A continuación el texto publicado el pasado viernes en la sección de LA PLAZA sobre Maternidades en El Salto Diario:
Será porque viene el calor y el cuerpo se hace más evidente. La gestión de los líquidos, las inflamaciones, los cansancios. Comienza esa inercia de protegerte de la turra solar para poder seguir funcionando a lo largo del día, con todo lo que tenemos por delante, siendo madres. La temperatura hace que el quehacer diario se haga largo, y con el chicharre solar, a veces, denso.
Todo esto me hace pensar en nuestros cuerpos como madres, volver a ellos, una y otra vez. El calor me trae de vuelta a nuestros cuerpos, que se hacen más evidentes. Cuerpos de madres atravesados por síndromes, procesos inflamatorios, condiciones diversas, patologías, tránsitos oncológicos, enfermedades auto-inmunes, fatigas —vitales— crónicas, trastornos mentales por la precariedad sostenida en el tiempo, violentados por mandatos alopáticos, que sin saber ni cual es tu segundo apellido, te meten en la medicalización como salida. Cuerpos de madres embebidos en cortisol, que esto sostenido en el tiempo —lo sabe ya hasta el tato en medicina— es un terreno propenso para que se disparen las enfermedades.
