¿Podemos establecer estrategias públicas que se ajusten a las circunstancias reales de los cuerpos que cuidan en el Estado Español durante esta alteración vírica no pensadas desde esa lógica universalista que proyecta soluciones para un cuerpo ficticio pensando que somos todxs macho-blanco-burgueses-urbanos-asalariados que no cuidan ni hay cuidado nunca porque asumir tales trabajos te coloca un lugar desposeído de poder como actividad humana devaluada?
Obra cabecera: An Exhibition of Artists Books Exploring Strategies for Social Concern Curated by Lucy R. Lippard and Mike Glier, Franklin Furnace (1980), Courtesy Mike Glier donde leemos en una tela sobre la pared Pesimismo del intelecto, optimismo de la voluntad de Gramsci (ya que necesitamos voluntad política para articular nuevas soluciones públicas a partir de las coordenadas de los cuerpos maternos, de los cuerpos que cuidan, no desde cuerpos ficcionados).
Aquí podéis leer el texto que recién publiqué en El Salto Diario donde se analizan las condiciones en las que estamos asumiendo los cuidados propios a las crianzas o trabajos maternos o trabajos de sostén logístico/psicoemocional de cuerpos necesitados de los cuidados para su continuidad en lo vivo en un marco de bienestar o buen vivir durante su tránsito sobre el cuerpo viviente-naturaleza, planteando si, ¿no sabemos que quienes asumen los trabajos maternos en un 50% aproximadamente no tiene sueldo, no están asalariadxs, no reciben prestaciones?
¿Podríamos aprovechar la oportunidad que se abre ante este disloque social vírico para replantear un sistema de cuidados donde se asume la responsabilidad pública del Estado sobre los mismos para buscar equivalencias al valor de todo este trabajo no remunerado que hacen los cuerpos maternos? Para equilibrar el desajuste de ser un cuerpo mujer que asume un curro tan intenso, como es el trabajo materno, sin euros a cambio y en una condiciones logísticas/familiares confusas y dependientes.
¿Podríamos asignar un valor a los recursos invertidos, es decir, a la cantidad de horas de trabajo que se destinan en el desarrollo de los trabajos maternos y así poder estimar por costo de sustitución o por costo de oportunidad cual es el valor económico de toda esta cantidad ingente de horas trabajadas que asumen los cuerpos que cuidan?
A continuación podéis leer el texto ampliado/extendido:
A estas alturas todas sabemos que el 84% del trabajo de cuidar de menores lo asumen cuerpos mujeres porque son trabajos devaluados, o lo que es lo mismo, trabajos sin valor político, ni económico, ni simbólico. Trabajos que no están remunerados. Ni apoyados económicamente. La mitad, aproximadamente, lo asumen cuerpos mujeres que no están asalariados en otros trabajos “productivos”, ya que su curro consiste en el cuidado de los menores a cargo más el trabajo de logística y manejo de todo lo doméstico, bien porque lo han decidido -porcentaje bajo- o porque no tienen acceso a un trabajo “productivo” asalariado digno o, también se da el caso, que la actividad económica que realizan no llega a una facturación mensual donde les renta darse de alta como autónomas.
Decir que el 84% del cuidado es asumido por cuerpos mujeres es hablar de millones de personas que están viendo endurecidas sus condiciones de vida durante esta pandemia.
Es hablar de millones de cuerpos mujeres que no se ajustan a las condiciones socioestructurales, laborales y vitales de esa falacia de “universalidad” en la que nos metió bienintencionadamente (y con logros más que evidentes) el feminismo igualitario español en su estrategia de emancipación en los años ochenta –estrategia que ya ha tocado techo y está pasada de vueltas- donde se nos dice que todas habitamos (incluidos los cuerpos mujeres que vienen de contextos atravesados por violencias y opresiones brutales obligados a asumir condiciones laborales en regímenes de semiesclavitud una vez aterrizan en suelo español) en las coordenadas vitales de un cuerpo hombre cis clase-media-blanco-burgués-asalariado, que no ha cuidado en su vida, y que ha sido educado/enfocado para poner toda su potencia en un faloproyecto vital individualizado donde lo otro, las otras, los cuidados, la interdependencia no existe.
O dicho de otra manera, cuando un cuerpo hombre cis, blanco, metro ochenta, delgado, estudios superiores, entorno urbanita, hablando dos idiomas, a tope privilegios primer mundo, te dice que no entiende nuestro agotamiento psicofísico como cuerpos maternos ante la falta de apoyos para la crianza desde marzo porque se cerró el cole, los comedores, los parques, las extra escolares, las redes de comadres, los grupos de crianza.
Esa diabólica pregunta encierra toda la negación que deja al trabajo materno arrinconado y ninguneado, dejando clarinete que su proyecto vital está muy por encima de ese trabajo “excéntrico” que hemos decidido hacer: aquello de criar menores a cargo. Mucho menos contar con él para colectivizar lo de la crianza, y ni pensarlo si no hay consanguineidad genética.
Además no entienden que lo llamemos curro, antes se hacía y punto. Olvidando que criar era asumido desde el silencio de la opresión más bestia, la del matrimonio, donde se normalizaba todo un sistema de esclavitud doméstica y sexual. Y claro para el cuerpo hombre cis clase-media-blanco-burgués-asalariado este sistemita de privación de derechos y libertades, ni le rozaba, ni le roza.
Igual tampoco saben, ni las señoras del poder, ni esa ficción de universalidad, que aproximadamente la mitad de los cuerpos mujeres que asumen los trabajos maternos los sostienen con todo en contra. Sin otro salario. Sin ayuda estatal. Ni prestaciones por criatura a cargo (cosa que si pasa en la Europa del Bienestar), y además siendo conscientes -aunque muchas no tengan estudios superiores ni sean urbanitas saben como funciona la historia- que el trabajo que asumen, el que hace posible la continuidad de la vida de toda su unidad familiar y de personas dependientes a ellas, intensifica relaciones familiares de dependencia, abusos varios y manejos extraños de lo emocional sujetos al poder económico. Es decir, asumen un curro que lleva soterrado mucho lío logístico-emocional. Además ven que se destinan (si es que algún día llega) un IMV para mitigar la violencia económica en hogares jodidos por este sistema expropiador/depredador, pero que su práctica diaria (curro) no recibe ni un euro.
Pero esto sigue, compañeras. Entre un 20% o 30% de los cuerpos mujeres que sumen los trabajos maternos los solapan con dobles o triples jornadas de trabajo. Hacen 16 horas de trabajo donde se acumula el trabajo llamado “productivo”, más el trabajo materno, más el trabajo de logística doméstica –y para que nos quede claro, este sería el que aglutina todas esas prácticas (cuya repetición y acumulación articula un trabajo) cuyo objetivo es el mantenimiento de la vida en condiciones de bienestar o buen vivir, que propicia que las menores a nuestro cargo estén bien comidas, con buen tono vital, con higiene emocional, viviendo en un entorno ordenado con rutinas que favorezcan un desarrollo deseable, con estímulos intelectual y sociales, y apegos sanos y seguros. Casi nada.
¿No sabemos que quienes asumen los trabajos maternos en un 50% aproximadamente no tiene sueldo, no están asalariadas, no reciben prestaciones? ¿Será que el disloque que provoca esta pandemia en los apoyos básicos públicos de la crianza, cuando se solapen las cuarentena en los coles, es un buen momento para establecer un sistema de distribución de cuidados, prestaciones por criatura a cargo, ayudas para alimentación humana durante el puerperio (en la modalidad que sea que decidas alimentar), reducciones del 100×100 en todos los servicios públicos deportivos, culturales, ecosociales, ecoeducativos o vinculados con la naturaleza, programas de bienestar psicológico perinatal, etc y con todo esto proyectar un verdadero sistema de apoyo público a las crianzas?
¿Podemos establecer estrategias públicas que se ajusten a las circunstancias reales de los cuerpos que cuidan en el Estado Español durante esta locura vírica no pensadas desde esa lógica universalista que proyecta soluciones pensando que somos todas macho-blanco-burgueses-urbanos-asalariados que no cuidan de nadie ni han cuidado nunca?
O quizá se da por hecho que vamos a volver al escenario, profundamente desigualitario, donde el manejo de la vuelta al cole lo vamos a ir amortiguando con nuestros propios cuerpos y recursos cuando comiencen a solaparse las cuarentenas en unidades familiares donde el cuerpo materno no tiene un salario, por lo tanto no hay bajas laborales.
¿Será que el aparato del poder con un Centro de Ciencias Sociales y Humanas CSIC a su disposición que rastrea e investiga sobre los trabajos domésticos, cuidados y comportamientos de esta sociedad no sabe los millones de cuerpos mujeres no asalariados que asumen las crianzas porque no han tenido otra posibilidad socioestructural? ¿No saben que el trabajo de las crianzas lo asumen cuerpos devaluados por este sistema? Cuerpos mujeres migrantes, cuerpos mujeres racializadas, cuerpos mujeres con diversidad funcional, cuerpos mujeres neurodivergentes, cuerpos no asalariados, cuerpos sin estructura heteropatriarcal, cuerpos sin red consanguínea, cuerpos sin ayuda ni apoyos.
O quizá, ¿podríamos aprovechar la oportunidad que se abre ante este disloque social vírico para replantear un sistema de cuidados donde se asume la responsabilidad pública del Estado sobre los mismos para buscar equivalencias al valor de todo este trabajo no remunerado que hacen los cuerpos maternos? Para equilibrar el desajuste de ser un cuerpo mujer que asume un curro tan intenso, como es el trabajo materno, sin euro a cambio y en una condiciones logísticas/familiares confusas y dependientes.
¿Podríamos asignar un valor a los recursos invertidos, es decir a la cantidad de horas de trabajo que se destinan en el desarrollo de los trabajos maternos, y así poder estimar por costo de sustitución o por costo de oportunidad cual es el valor económico de toda esta cantidad ingente de curro que asumen los cuerpos que cuidan?
Cuerpos que no habitan en las coordenadas del cuerpo hombre cis macho-blanco-burgués. Cuerpos que está asumiendo la intensificación de tener que cuidar, durante este movidón vírico, sin apoyo de nada ni de nadie. Cuerpos que necesitan soluciones políticas que se ajusten a sus realidades.