¿Cómo puede ser que el trabajo de vertebrar, sostener, alimentar, educar y cuidar a un ser humano necesitado de los afectos y cuidados para sobrevivir no esté dignificado a nivel social?
Lo curioso es el absurdo sistema de vigilancia que se establece entre las madres –o personas que ejercen el trabajo materno– dándole gravedad a cuestiones que no la tienen y aniquilando algo fundamental: vivir la crianza desde la alegría.