“Me parece que las tramas o los estratos, en código foucaultiano, donde se producen las subjetividades contemporáneas sobre la maternidad generan cuerpos románticos y biológicos y eso sigue reproduciendo un sistema de opresión brutal. Parte del trabajo quizá está en poder cuestionar estos relatos y dar paso a otras formas de cuerpo, quizá más vulnerables, más viscosos y tentaculares –como sugiere Haraway- pero mucho más abiertas buscar otro tipo de relaciones –con nuestros cuerpos, nuestros hijos, y con lo vivo en general”. Helena Chávez Mac Gregor

Obra cabecera: Capitalism Kills Love (Red/White/Blue) (2008/9) del colectivo feminista Claire Fontaine

Converso con la investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, docente, curadora y doctora, Helena Chávez Mac Gregor (México, 1979), cuya práctica se centra en pensar otros procesos de emancipación fuera del sujeto a partir de su reflexión, durante más de diez años, sobre la relación entre estética y política.

Chávez aborda la maternidad como nudo patriarcal, la dimensión del cuidado en su totalidad a partir de las necesidades de los cuerpos más allá de la gestación y sostén, la posibilidad de otras organizaciones de crianza desde cuerpos vulnerables que aceptan la vida de manera inherente a la interdependencia, los límites y violencias que ejerce el Estado sobre los cuerpos que gestan y/o sostienen y abre la puerta a la posibilidad, emancipadora, de llevar el trabajo reproductivo más allá de las coordenadas neoliberales de productividad pero siendo considerado como comienzo de una nueva tipología del concepto de trabajo, transformando todo aquello que toca la vida y los cuidados.

Luisa- ¿Negar la potencialidad de las maternidades no es un tipo de violencia invisible para seguir controlado nuestra soberanía corporal y por lo tanto la soberanía del Estado-nación?, ¿es el Estado el que necesita a nuestros cuerpos o cuerpas, como cuerpos gestantes y cuerpos sostenedores, para hacer visible el control en el territorio físico?, ¿no es muy evidente que el Estado nos violenta una vez que aterrizamos en la maternidad?

Helena- Me parece que uno de los nudos donde se afianzan algunas de las condiciones de posibilidad del capitalismo está en la “reproducción de la vida”. Por un lado, está la necesidad de ese trabajo reproductivo, dar vida, para mantener y sostener los procesos económicos de fuerza laboral –el futuro de la producción y el consumo-. Y, por el otro lado, está la necesidad de ese trabajo de cuidado no remunerado que sostiene la vida de estas futuras fuerzas laborales.

En ambos casos están presentes los estados ejerciendo una violencia que es difícil de soportar. Por un lado, las políticas estatales recortan y precarizan nuestros derechos sociales en salud y educación –incluyendo guarderías. Así, tener hijos en la mayoría de los países del mundo supone un reto económico extraordinario. No sólo es la falta de atención médica y de guarderías, sino también la falta de políticas laborales que respondan a complejidad del cuidado de nuestras hijas e hijos.

Toda actividad laboral se transforma y trastoca con la atención y tiempos que supone el cuidado de éstos. Esta precariedad y crisis digamos de productividad principalmente de las madres, pero también de los padres que asumen el cuidado de sus hijos, supone un peso insoportable a la estructura familiar. Por ello, no debería sorprendernos que muchas personas estén optando por no tener hijas e hijos. Paradójicamente, otra forma de este bucle, es que esta situación de recortes de derechos, sobre todo en lo que respecta a los retiros y jubilaciones, obliga a mantener el esquema de dependencia familiar pues ante la imposibilidad de sostener la vida –económicamente pero también en el cuidado de la enfermedad- una vez que ya no se participa de la fuerza laboral, la única solución de sobrevivencia está depositada en los hijos.

Es un círculo de precarización donde el sostenimiento de la vida está en lo que se ha llamado “la familia”. Con todas las violencias y nudos afectivos que desata esta dependencia bajo esquema patriarcales.

Por el otro lado, se puede reconocer la violencia de los estados en las políticas de natalidad pues cada vez es más evidente las crisis futuras que se avecinan en países donde el nacimiento de personas está disminuyendo drásticamente. En este sentido, leía en un articulo hace poco que las políticas anti aborto que están multiplicándose en países como Estados Unidos deben leerse no sólo en clave de una ideología conservadora o religiosa, sino también desde una política de estado que necesita incrementar los porcentajes de natalidad para garantizar el funcionamiento económico de sus territorios. Otro lado de la misma moneda, son las políticas sobre reproducción asistida que han generado una industria que abre las puertas a una diferenciación económica sobre quién puede y quién no dar vida. Es claro que hoy en día los retos de fertilidad son cada vez más comunes. Las propias condiciones laborales empujan nuestras maternidades a limites biológicos para aprovechar nuestra “cúspide” laboral y poder aspirar a una estabilidad económica. –Me comentaba mi amiga y colega Alejandra Labastida que hay compañías de tecnología en Estados Unidos que ofrecen como prestación a sus empleadas la extracción y conservación de huevos, pues como empresas, saben de lo necesario que es ese tiempo “de fuerza eficiente” para su productividad y ganancia.

Retrasamos la maternidad y con ello se amplían los retos reproductivos. Más allá de los complejos procesos emocionales que esto conlleva para todas, hay que subrayar la brecha económica que abre. El éxito de superar estos procesos va ligado a una solvencia económica para poder cubrir los costos de los diversos métodos que fertilidad que hoy existen y que, en la mayoría de los países, no están cubiertos por la seguridad social y son extremadamente caros. También hay que reflexionar como estas “industrias” abren a formas de explotación como puede ser algunos formatos y procesos de gestación subrogada. Si bien este tipo de procedimientos es en muchos países ilegal o está fuertemente legislada en lugares como California se ha abierto un espacio de trabajo de subcontratación ya que las gestantes pueden recibir una compensación económica que ha generado lo que se llama “social” surrogacy donde no hay ningún impedimento médico en las personas que solicitan el procedimiento. Abriendo una nueva modalidad de outsourcing.

Estas son políticas generales que generan mucha violencia, pero hay muchas otras que están operando cotidianamente en procesos legales que están invisibilizados por ejercerse en poblaciones migrantes y racializadas. Por ejemplo, el trabajo de la artista y activista peruana Daniela Ortiz pone en evidencia la violencia estatal que se ejerce en España contra las migrantes bajo diversas leyes: ciudadanía, no se otorga nacionalidad a una menor por haber nacido en territorio español, sino que hereda la nacionalidad y estatuto migratorio de sus padres. Procesos de deportación de madres y menores donde éstos pueden ser internados y ser separados de sus familias. Quita de custodias, donde el estado establece cuáles son las cualidades que deben tener las madres y padres para poder cuidar a sus hijos bajo criterios como los de vivienda, tipo de trabajo, solvencia económica y donde, en caso de no ser cumplidos estos criterios, el Estado español asume la custodia y puede devenir en proceso de adopción por un ciudadano europeo.

El “cuidado” de los menores en los estados, se estructuran, muchas de las veces, bajo lógicas que no asume las violencias a las que están sometidas las madres en condiciones de migración, racialización, marginación, familias monoparentales, etc. Evidentemente, no se trata de negar el papel del estado en el cuidado sino de generar otro tipo de responsabilidad de éste que no perpetúe formas de exclusión.

En este paisaje de violencia, la maternidad también se vuelve un lugar de trabajo crítico. Una potencia común que puede abrir a otras ideas de la producción. Donde la maternidad no se somete a la productividad sino que asume la maternidad como otra manera de producción más allá del concepto capitalista de trabajo. Y también como fuerza para exigir a los estados otro tipo de condiciones. Más allá del imaginario de las autonomías a mi me parece importante seguir luchando porque los estados generen infraestructuras para el cuidado de la vida. No me parece que esa demanda esté peleada con la invención y multiplicación de proyectos de otras redes, otras familias y otro tipo de potencias de crianza. Pero quizá ese ya es otro debate.

Luisa- Sobre lo que comentas acerca de la presiones que nos hacen retrasar la maternidad, me pregunto y te pregunto, no deberíamos armar una manera de vivir la maternidad que implique volver al cuerpo, aceptarla como experiencia de afectación física entre un cuerpo y otro, no como proyecto bajo las expectativas neoliberales materiales (maternar no va de poseer más metros cuadrados o de estar asalariada) sino más bien de integrar la maternidad de otra manera, sin ser un destino final, sino una decisión corporal que puedes tomar en cualquier momento de tu vida fértil apoyándote en organizaciones de crianza no-normativas y en un sistema público-doméstico que lo retribuye y lo valora. Asimilar que lo determinante en el trabajo materno es aceptar esa responsabilidad profunda e irreversible junto la disponibilidad física y emocional y así poder incorporarlo en cualquier momento de tu vivir, sin tener que esperar a «fabricar» ese supuesto escenario de expectativas materiales donde el cuerpo materno está agotado e imposibilitado. De esto reflexiono en Insertar los cuerpos en las maternidades: el cuerpo sí importa https://futuridadesmaternales.net/2019/05/31/incorporar-los-cuerpos-en-las-maternidades-el-cuerpo-si-importa/ ¿No es muy evidente, Helena, que nos está ganando la partida el sistema socioeconómico sobre el manejo/vivir/habitar de nuestros cuerpos y sus bioprocesos y bionecesidades?, ¿cómo puedes ser que los procesos encarnados o bioprocesos que nos atraviesan durante todo lo propio a la gestación y/o sostén no tenga tratamiento político, no existan políticas públicas que los apoyen y reconozcan?

Helena- Me parece que las tramas o los estratos, en código foucaultiano, donde se producen las subjetividades contemporáneas sobre la maternidad generan cuerpos románticos y biológicos y eso sigue reproduciendo un sistema de opresión brutal. Parte del trabajo quizá está en poder cuestionar estos relatos y dar paso a otras formas de cuerpo, quizá más vulnerables, más viscosos y tentaculares –como sugiere Haraway- pero mucho más abiertas buscar otro tipo de relaciones –con nuestros cuerpos, nuestros hijos, y con lo vivo en general.

Hay un hermoso texto del colectivo Claire Fontaine “Raising the Uprising” que habla justamente de vivir la maternidad fuera de las expectativas de la productividad. Sacar toda idea de ganancia para asumir que en la maternidad lo que se abre –o lo que se puede abrir, pues es innegable que bajo la violencia del sistema la maternidad genera también formas brutales de explotación, maltrato, manipulación y dependencia- es una relación incalculable, un amor sin cálculos.

Ese tipo de relación supone, como sugiere Claire Fontaine, una completa transformación que ya no afectaría sólo a nuestra maternidad sino a todas nuestras relaciones de producción. Creo que el punto que se puede leer ahí es que ya no se trataría de ser productivos –ni de entender este tipo de trabajo como reproducción-, sino como también parece sugerir Maggie Nelson, vivir la maternidad como un acto de producción. Producción de cuerpos, de relaciones, de amor, de futuros. Una producción que ya no se establece en los límites del concepto capitalista del trabajo.

Creo que es claro que en el modelo de la maternidad como función de reproducción o “fabrica” el cuerpo materno, como tu bien dices, está agotado e imposibilitado. Hay que salir de ahí porque la vida desde ahí no se puede sostener. Transformar o simplemente trastocar la subjetividad es una tarea compleja. Si entendemos ésta como las condiciones de posibilidad de la experiencia y éstas son históricas hay que ir desmantelando capas y capas. Y los estratos son muy duros. Nuestros cuerpos también se hacen ahí, en esas representaciones imposibles, en esas expectativas, en esos deseos. Producir, hacer o habitar otros cuerpos supone dejarse afectar, contaminar y escuchar los afectos y efectos que los encuentros producen.

Hace poco llego a mis manos el libro The mushroom at the end of the world. On the possibilities of life in capitalist ruins (2015) de Anna Lowenhaupt Tsing. En él, la autora explora a partir de la compleja trama de la vida y consumo del hongo matsutake las posibilidades de coexistencia en un ambiente perturbado. Una investigación de la que resulta una especie de guía para una sobrevivencia colaborativa.

Entre otras cosas el texto habla de que para sobrevivir necesitamos reconocer nuestra vulnerabilidad. Para sobrevivir necesitamos ayuda y esto siempre implica la colaboración con otras y otros.

Menciono estas ideas porque creo que en las construcción de maternidades no alienadas en la productividad es muy importante asumir esta vulnerabilidad y este trabajo de colaboración. Debería ser evidente que sostener la vida no puede recaer solamente en una madre o una familia, sino que se requiere una comunidad. Ahí es quizá donde también debemos politizar nuestra reflexión, pues no se trata simplemente, como bien señalas, de delegar el trabajo de cuidado a las escuelas o cuidadoras, pues no se cuestiona las formas de explotación laboral y los sistemas de privilegio blanco que consumen el trabajo de otras mujeres para el cuidado. Sino de por un lado, cambiar el estatuto de la maternidad para que no sea un asunto personal o, peor, de “pareja”, sino una responsabilidad compartida, y ahí sería donde el estado tendría que transformar por completo sus políticas, laborales y de salud pública. Y por el otro lado, en un trabajo si se quiere más “micropolítico”, asumir esa vulnerabilidad y construir otro tipo de relaciones de colaboración y éstas siempre estén politizadas para no caer de nuevo en formas de dominación y privilegio.

Lo que es muy interesante del libro de Tsing es que encuentra en ciclo del hongo matsutake una forma de producción que sin pretender estar fuera del capitalismo se sostiene con diversas relaciones que no se pueden limitar a este modelo. Creo que también esto pasa con la maternidad. Muchas de nosotras hemos podido experimentar el apoyo y colaboración de crianza más allá de la pareja, la familia tradicional y de lógicas de individualización. En ellas creo que hay una potencia radical para hacer de la maternidad un espacio de creación.

(conversación en proceso)