que ha migrado a otro territorio? ¿la vivencia de sostener a otro cuerpo dependiente al tuyo te hace ir entrando cada vez, más profundamente, en el territorio psíquico que habitamos siendo madres como identidades fronterizas maternas?
Te propongo mirar esta pregunta desde la corriente psíquica que conecta lo que planteaba Anzaldúa, con el proceso de transparencia psíquica, el cual se activa durante el proceso gestante, puérpero y primera crianza (como nos compartía aquí la psicóloga perinatal, Patricia Lorenzo ); junto a la sacudida interna que nos atraviesa, una vez comenzamos a transitar hacia cuerpos maternos. Sacudida que abre la posibilidad de dislocar todos los procesos de macho-adaptación (1) propios a nuestra socialización como cuerpos-históricos-mujeres. Identificando que tal dislocación nos va revelando posibilidades de comprensión de lo que permanencia “no velado”: respecto a las psico-obligatoriedades y macho-mandatos que nos obligan a tener que ajustarnos a unos trajes identitarios socio-históricamente-prefijados que asumen la devaluación como parte de su existencia.
Alma: El proceso de Mamá Astronauta (2019/2022) ha sido el proceso de concientización de un relato/identidad, que me ha permitido observarme primero a mi misma, a mis hijos, a mi familia y a mis vínculos afectivos -desde múltiples lugares y posibilidades.
Si bien, como la mayoría de las creaciones artísticas, este proyecto surgió desde un espacio intuitivo, en mi caso casi desesperado, con poco o nada de planeamiento o expectativas, fue tomando un cuerpo y un momentum que abre múltiples lecturas y conexiones en el despliegue de sus significados. De nuevo, nada que toda obra de arte no haga. Sin embargo, para mi, luego de años de ser una observadora y sostenedora de proceso artísticos de otras y otros, experimentar este hecho en carne propia se volvió curativo a través del desdoblamiento en este personaje, en esta performatividad y este juego de miradas con mis hijos.
“Mamá Astronauta (2019/2022) comenzó como un juego entre mis hijxs durante la peor parte, más aislante, de la pandemia COVID. Mi hijo mayor y yo tomamos una serie de fotografías usando un casco de astronauta de juguete. Con el tiempo, estos juegos formaron una colección de imágenes mal enfocadas, de baja resolución y disparatadas, las cuales se convirtieron en una forma de resistencia poética -ayudándome a replantear los momentos más difíciles de mi vida como madre. A través de estas imágenes, pude reflexionar y comenzar un camino hacia la curación de experiencias traumáticas relacionadas con la violencia obstétrica, la depresión postparto y la maternidad solitaria y aislada. Al mismo tiempo, pude conectarme con las experiencias de otras mamás y abrir la narrativa”. Alma Rayén.
Antes de decidir ser madre, mi conocimiento y relación con el universo materno siempre fue bastante pobre. Soy de las que lamenta haberme comportado egoístamente con las mujeres alrededor mío -que fueron madres antes que yo. Si bien, me puse «hacer la tarea» apenas comenzó mi embarazo: leyendo, investigando, haciendo yoga, tomando talleres sobre maternidad y crianza desde puntos de vistas feministas y respetuosos, pensando que lo podía hacer todo y queriendo hacerlo todo bien. El universo, la Pachamama misma, me puso en mi lugar desde el minuto uno. Mi trabajo de parto con mi primer hijo comenzó justo después de un terremoto. Todo mi plan de parto se fue por el retrete, en medio del tsunami que llegó a los pocos minutos a la ciudad en que vivía. Tuve una cesárea dolorosa y nada respetada, en la que estuve separada de mi hijo las primeras 3 horas: sola, drogada y asustada.
Luego vinieron, más y más, portazos en la cara con la realidad. Todo lo que suponía que era correcto de hacer, todo lo que veía en redes sociales acerca de como era ser una buena madre, todo se me caía a pedazos en mi día a día. Vivía en una ciudad nueva en la que no conocía a nadie y mi pareja se debía ausentar por trabajo durante semanas. Sostenía a mi hijo, mi casa y a mi misma en una dolorosa soledad. En ese momento el casco de astronauta aún no aparecía, pero me sentía como el “Major Tom” de David Bowie, flotando sola en el espacio infinito. Desde este punto de partida, mi primera conexión y construcción identitaria como madre fue desde la depresión, el agotamiento, la falta de sueño crónico y una general sensación de culpa y fracaso. Terreno fértil para el nacimiento de la “Madre Monstruo”: una figura que comencé a ver y honrar después de mi periodo de “Mamá astronauta”.
“Encarnando y canalizando a la “Madre Monstruo” habité la frontera misma de la identidad materna patriarcalmente establecida y permitida. Mi chapuzón con la sombra fue más bien un hundimiento, fue como el Titanic contra el Iceberg. Todo lo que se dice, lo que te dicen, lo que se ve, lo que te cuentan, lo que se supone que es y no es sobre la maternidad, se volvió contra mi como una dolorosa mentira: como una trampa en la que no había espacio para mi. Ahí estaba yo, viva solo porque la “Madre monstruo” me sostenía. También, mi hijo construyéndose junto a ella, se constituyó como identidad limítrofe desde su cerebro autista. Nos volvimos unos marginales juntos” -Alma Rayén.
Luego mi segundo embarazo me tomó por sorpresa, con mucho miedo, más bien trauma, ya que no quería volver a pasar por todo eso de nuevo. Que no pasó, aunque claro, vino el encierro del COVID pocos meses después de su nacimiento. Aquí es dónde empezó a aparecer la “Mamá Astronauta”: dentro de ese paréntesis pandémico en que el mundo se detuvo para todos, menos para mi, porque yo ya vivía en ese tiempo de encierro doméstico y el aislamiento hace años.
Lo recuerdo como tiempos más bien felices, sentía que por fin se me hacía un poco de justicia. Me reía de los que se quejaban porque no podían ver a sus amigos, familia, padres; y de las madres que perdían la calma y lo decían en público. Estaba más que lista y preparada para eso. Así que me puse el casco y me lancé a jugar con mis hijos -que documentaron todo en cientos de fotos borrosas y mal enfocadas. Por las noches me ponía a editar, grabar los sonidos; armando, poco poco, un relato, en el que la “Mamá Astronauta” ahora también era una madre-artista.
Luego, por si fuera poco, emigramos de Chile a Estados Unidos. Acá fue dónde terminé el relato conversando con madres de este lado del mundo. El casco me llevó a una mujer, la cual usó para su matrimonio un casco de astronauta. La conversación con ella me marcó para siempre: nos miramos a los ojos y nos confesamos los peores pecados de la “Madre Monstruo”. Hablamos de muerte e infanticidio. Ser brutalmente honestas era lo que nos podía ayudar a sanar y a maternar más allá de la culpa.
Actualmente, mi cuerpo materno, mi identidad como madre, ha ido reconstruyéndose a partir de este doloroso primer encuentro: sanando e integrando sus partes a través de mi práctica artística. Para mi fue muy liberador y emancipador la frase de Andrea Liss «la maternidad se convierte en una performance duracional, una deriva situacionista, arte conceptual de post-investigación». A través de la experimentación estética de la maternidad adquiero otros niveles de conciencia y conocimiento de mi misma , al mismo tiempo que puedo jugar a transformarlos, y en los que también mis hijos son partícipes activos de esa creación.
Luisa- Me contabas en un intercambio por mail, cómo todas nuestras formaciones online (como pedagogías feministas no-formales) desde los talleres que tú lanzas sobre arte y maternidades o los cursos online que lanzamos desde esta plataforma van trazando tramas de colaboración y legitimación, como altavoz epistémicos propios, para no tener que esperar a la legitimación del macho-mundo, que muchas veces, también, fagotiza a entornos, supuestamente, feministas que repiten prácticas de jerarquización, devaluación y reproducción de cultura de cancelación.
Desde las tramas que vamos armando -ahora con esta conversación entre ambas con enclajes en Charlottesville (Virginia, Estados Unidos), Santiago de Chile (Chile), Madrid y sur de Murcia (España)- te quería preguntar por las distintas alianzas que tienes en marcha, y si te apetece, también ahondar en lo que me comentabas sobre tu colaboración en el proyecto “Mamá BEE” -que busca ser una casa de acogida para madres latinas de bajos ingresos en la que puedan tener un momento de descanso y re-apropiación de sí mismas.
Alma: Mi experiencia acá en Estados Unidos, en esta ciudad en específico en la que vivo, Charlottesville, ha sido en un espacio muy micro, en cuanto a feminismos. Fue un cambio bien fuerte haber dejado las redes en Chile, en la cual el movimiento feminista es muy fuerte. Allí sólo me movía en redes de mujeres feministas vinculadas a la cultura y el arte. Fue una total sorpresa y decepción, también, encontrarme con la realidad del movimiento feminista en este país: el cual esta muy focalizado en la academia y en las mujeres blancas (una generación de mujeres que actualmente están por sobre los 50 años). Lo que se vive día a día, incluso en los espacios que se califican de progresistas, es que el feminismo ya no es un tema importante bajo una supuesta ilusión de que “ya está todo solucionado”, poniendo el foco en temas raciales y de identidad de género.
Mis primeros trabajos acá fueron ir investigando y poner en la calle la realidad de las mujeres en Estados Unidos y en el Estado de Virginia, que bajo ningún punto de vista está superado. Sin embargo, la profunda raíz conservadora y religiosa de este país genera un velo que invisibiliza y desestima cualquier lucha al respecto. Especialmente en temas de maternidad, trabajo doméstico y violencia hacia la mujer. Sin embargo, al no encontrar otras redes u otras mujeres interesadas en hacer esto visible, me he ido enfocando en un trabajo mucho más personal y de micro-guerrilla si quieres decirle.
Actualmente trabajo en una organización de mujeres que dan servicios de consejería y salud mental gratis a otras mujeres. Este espacio, que si bien está liderado por una mujer blanca feminista (de esta generación que te menciono de más de 50) tiene una forma de trabajo muy poco política, en el sentido más latinoamericano, al que estaba acostumbrada yo, es decir, de pronunciarse pública y abiertamente respecto a una agenda en particular. Este es un espacio silencioso y calmo, al que recién le estoy tomando el ritmo, honestamente, muy centrado en prácticas concretas que emanan desde las propias formas de trabajo organizacional, sobre el cual siento que son altamente efectivas a la hora de crear un espacio seguro para las mujeres.
Sin embargo a través de mi rol como recepcionista, soy la primera que habla y contacta con todas estas mujeres (también personas queer y transgénero) lo que me ha permitido ir tomando el pulso real de los problemas de las mujeres en esta comunidad, al mismo tiempo que a través de mis interacciones, he podido ir compartiendo otros puntos de vista o vías de entrada y salida a estas problemáticas.
Si bien no está en mi contrato, y no es algo de lo cual esté muy autorizada, en mi relación cotidiana con las mujeres que vienen acá, voy tejiendo relaciones -intencionalmente- emocionales y políticas porque no lo puedo evitar. Por supuesto, todo lo que he ido aprendiendo y lo que sigo aprendiendo, lo voy comunicando y traspasando en estas conexiones uno a uno.
En esta misma agencia he podido dar algunos talleres de arte y de movimiento corporal (espacio en el que soy más libre para entregar lo que quiera, y donde pongo toda la carne sobre la parrilla). Han sido espacios muy bonitos, también pequeños, con 5-6 participantes, pero en los que se activan muchas reflexiones en común y se movilizan procesos de emancipación. Normalmente, desde lo micro.
Me emocionó mucho cuando una de las participantes de estos grupos me invitó a unirme a un proyecto que está gestando y movilizando. Melissa Vargas es una tremenda mujer con muchas capacidades y energía; a partir de un proceso creativo que comenzó, ella dio el tremendo salto para generar una solución acorde a sus necesidades como madre y a las de otras mujeres de nuestra comunidad trabajando en Mama Bees Housing Commun -propuesta que busca ser una residencia para madres monoparentales en dónde puedan encontrar un espacio de apoyo comunitario y recursos para criar a sus hijas e hijos con mayor libertad.
Esto aún está en marcha, espero poder seguir colaborando desde mi vereda, siendo un canal que abre conversaciones para ir deshaciendo el velo de invisibilidad que existe en este lado del mundo.
Luisa- Te has encontrado unos debates, en el contexto donde resides en Virginia, muy mediatizados por la experiencia feminista blanca-occidental e intuyo desde un feminismo que tiende a la paternalización de todo-lo-otro, de-las-otras, de los-otres, donde hay una estructura de vinculación y articulación «del compartir» muy atravesadas por el utilitarismo-social (todo te tiene que servir para algo) y desde una poca o nula interresponsabilidad psico-emocional con las demás. Muy basado en un turbo-individualismo que le ha ganado la partida a cómo se distribuyen las crianzas en las familias extensas de los Sures Globales:
¿Qué corpo-sientes o identificas que se ha ido perdiendo a nivel sistémico (que has ido perdiendo en relación a tus prácticas maternas) en el camino que has transitado desde Chile a EEUU?
Alma: La comunidad de madres, eso es lo primero y más obvio. Si bien en la tradición latinoamericana, la primera comunidad es la familia de origen, en la que abuelas, tías, primas apoyan las labores de crianza, en mi caso particular yo viví esta comunidad desde los afectos elegidos, ya que me separé físicamente de mi familia de origen cuando tenía 8 meses de embarazo de mi primer hijo. Me fui a vivir a otra ciudad de Chile sin conocer a nadie, por lo que por necesidad me hizo contactar con otras mujeres. En su momento esto me salvó la poca salud mental que me quedaba, y logramos en los 5 años que viví allá, generar algo que para las latinas es muy natural cuando ya hay amistad: visitarnos sin aviso, cuidarnos las guaguas (bebes) de las unas y otras cuando lo necesitamos, apoyarnos en lo emocional y darnos consejos varios. Conversar y conversar por horas.
Acá en EEUU llevo 3 años viviendo, no tengo ninguna amiga mamá con la que tenga una experiencia así. La más cercana no es gringa, es de Egipto. Con ella he logrado mayor cercanía. Me ha sido muy interesante descubrir a las comunidades de mujeres musulmanas que tienen prácticas y costumbres entre ellas muy parecidas a las de las latinas, mucho acompañamiento afectivo, mucha conversa y vida comunitaria en torno a la crianza.
Las personas que me ayudan con mis hijos cuando no puedo recogerlos de la escuela o simplemente quiero salir un rato sola con mi pareja, son también latinas y chicas jóvenes que hasta el momento dicen que no quieren tener hijos, pero que son maravillosas tías.
Una acá se pone extremadamente cuidadosa de no traspasar límites físicos ni de la vida privada, es como si cada familia o cada mamá con hijos estuviera rodeada de un cinturón invisible que impide aproximarse mucho u opinar más de la cuenta. Esto no es necesariamente malo, pero definitivamente distinto. Por supuesto el tema racial, gran tema en Estados Unidos, juega un rol importante en estas dinámicas, en que las maneras de expresarse, las maneras en que el cuerpo se mueve, está supeditada a tu raza y el rol que se le asigna a ella. Esto incluye las formas de crianza, que son evidentemente distintas entre familias blancas, negras, latinas y de otras razas.
He dejado de proyectar mis ansiedades maternas en las otras mujeres, he aprendido a no dar consejos de porteo y a tolerar el hecho de que acá nadie amamanta. Aunque claro, si me preguntan, directamente, me apuro en recordarles que tienen las peores cifras de muerte materna y perinatal de los llamados países del primer mundo, unido a que las mujeres no tienen derecho ni a pre, ni postnatal. No hay programas de “Sala Cuna Universal”. Acá cada una rema como puede, y no hay organizaciones que se hagan cargo de estos temas ni de manera política, ni comunitaria.
En algún momento sentí el impulso de convocar a mujeres madres-artistas, pero me encontré con que sus temas de trabajo eran muy distintos a los míos. Me quedaba un poco como la «mala madre» de la película, mientras ellas dibujaban flores y celebraran la bendición de sus úteros. Finalmente, no insistí y estas cosas siempre necesitan a alguien que las mueva. Creo que viviendo acá me he ido también más hacia lo individual, hacia mi misma y hacia un desprendimiento del discurso emocional.
“En mi vida en Chile, como latinoamericana, los discursos feministas/maternos se escuchaban y se gritaban en el aire, en las calles. Se volvían palabras e himnos que eran como una catarsis colectiva emocional, y en las que se internalizaban también estas emociones que eran de todas -en las que se confundían las propias. Acá, desde el silencio del discurso, he podido ir apagando y diferenciando mejor aquello que es discurso político de lo que es propiamente trauma/herida. Me he podido ir centrando en la sanación individual de mis heridas, eligiendo tomar este silencio como una oportunidad para mirar y contemplar esta otra realidad, de la cual no soy -ni seré- parte, pero es con la que convivo” -Alma Rayén.
Luisa- Muchas gracias, querida Alma. Nos has regalado una pista fundamental para poder vivenciar los procesos de lucha feminista sin que nos arrasen: cómo ir identificando el trauma individual (el propio) respecto del trauma colectivo e ir entendiendo cómo funciona la sublimación del trauma en la colectivización atravesada por lo que narró Jo Freeman en La tiranía de la falta de estructuras (1972), y con ello poder desenredar toda la psico-madeja de lo propio y de la herida social -para evitar la retraumatización de nuestro trauma.
Un honor poder compartir tu vivencia/reflexión en esta plataforma. ¡Seguimos empujando juntas! ¡Gracias, otra vez!
(1) Macho-adaptación: procesos identitarios a los que se ven obligados identidades, previamente devaluadas, para poder tener acceso a un espacio legítimo dentro del macho-pater-mundo, basados en la performatividad de auto-asimilarse desde un macho-cuerpo-hetero-universal-blanco-moderno que no enferma, ni va a enfermar. Ni vive en en red de interdependencia respecto a otros cuerpos, sujeto a exigencias productivistas/utilitaristas basadas en la legitimidad del extractivismo de las fuerzas vitales de unos cuerpos sobre otros, con el objetivo de seguir reproduciendo, expoliando y acumulando capitales de todo tipo: económicos, socio-culturales, políticos, logítico-matérico-alimenticios, psico-afectivos, afectivo-sexuales, etc. Asumiendo la ficción vital de no ser cuerpos finitos, como cuerpo que no van morir; negando ser cuerpos responsables de generar condiciones vivibles hacia los cuerpos dependientes o cuerpos necesitados de cuidados para su desarrollo digno en el plantea Tierra. Ficción identitaria que niega la legitimad política per ser, lo que llamamos acceso a la vivilidad jurídica, a través de estrategias de devaluación epistémica, y de la naturalización de exclusiones/negaciones generadas por la macho-episteme sobre los psico-bio-procesos o corpo-afectaciones o procesos de psico-bio-tránsito que atraviesan a los cuerpos que asumen los procesos reproductivos o sostén de cuerpos dependientes.

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