¿Es legítimo que durante todo este tsunami vírico recaiga sobre el cuerpo materno toda la suma de trabajos que en la anterior rutina eran asumidos por un sistema público de fuerzas diversas que vertebran el complejo andamiaje que sostiene a las crianzas en condiciones de bienestar? Paloma Calle en el Ejercicio 1 de la Serie “Gravedad” (mayo, 2020) nos interpela a mirar todo lo que están asumiendo nuestros cuerpos como amortiguadores del patercapitalismo/falosistema.
Obra cabecera: Ejercicio 1 de la serie «Gravedad» (mayo, 2020) de Paloma Calle y Tilo Calle.
Paloma Calle es performer, ama de casa, disidente sexual y cuerpo sostendor de dos criaturas. Abrió en 2018 una necesaria (y urgente) propuesta sobre Familias Heterodisidentes (no heterosexuales, madres solas, otras conformaciones familiares distintas a la monogamia, familias LGTBQ y quienes se sientan apeladas por este llamado) en Intermedie/Matadero Madrid.
Dos años después, Calle, presenta aquí el Ejercicio 1 de la serie “Gravedad” donde narra de manera visual la sobrecarga de trabajos sobre nuestros cuerpos que tiene, como consecuencia directa, un endurecimiento de las condiciones en la que se desarrollan las crianzas. Condiciones que ya eran de opresión y devaluación antes de esta emergencia fascista (como la llama, Sarah Babiker, en Nur y la utopía) .
¿Podríamos superar esta crisis sanitaria sin las cargas de trabajos invisibles y no cuantificados (jornada doble y triples) que están siendo asumidas por los cuerpos “mujeres” madres o cuerpos sostenedores en un espacio doméstico donde se ha volcado todo lo que era compartido por distintas fuerzas en lo público?
Ejercicio 1 de la serie «Gravedad» trata de revelar como el espacio doméstico en el que habitan menores a cargo durante esta excepcionalidad social se ha alzado como un pilar estructural en el que se amortiguan todas las carencias del tsunami vírico que atravesamos, es decir, se ha transformado en un espacio político fundamental para sostener al sistema pero sin tener la respuesta oficial por parte del paterestado de reconocerlo como tal. Ni los dineros que paguen tales trabajos. Todo a costa de un peso descomunal sobre los cuerpos maternos que están asumiendo las prácticas de los cuidados en condiciones de alteración social.
Calle nos muestra cómo la acumulación de cargas de trabajo transforma el espacio doméstico en un lugar público, donde urge su politización máxima. Lo doméstico ya no se vertebra como un lugar librado a sí mismo (que recuerda a lógicas neofascistas) sino que demanda que podamos nombrar, cuantificar y clarificar todo el «asunto público» que está absorbiendo este espacio, como clara estrategia para desencializar aquello que llevamos en las pieles pegado que dice que «cuerpo materno es sinónimo de toda la logística doméstica, del refuerzo de roles de género y de una profunda devaluación social». Pero para poder separar todas esas inextricables construcciones identitarias relacionadas con el trabajo materno hay que entrar a descifrar (abrir el melón) sobre que está pasando en lo doméstico, ya que ha pasado a ser el lugar donde se están volcando todas las actividades públicas que articulan las crianzas en su totalidad, las cuales, antes del extrañamiento vírico, eran compartidas por distintas fuerzas (psicopedagógicas, lúdico/arquitectónicas, familiares, alimentarias, médicas, etc).
El traslado de la vida compartida (requisito fundamental de las crianzas) en los espacios públicos al espacio doméstico nos obliga a politizar a tope, subir el volumen nivel Los Indios de Pueblo Nuevo (Panamá), sobre qué está sucediendo dentro. Cómo se van a establecer políticas de conciliación. Cuales serán las prestaciones para remunerar las cargas de trabajo asumidas sobre los cuerpos maternos donde se acumulan los trabajos «productivos» (según las lógicas de trabajo asalariado) más los logísticos-alimentarios-sostén-psicoemocionales. Más el acompañamiento del trabajo intelectual que se propone desde los colegios. Más la carga de trabajo que supone tener que amortiguar todas las carencias en el vivir diario de las criaturas por la inexistencia del juego/socialización compartido por los menores (requisito fundamental para un desarrollo deseable en menores de 12 años).
Ejercicio 1 de la serie «Gravedad» muestra como esta excepcionalidad social vírica o nueva era de extrañamiento vírico panóptico ha llevado al límite la actividad humana del cuidado de menores a cargo. Ha llevado al límite la capacidad de asumir cargas sobre los cuerpos. Sobre nuestros cuerpos maternos. Desbordando toda capacidad posible de manejo de tales trabajos en condiciones de bienestar, y continuando una narrativa del paterfamilias romano (con la que hemos crecido) sobre el espacio doméstico que dice algo así como: «El trabajo producido en el espacio doméstico, me pertenece. Toda esa riqueza que no produzco, me pertenece. Toda esa masa de trabajo que niego y devalúo, es mía. Nunca la reconoceré como tal, hacerlo implicaría cuantificarla (toda esa riqueza) y esto me va a poner difícil poder seguir acumulando todo ese capital esencial expropiado a los cuerpos maternos” (Creencia pegajosa como parte de la matriz del macho-lío-patriarcal que llega hasta nuestros días presentes, que a su vez viene de la Ley de las XII Tablas de mediados del siglo V a. C. como brazo jurídico de la cultura occidental).
Calle habla de la gravedad con la que nuestros cuerpos tienen que lidiar como masas de carne y pieles para asumir tales cargas. Cómo cuantas más cargas asumen nuestros cuerpos maternos más pesan. Más cuesta moverlos. Más cuesta gritar lo que intentan que callemos.
Gravedad por la parte estructural que asumimos en silencio, en el silencio de las políticas públicas, en el silencio de los espacios domésticos.
Continuará (serie de microacciones en proceso)
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¡Muchísimas gracias, Paloma!