Maternidad-trabajo, ¿podemos asignarle la calificación de actividad productiva al trabajo materno o al conjunto de tareas necesarias para la gestación y sostén de la criaturas?

Obra cabecera: Here & there (2012) Anna Maria Maiolino

Dada la estandarización falócrata del trabajo asalariado o cómo el marco del sistema de empleo y las condiciones impuestas por el empleador no incluyen los bio-procesos y bio-necesidades de los distintos cuerpos-gestantes y cuerpos-sostenedores; unido a unas estructuras masculinizadas marcadas por la eficiencia en términos de progreso económico, nos relevan que el empleo, la condición sine qua non de tener que asalariarte, no se puede erigir como la única vía para la emancipación del trabajo materno. Unido al consenso de una parte de la teoría crítica feminista sobre cómo el trabajo asalariado[1] no es la clave esencial para liberar al «cuerpo-comunidad-femenino».

Es necesario y urgente abordar las distintas concepciones actuales desde los presupuesto de la economía feminista para asumir el trabajo materno como actividad económica, retributiva, contributiva y pública. Cuantificándolo y estableciendo tipologías como clara estrategia de visibilización e inserción en el sistema productivo del turbo-capitalismo. Aplicando a todas la tareas reproductivas y a toda la extensa dimensión productiva que aglutina el trabajo materno, la Teoría de la utilidad marginal.

Analizando las condiciones desigualitarias y opresoras -expropiación de la maternidad o maternidad transfronteriza- que genera el mercado del cuidado o la «huida del cuidado» en cuerpos que no-ostentan los privilegios del empleador junto al contexto actual del postrabajo y el empleo en el centro de las políticas públicas.

¿Cómo no tiene ningún tratamiento político y público más allá de su privatización o externalización el cuerpo-sostenedor que asume las tareas del cuidado?, ¿podemos pensar en otros modelos no normativos, no nuclear de distribución de las actividades que configuran el trabajo materno a partir de varias cuerpos-sostenedores de familia expandida no-nuclear?

¿Si el cuerpo-gestante pone su cuerpo a trabajar durante todo el proceso reproductivo, cómo no están consideradas tales actividades como trabajo en términos productivos y  por qué no tienen su correspondencia económica desde el sistema institucional público?, ¿la no consideración de tales actividades como trabajo en términos productivos y su correspondiente traslación económica no puede ser considerado uno de los anclajes del proceso patricarcal o partercentrista de denigración, invisibilización y desvaloración de todas estas actividades?

¿Estamos, quizá, compensando la propia asimetría del sistema de conciliación de la crianza o las carencias del formato de familia nuclear a expensas de una carga de trabajo sin igual sobre el cuerpo materno?, ¿no es en realidad una narración creada por una maternidad neoliberal para sacarnos el doble de pringue –ser personas productivas y reproductivas- y dejarnos agotadxs como manera de aplicar la disciplina social?, ¿no encierra todo éste entramado una explotación fortísima para el cuerpo que gesta y sostiene?

¿Vivimos en una normalización del cuerpo-materno como cuerpo explotado?, ¿supone esta normalización el primer anclaje de disciplina social que luego es trasvasada a la crianza de manera automática?

¿Estamos asumiendo una negación total del cuerpo como cuerpo con límites físicos-emocionales-psicológicos?, ¿negamos la finitud física abrazando la idea del cuerpo-capitalizado como una máquina que forma parte de un engranaje mayor. Que nunca descansa. Porque si eso sucede –en términos de progreso no es eficiente. Fracasa. Donde se asume un nivel de auto-disciplina en plan histriónico. Negando el cuerpo como cuerpo que puede morir. Viviendo el cuerpo como un cuerpo auto-censurado. Viviendo la crianza, y el trabajo materno, como una tarea más del sistema reproductivo y productivo, no como experiencia de aprendizaje del propio cuerpo que madura-envejece y busca la propia soberanía a través de un aprendizaje que incluye sus corpoexperiencias?

¿No podemos asumir el límite físico a través de cuidar al otro, a lo-otro, a la otredad como una transformación interna del ser, como un cuerpo que se ve atravesado/afectado por otro cuerpo, ya sea pariendo o criando o cuidando, para avanzar hacia un yo-colectizado?

¿Asumiendo la privatización y exteriorización del cuidado olvidamos que hay que celebrar el cuerpo como sujeto que reconoce lo-otro. La alteridad como sujeto semejante al propio cuerpo, lo cual genera un sujeto plural que no existe sin un “yo” colectivizado por el todo y esto, a su vez, desmonta el cuerpo como ente individual y cosificado?

¿Podemos articular una base igualitaria para que la externalización del cuidado no pase por la explotación de otros cuerpos posibilitando al cuerpo que está sumiendo el cuidado de manera profesional condiciones dignas materiales, emocionales y familiares para poder desarrollar su propio proyecto vital?

¿Estamos olvidando que la explotación física del cuerpo gestante y sostenedor durante todo lo propio a la reproducción social es una herramienta de disciplinamiento y opresión?

Porque cansadxs, no pensamos bien. Cansadxs, no podemos focalizar en el movimiento interno necesario, que exige mucho trabajo personal, para poder continuar con la emancipación que incluye una maternidad emancipada –que a su vez incluya nuestras tetas, leche y trabajo físico, como tal. Para poder desprendernos de las tutelas que rigen nuestro cuerpo y poder, así, desarrollar una crianza donde la explotación física no sea asumida como baluarte de eficiencia.


[1] “La ilusión de que el trabajo asalariado podía liberar a las mujeres no se ha producido. El feminismo de los años 70 no podía imaginar que las mujeres estaban entrando al trabajo asalariado en el momento justo en el que éste se estaba convirtiendo en un terreno de crisis. Pero es que, en general, el trabajo asalariado no ha liberado nunca a nadie. La idea de la liberación es alcanzar la igualdad de oportundiades con los hombres, pero ha estado basada en un malentendido fundamental sobre el papel del trabajo asalariado en el capitalismo. Ahora vemos que esas esperanzas de transformación completa eran en vano. Al mismo tiempo sí vemos que muchas mujeres han conseguido más autonomía a través del trabajo asalarido, pero más autonomía respecto de los hombres no respecto del capital. Es algo que ha permitido vivir por su cuenta a muchas mujeres o bien que tuvieran un trabajo, mientras su pareja no lo tenía. De alguna forma esto ha cambiado las dinámicas en los hogares, pero en general no ha cambiado las relaciones entre hombres y mujeres. Y, muy importante, eso no ha cambiado las relaciones entre mujeres y capitalismo: porque ahora las mujeres tienen dos trabajos y aún menos tiempo para, por ejemplo, luchar, participar en movimientos sociales o políticos”. Entrevista a Silvia Federici para eldiario.es y entrevista para Briega Contrainformación Cantabria